lunes, 30 de agosto de 2021

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario. 05/09/2021. Marcos 7, 31-37

La primera lectura de hoy es preciosa. Está latente una gran fiesta donde todo es alegría y espontaneidad. Es la alegría que nos trae Dios. No se menciona la fiesta ni la alegría, pero ahí están. ¡Dios viene a salvarnos! Lo dice él mismo en la primera lectura de la misa de este domingo. Está en el libro de Isaías 35,4-7a. Dios viene en persona a salvarnos. Qué expresión tan bonita. Dios no espera que los suyos vayan a él. No. ¡Viene él a los suyos! Es lo que nos sucede cuando morimos. En ese momento Dios se presenta ante nosotros, tiene prisa por abrazarnos, ¡es verdad! Y viene adornado de tanta gloria, de tanto brillo, que nosotros quedamos en el momento completamente limpios ¡Y... al cielo directos! Y se arma la gran fiesta: se abren los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos, la lengua de los mudos se despega, brota el agua en los desiertos...


Por todo ello, repite varias veces durante el día, del salmo 145, "alaba, alma mía, al Señor".

Santiago 2,1-5 es la segunda lectura. Comienza diciéndonos: "No mezcléis la fe en Nuestro Señor Jesucristo con la acepción de personas". Ante Jesús, todos somos iguales, el rico y el pobre, el hombre con sortija de oro y traje de lujo como el que es pobre de verdad. ¿Es que un pobre no puede ser rico en la fe? ¡Y es lo más importante! Más importante que los anillos de oro o ropas lujosas. Demos a nuestra fe el gran valor o la gran riqueza que nos aporta. Por la fe nos acercamos cada vez más a Dios, o mejor dicho, por la fe Dios se acerca cada vez más a nosotros. Es el gran valor de la fe.

El evangelio se toma de Marcos 7,31-37. Nos decía la primera lectura que "los oídos de los sordos se abrirán". Con Dios todo es alegría, pero alegría de corazón, la alegría que sólo Dios sabe darnos. Con esta alegría debemos leer el evangelio de hoy. Él hace realidad la primera lectura. Las tres lecturas de la misa de hoy parecen llevarnos a la gran experiencia de la fe. Jesús hace que los oídos de un sordo oigan. Pero no deben hacer publicidad del milagro. Jesús no quiere que lo hagan. Sin embargo, lo propagan a diestro y siniestro. Están todos muy contentos. Lo viven. Vivamos nosotros nuestra fe.


 
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