jueves, 2 de agosto de 2018

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 05/08/2018. Juan 6,24-35

   Hoy, el tema de la alimentación material y espiritual contribuye a la relación de las lecturas de la misa. Podemos escoger para memorizar la siguiente frase del evangelio: "Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí jamás tendrá sed". Se dice de Jesús.

   En el libro del Exodo 16,2-4.12-15 se habla del maná como el alimento que Dios proporciona al pueblo de Israel durante la travesía del desierto. Es un don de Dios aunque lo proporcione la naturaleza. La investigación presenta el maná como fenómeno natural. En efecto, las cochinillas                                                 para conseguir nutrientes que dan a sus larvas. El jugo que les sobra lo expulsan en gotas, que solidificándose como bolas blancas, caen al suelo. Aún hoy, los beduinos del Sinaí recogen este maná y lo utilizan como sucedáneo de la miel por su dulce sabor. Se recoge por la mañana, pues se disuelven con el calor. Se considera un regalo de Dios.

   La carta de Pablo a los Efesios 4,17.20-24, junto al sentido sobrenatural de la adhesión a Cristo que nos llama a renovarnos en la mente y en el espíritu, en el plano divino de aquella reflexión de Juan Pablo II que dice: "El haber llegado a la edad adulta se manifiesta por la capacidad que uno tiene para discernir por los propios medios lo verdadero y lo falso, y crearse una opinión propia de la realidad objetiva de las cosas (Fides et ratio, cap 3).

   Pero, si la lectura de Efesios nos invitaba a renovarnos en la mente y en el espíritu, el evangelio de hoy nos pide que prestemos nuestra adhesión a Cristo. Este es el significado de la palabra "creer" aplicada aquí a Jesús.

   En la comparación de Jesús con el maná el llovía del cielo, de lo alto y no era de continuo. Ahora no cesa de bajar el pan del cielo a través de Jesús. Este pan no sólo da vida a un pueblo, la da a la humanidad entera.

   Jesús, que ya se había presentado como dador de pan, ahora él mismo es el pan y se nos da como pan. Y, comerlo significa dar adhesión a su persona, asimilarse a Jesús. El don de sí mismo como es el de Jesús, es un don concreto. En esta lectura evangélica se basa completamente el carácter sanativo que tiene la eucaristía, y al que se le da muy poco o nulo valor en la práctica cristiana. Es una doctrina muy extendida entre nosotros los católicos que para recibir el pan de vida, es decir, la comunión, es necesaria una total limpieza del alma que, si es necesario, se realiza por la confesión o sacramento de la penitencia. Nos olvidamos de la adhesión a Cristo de la que esta lectura evangélica tanto insiste. Uno que se adhiere a él por la fe, por la confianza, verdadera confianza y amor, está en disposición de recibir a Cristo e irá viendo como Dios le irá sanando espiritualmente. Más tarde o primero, la sanación espiritual llega. Quien presenta adhesión a Cristo nunca pasará sed. Es doctrina de la Iglesia, confirmada por Papas, y de la que también habla Francisco. Revitalicemos el carácter sanativo de la Eucaristía, con mucha confianza y sin miedos.

   Compromiso:
   Adherirme de verdad a Cristo.

 
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