miércoles, 6 de noviembre de 2019

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 10/11/2019. Lucas 20, 27-38

   Un día como hoy, la palabra resurrección resuena por todos los sitios. Llena de gran alegría, sobre todo cuando uno ya es entrado en años y ha aprendido a echarse en los brazos de Dios. Propongo como texto a recordar, el de la prueba de la resurrección que da Jesús, basada en Moisés y la zarza ardiente. Moisés llamó al Señor: "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". Y añade Jesús: "Pues bien, el Señor no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para Dios todos están vivos".

   El segundo libro de los Macabeos, 7, 1-2.9-14 nos da la primera lectura de la misa de hoy. Se trata del relato de los siete hermanos macabeos que, junto con su madre, murieron mártires por no renunciar a los mandatos de Dios. Ante los suplicios y tormentos, junto con la muerte, todos van respondiendo, de una forma o de otra: "El rey del universo nos resucitará para la vida eterna". Merece la pena leer varias veces esta lectura y saborear hasta dónde nos lleva la fidelidad a Dios y el premio que nos espera. En medio de tus pecados, ¿serás fiel a Dios hasta dar la vida para no traicionarlo delante de los hombres?

   2 Tesalonicenses 2, 16-3,5 comienza recordándonos el consuelo eterno y la esperanza dichosa que alegra nuestros corazones cuando somos fieles a Dios. Cuando tengamos esas vivencias demos gracias al Señor y alegrémonos de verdad. Además, trabajemos para que la palabra de Dios siga avanzando. Todos podemos hacerlo si de verdad queremos a Jesús. Demos, por lo menos, dos o tres pasos en este sentido.

   Como nos dice el encabezamiento de este comentario a las lecturas bíblicas del domingo, el evangelio es de Lucas 20, 27-38. Fijémonos siempre en este detalle del encabezado. El evangelio de hoy se centra en la resurrección de los muertos, lo que también sucedió en la primera lectura. Somos hijos de Dios porque somos hijos de la resurrección. Es un precioso razonamiento del que muy pocas veces nos damos cuenta. Nos espera la resurrección porque sabemos que Dios nos ama, nos lo dice la  Biblia y nuestra experiencia interior cuan nos dejamos llevar de la misma, que nos habla desde lo más íntimo. Además, Jesús sigue y añade otro razonamiento: que los muertos resucitan nos lo dijo el mismo Moisés junto a la zarza ardiendo, cuando llama al Señor, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob y añade: "Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos están vivos".

   ¡Qué alegría saber la gran verdad de la resurrección que nos espera! ¡Vivámosla con emoción! ¡Reflejémosla con verdadera alegría! Cuando nos encontramos con otra persona, si ya somos mayores, a menudo hablamos de nuestra salud y terminamos diciendo: "mientras sigamos aquí todo va bien". Y no reflejamos nada de nuestra fe en la resurrección. ¡Por qué no la sacamos a relucir! Si la ocultamos a los demás no estamos propagando la verdad y estamos haciendo un flaco servicio al Señor. ¡Somos cobardes y eso que nos llamamos cristianos, discípulos de Jesús! Démos hoy un paso al frente y manifestemos al mundo fe en la resurrección.

   Compromiso:
   El que se pone al final de este comentario.

 
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