martes, 16 de octubre de 2012

XXIX Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 21/10/2012. Marcos, 10,35-45

   Aunque Jesús ya anunció por tercera vez su pasión, muerte y resurrección, los Doce no se dieron por aludidos.

   De nuevo nos encontramos con un presente histórico y, por lo tanto, Marcos está aplicando el pasaje del evangelio de hoy también a la comunidad cristiano-judía de su tiempo. No sé por qué tanto empeño en traducir el presente por un pasado. Debería decir "se le acercan" en vez de "se le acercaron".

   Santiago y Juan piden a Jesús poder sentarse uno a su derecha y el otro a su izquierda, el día de la gloria. No piensan en el terrible sufrimiento por el que debe pasar Jesús y que por tercera vez les anunció. Sólo piensan en ser ellos los que lo gobiernen todo. Identifican la gloria con la enronización de Jesús como rey, a su llegada a Jerusalén. No les importa ayudar a Jesús a extender el reino, sólo les interesa el mando. Y no olvidemos el significado que intuímos detrás de tanto presente histórico en el evangelio de Marcos. Ese deseo de mandar en la comunidad cristiana y tener poder, parece ser que afectaba a la comunidad cristiana procedente del judaísmo, frente a los cristianos que venían del paganismo.

   ¿Es que no hay pruebas de que eso mismo está sucediendo en nuestra Iglesia Católica donde los católicos conservadores consideran vitandos a los católicos más aperturistas, y no por ello antievangélicos. Ahora mismo, se ha visto con el fallecimiento del cardenal Martini: nada más fallecer los conservadores se le han echado encima.

   Es verdad que Santiago y Juan son capaces de beber el cáliz que Jesús va a beber y de ser bautizados con el bautismo que él va a recibir.

   Beber el cáliz o la copa equivale, en castellano, a "pasar el trago". El trago de la pasión. Mejor que traducir "ser bautizado", sería decir: "ser sumergido por las aguas", las aguas del profundo sufrimiento.

   Santiago y Juan están tan mediatizados por el deseo de mando, que ni se enteran de la pregunta que Jesús les hace: ¿sois capaces de beber el cáliz que yo voy a beber? Lo somos, contestan rápidamente. Se olvidan de la enseñanza que, domingo tras domingo, les enseña Jesús, dicho de una u otra forma: "los últimos serán los primeros y los primeros, los últimos". O "quien acoge a uno de estos chiquillos..." de domingos anteriores.

   Cuando los otros diez se enteran de la propuesta que Santiago y Juan le hacen a Jesús, se indignan contra ellos. La mención aquí de los diez por oposición a los dos, del versículo 35, recuerda el cisma de las tribus de Israel que se relata en 1Re12.

   En la Iglesia, el deseo de poder y la ambición traen siempre resquebrajamientos de la misma. Por eso, Jesús convoca a los discípulos para hablarles y, entre otras cosas, les dice: ·El que quiera entre vosotros ser el primero tiene que ser esclavo de todos". El francés Marcel Légaret distinguía "la religión de autoridad" de "la religión de llamada". La primera ofrece certezas absolutas y estructuras seguras; exige obediencia absoluta, por lo mismo. No ayuda a la maduración personal de los fieles. Es lo que se lograría con el autoritarismo de Santiago y Juan. La religión de llamada no impone, sino que propone un camino a seguir.

   Compromiso:
   Suavizar el autoritarismo religioso concibiendo la religión como propuestas de amigo que Dios nos hace. Y adquirir la mentalidad de servicio.

 
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