lunes, 24 de octubre de 2011

Domingo XXXI del Tiempo Ordinario. 30/10/2011. Ciclo A. Mateo, 23,1-12

   Hoy, Jesús no se dirige ni a las autoridades ni a los escribas y fariseos como en domingos anteriores. En este domingo, habla a la gente y a los discípulos. Comienza Jesús afirmando que en la cátedra de Moisés han tomado asiento los escribas y los fariseos. Pero, según el libro bíblico, Deuteronomio 18,15-18, se anunciaban los profetas como sucesores de Moisés y, sin embargo, aquellos, es decir, los escribas y fariseos ocupan el puesto que corresponde a estos, o sea, a los profetas. Se ha sustituído el predicar a Dios, propio de los profetas, por la enseñanza de un cúmulo de obligaciones. Los cristianos debemos examinarnos, con frecuencia, sobre si sabemos mantener con los demás una conversación sobre Dios. Debemos ser profetas más que escribas y fariseos.

   Están en la cátedra de Moisés los que cargan a los demás con fardos pesados, con cargas y obligaciones insoportables, dice Jesús. Desean que los demás estén dominados por medio de tales cargas e incluso por medio de la doctrina.

   A continuación da Jesús una serie de consejos que pueden parecer pequeñeces pero tienen un significado profundo. La gran enseñanza es que todos somos hermanos y como tales debemos comportarnos. A nadie debemos llamar maestro o señor mío, porque sólo tenemos un maestro, el Señor, y todos nosotros somos hermanos.

   Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. Debe recordarse que los judíos usaban mucho la hipérbole o exageración para expresar verdades. Pero, además, debe saberse que el padre lo dominaba todo, su autoridad era absoluta, todos tenían que obedecerle, negociaba los matrimonios y decidía el destino de los hijos. Toda la casa, aunque no fueran hijos, le estaban sometidos. Era todo un ordeno y mando, no existía propiamente el diálogo. Este tipo de padre no representa lo que Dios es: Padre de verdad.

   Por otro lado, el título de "padre" se daba a los que enseñaban la ley y a los miembros del Gran Consejo clerical. Padre significaba, en este caso, transmisor de la tradición. Jesús prohíbe a los suyos tener padre doctrinal. El modelo a seguir es el Padre del cielo.

   Finalmente, nos dice Jesús que nadie de nosotros se llame consejero. Los hombres, a veces, necesitamos el consejo de otros, es verdad. Pero no debemos olvidar que el verdadero consejero es Cristo. Estamos muy poco acostumbrados a saber calar en el Espíritu de Cristo. No tenemos vida de unión con Dios, vida de oración. No sabemos hablar con los demás cristianos de las cosas de Dios. Así las cosas, necesitamos un director espiritual que también puede equivocarse al dirigirnos. Por eso nos dice el evangelio de hoy que uno sólo es vuestro consejero, Cristo, el Mesías.

   Compromiso:
   Reflexiona sobre algo del Nuevo Testamento para que Cristo pueda ser tu consejero.
  
  

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.