viernes, 24 de agosto de 2018

XXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 2-9-2018. Marcos 7,1-8.14-15.21-23

   Hoy es un domingo muy interesante porque podría dar un vuelco a nuestro cristianismo. Pasaría de ser un cristianismo de reglas a uno de vivencias; de uno de mandamientos a uno de adhesión a Jesús.

   Como frase para recordar y vivir durante la semana se propone la siguiente: "El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos". Se toma del evangelio de hoy. Aprendamos a quedarnos con el espíritu, no con la materialidad de los preceptos.

   La primera lectura es del libro bíblico llamado Deuteronomio (4,1-2.6-8). En ella Moisés da a los israelitas mandatos y decretos para que los cumplan y sean una nación grande. Aunque sean preceptos de Moisés, son preceptos de hombre, no de Dios, y por lo tanto no siempre aceptables.

   La segunda lectura es de la carta de Santiago (1,17-18.21b-22.27) y comienza diciéndonos que todo don perfecto viene de arriba, es decir, de Dios. Sin embargo, dice Francisco en su exhortación Gaudete et Exsultate nº 57, que todavía hay cristianos que se empeñan en seguir otro camino, el de la justificación por las propias fuerzas. Hay cristianos que tienen obsesión por la ley, que cuidan excesivamente la liturgia, la doctrina... y de ello hacen depender equivocadamente el crecimiento espiritual. Recordemos, conforme a esta lectura, que toda gracia espiritual viene de Dios, no de nuestro esfuerzo.

   Y ya en el evangelio, las autoridades religiosas del tiempo de Jesús lo critican porque algunos de sus discípulos comen sin antes lavarse las manos, es decir, con manos impuras. Conforme a la contestación que sale de la boca de Jesús, debemos analizar siempre si los preceptos religiosos que tratan de imponernos son mandados por Dios o por los hombres. Si son impuestos por estos, aunque sean autoridades religiosas, no tienen un valor absoluto. El cristiano no debe absolutizarlos como si de ellos dependiera nuestro acercamiento a Dios, nuestra santidad. No olvidemos que Trento nos dice: "Somos justificados gratuitamente porque nada de lo que precede a la justificación, sea la fe, sean las obras, merece la gracia misma de la justificación. Esta convicción, junto con el supremo mandamiento del amor, debería marcar nuestro estilo de vida.

   Como dice Francisco en la citada exhortación, nº 58 y 59: "Algunos grupos cristianos dan excesiva importancia al cumplimiento de determinadas normas propias, costumbres o estilos. Es quizás una forma sutil de pelagianismo, porque parece someter la vida de la gracia a unas estructuras humanas. Santo Tomás nos recordaba que los preceptos añadidos al evangelio por la Iglesia deben exigirse con moderación para no hacer pesada la vida a los fieles".

   Pocas veces se hace una reflexión sobre las ideas que acabamos de exponer. Conforme a ellas examinemos nuestra vida con cierta frecuencia.

   Compromiso: no hacerme esclavo de lo que no sea caridad o amor a Dios y al hermano



martes, 21 de agosto de 2018

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 26/08/2018. Juan 6,60-69

   Las lecturas de este domingo nos presentan una idea central: que Dios y sus planes están por encima de todo. Muy claro nos lo dicen la primera y tercera lecturas. La segunda lo concreta en la relación entre Cristo y su Iglesia, como verdadera relación de amor.
   Como texto para memorizar se propone "Señor, ¿a quién vamos a acudir si sólo tú tienes palabras de vida eterna?". Este texto se toma de Juan 6, en el evangelio de hoy.
   La primera lectura es del libro bíblico Josué 24,1-2a.15-17.18b. En ella, Josué pregunta a los israelitas: "Si no queréis servir al Señor, escoged a quien servir, ¿a los dioses?". Entonces ellos reaccionaron y contestaron: "Fuera de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros. El Señor es nuestro Dios". ¡Ya podían muchos hacer esta reflexión!
   La carta a los Efesios (5,21-32) contiene reflexiones puramente culturales, pero debemos acertar a ver su profundo sentido espiritual. Ante Dios, ni el marido está sometido a la mujer, ni ésta al marido. Los maridos tienen obligación de amar a sus mujeres y estas a sus maridos. Así es el amor entre los esposos. En nuestra vida, sepamos discernir entre lo que es puramente cultural y, por lo tanto, cambiable, por lo que es verdad divina, absoluta, que debemos respetar. Lo importante es que los esposos deben amarse como Cristo amó a su Iglesia.
   En el evangelio, hay una frase fundamental que dice: "Es el Espíritu el que da la vida, la carne no sirve para nada. Esto es lo que Jesús pretende que comprendan sus discípulos, y en concreto, los Doce. Lo que Jesús dice es verdad y vida. Quien se cierra al Espíritu para quedarse sólo en la esfera de la carne, jamás comprenderá la profundidad de las enseñanzas divinas y no llegará nunca hasta Jesús. A El nadie puede llegar si no es a través del Espíritu. Muchos de sus discípulos se echaron atrás y ya no andaban con Jesús. Sin embargo, Jesús pregunta sobre la fidelidad de los Doce y Pedro responde: "Señor, ¿con quién vamos a ir si sólo tú tienes palabras de vida eterna?"
   Pedro expresa el pensamiento o la experiencia de la comunidad cristiana de Juan. Como ya se dijo en algún otro comentario, es algo que está muy presente en el capítulo sexto de Juan. Es un grupo que ha pasado de no conocer a Jesús a conocerlo de verdad. Como afirma el final del evangelio de hoy: nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios, el Consagrado por Dios. Es un grupo que de tener un espíritu, un sentir puramente humano, materialista, ha pasado a conocer las vivencias espirituales que son propias de Cristo. Hoy, por desgracia, la sociedad ha ido destruyendo los valores más esencialmente cristianos. A la corta o a la larga, esa sociedad se resentirá de ello. Son valores muy positivos, son valores del espíritu que se respira cerca de Jesús, si nos acercamos a él. Quien se separa de Jesús debe tener la valentía de saber reconocerlo reflexionando con tranquilidad, seriamente. Si realmente, con anterioridad, practicó la cercanía con Jesús, y es sincero, sabrá lo que realmente perdió.
   Compromiso:
   Examina como procede la sociedad actual con relación a Cristo y saca conclusiones.

martes, 14 de agosto de 2018

XXV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 19/08/2018. Juan 6,51-58

 
   La relación entre las tres lecturas del día es fácil de conseguir. Tanto en la primera como en la tercera se habla de comer el pan. El pan como alimento divino, y el vino como expresión de alegría, son dos elementos que dan contenido a las lecturas.
 
   Se propone como texto a memorizar: "Dad siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo". A esta frase podemos sacarle mucho provecho para nuestra vida espiritual. Se toma de la segunda lectura.
 
   La lectura del libro de los (9,1-6) presenta a la verdadera sabiduría bajo la figura de  un banquete donde se sirve el pan y el vino en representación metafórica. Nos invita a dejar la inexperiencia y seguir el camino de la prudencia.
 
   La segunda lectura es de Efesios 5,15-20. Propone que nos demos cuenta de lo que el Señor quiere de nosotros en cada situación de la vida. Dejando las borracheras, cantemos al Señor salmos bíblicos y cánticos espirituales. Demos siempre gracias a Dios por todo. Una bonita costumbre que nos ayudará a recordarnos de él varias veces al día y así, vivir la presencia de Dios.
 
   En el evangelio, se continúa con la presentación de Jesús como pan bajado del cielo, en clara alusión a su presencia en la eucaristía. El discurso de la multiplicación de los panes propuesto en el evangelio de Juan se construye con una serie de pasos que van caminando hacia la presencia de Jesús en la eucaristía. El evangelista Juan comenzó hablando de El como pan vivo que da vida para siempre. Metafóricamente, pan era usado como doctrina y esto, entre los judíos, sólo había dado lugar a críticas. Pero, Jesús da un paso más al afirmar que el pan que él dará es su propia carne. Entonces, lo que empezó siendo una simple crítica se transforma en  una verdadera pelea entre los mismos judíos, cristianos y no cristianos. Se ve que el autor del evangelio está hablando desde la perspectiva de su comunidad cristiana, teniendo presente la celebración y el significado de la eucaristía. Mientras Jesús estuvo simplemente con la metáfora del pan, podía ser comprendido. Pero, ahora, las cosas son muy distintas. Ya no parece posible un entendimiento entre las partes judías.

   Jesús va dando pasos para que no quede lugar a dudas. Ahora, añade sangre:"Si no coméis la carne de este Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros". La separación de la carne y la sangre expresa la muerte. Cuando esto suceda aparecerá la vida que hay en El. Es en su carne y en su sangre donde se manifestará el Espíritu y se comunicará. Jesús es una realidad que interiorizamos al comulgar. La verdadera unión activa del creyente con Jesús se expresa con una metáfora: comer y beber. Por eso, no se trata de imitar a Jesús, sino de interiorizarlo. La comunión es la realidad de Jesús interiorizado. De ahí viene el carácter sanativo de la eucaristía de lo que prácticamente no se habla en nuestra Iglesia Católica. Mientras en nuestra Iglesia se mantenga la confesión como necesaria para los pecados mortales, antes de comulgar, el carácter sanativo de la eucaristía quedará profundamente lesionado. Menos mal que en algunos ambientes parece comenzar a aclararse.

   Compromiso:
   Examina tu relación con la Eucaristía.


miércoles, 8 de agosto de 2018

XIX Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 12/08/2018. Juan 6,41-51

 
   Si las lecturas de los domingos nos llevan a Dios de una u otra forma, las de este nos envuelven fuertemente en él, bien defendiéndolo, bien asiéndonos fuertemente a Cristo.
 
   De texto a memorizar se propone el versículo 4, 30 de Efesios, que nos dice: "No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios". Tengámoslo siempre presente.
 
   En 1 Reyes 19, 4-8 o primera lectura, se nos presenta el gran defensor de Dios, Elías. Este profeta fue un gran luchador contra los adoradores del Dios Baal en el siglo IX antes de Cristo. Elías fue muy perseguido por la mujer extranjera de Ajab, Jezabel. En estas circunstancias, Elías llega a pedirle a Dios que lo lleve de este mundo. Pero, al fin, luchando o como sea, pero siempre sintiendo la ayuda de divina muy cerca de él, llega al monte Horeb, el monte de Dios, donde se experimenta fuertemente su cercanía. Allí se siente uno envuelto en él. Sintámoslo fuertemente en nuestra vida.
 
   La segunda lectura (Efesios 4, 30-52) comienza recordándonos que estamos sellados por el Espíritu Santo, y que por lo tanto no debemos entristecerlo. Se resalta el saber perdonarnos unos a otros, siendo imitadores de Dios. ¡Cómo no vamos a estar envueltos en Dios si estamos sellados por su Espíritu!
 
   En el evangelio, Jesús continúa presentándose como pan bajado del cielo. O mejor, como pan que baja del cielo. Los judíos, apoyados en su teología, se sienten impedidos para ser dóciles a Dios y, por lo tanto, no aceptan a Jesús. A nosotros, los cristianos, también a veces, puede hacernos daño nuestra propia teología para una correcta interpretación del evangelio. Los fariseos admitían la resurrección como premio a la observación de la Ley. Pero, Jesús afirma que la resurrección no depende de dicha observancia sino de nuestra adhesión a él. Por eso dice Jesús: "Y yo lo resucitaré en el último día". Dios no enseña a observar la Ley, sino a adherirse a él,  a Jesús. Si vemos en Dios un aliado del hombre, nos sentiremos atraídos por Jesús.
 
   Jesús afirma una vez más qué él es el pan vivo bajado del cielo; y que el que coma de este pan vivirá para siempre. A continuación, Jesús nos dice  que el pan que nos va a dar es su carne para que el hombre viva. En una palabra, Dios quiere entrar en el campo de la experiencia humana. De verdad, no existen dones divinos que no tengan expresión en nosotros, en la carne. Si nosotros por nuestras propias fuerzas no podemos llegar a Dios, es Dios quien llega a nosotros. Lo contrario sería pelagianismo puro, herejía total. Dios entra por su propia voluntad en nosotros mismos. Es en el hombre y en el tiempo donde se encuentra a Dios. No está Dios en el más allá, se ha hecho presente en Jesús. Es el gran misterio y la gran realidad. ¡Qué bueno es  Dios que tanto nos da!
 
   En verdad que hemos llegado al meollo de la comunicación de Dios a nosotros. El que come de este pan vivo que ya ha bajado del cielo, ese, vivirá para siempre. Termina el evangelio de este domingo afirmando Jesús que el pan que va a dar es su propia carne, como ya se ha dicho y conviene repetirlo.
 
   Compromiso:
   ¡Busca por quién estamos sellados y reflexiona sobre ello! 

jueves, 2 de agosto de 2018

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 05/08/2018. Juan 6,24-35

   Hoy, el tema de la alimentación material y espiritual contribuye a la relación de las lecturas de la misa. Podemos escoger para memorizar la siguiente frase del evangelio: "Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí jamás tendrá sed". Se dice de Jesús.

   En el libro del Exodo 16,2-4.12-15 se habla del maná como el alimento que Dios proporciona al pueblo de Israel durante la travesía del desierto. Es un don de Dios aunque lo proporcione la naturaleza. La investigación presenta el maná como fenómeno natural. En efecto, las cochinillas                                                 para conseguir nutrientes que dan a sus larvas. El jugo que les sobra lo expulsan en gotas, que solidificándose como bolas blancas, caen al suelo. Aún hoy, los beduinos del Sinaí recogen este maná y lo utilizan como sucedáneo de la miel por su dulce sabor. Se recoge por la mañana, pues se disuelven con el calor. Se considera un regalo de Dios.

   La carta de Pablo a los Efesios 4,17.20-24, junto al sentido sobrenatural de la adhesión a Cristo que nos llama a renovarnos en la mente y en el espíritu, en el plano divino de aquella reflexión de Juan Pablo II que dice: "El haber llegado a la edad adulta se manifiesta por la capacidad que uno tiene para discernir por los propios medios lo verdadero y lo falso, y crearse una opinión propia de la realidad objetiva de las cosas (Fides et ratio, cap 3).

   Pero, si la lectura de Efesios nos invitaba a renovarnos en la mente y en el espíritu, el evangelio de hoy nos pide que prestemos nuestra adhesión a Cristo. Este es el significado de la palabra "creer" aplicada aquí a Jesús.

   En la comparación de Jesús con el maná el llovía del cielo, de lo alto y no era de continuo. Ahora no cesa de bajar el pan del cielo a través de Jesús. Este pan no sólo da vida a un pueblo, la da a la humanidad entera.

   Jesús, que ya se había presentado como dador de pan, ahora él mismo es el pan y se nos da como pan. Y, comerlo significa dar adhesión a su persona, asimilarse a Jesús. El don de sí mismo como es el de Jesús, es un don concreto. En esta lectura evangélica se basa completamente el carácter sanativo que tiene la eucaristía, y al que se le da muy poco o nulo valor en la práctica cristiana. Es una doctrina muy extendida entre nosotros los católicos que para recibir el pan de vida, es decir, la comunión, es necesaria una total limpieza del alma que, si es necesario, se realiza por la confesión o sacramento de la penitencia. Nos olvidamos de la adhesión a Cristo de la que esta lectura evangélica tanto insiste. Uno que se adhiere a él por la fe, por la confianza, verdadera confianza y amor, está en disposición de recibir a Cristo e irá viendo como Dios le irá sanando espiritualmente. Más tarde o primero, la sanación espiritual llega. Quien presenta adhesión a Cristo nunca pasará sed. Es doctrina de la Iglesia, confirmada por Papas, y de la que también habla Francisco. Revitalicemos el carácter sanativo de la Eucaristía, con mucha confianza y sin miedos.

   Compromiso:
   Adherirme de verdad a Cristo.

 
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