jueves, 5 de junio de 2008

Domingo X del tiempo ordinario. 8 junio 2008. Evangelio de Mateo, 9,9-13

En este evangelio, es necesario precisar el concepto de pecado o de pecador que tenían lo judíos en la época de Jesús. No sólo era pecado el inflingir las normas de lo que llamamos ley natural que prohibe, por ejemplo, matar sin ser en defensa propia grave. Estaban también los pecados por no cumplir las leyes religiosas, siendo algunas de puro carácter cultural. Por ejemplo, por supuesto sin razón de ser, se declaraban pecadores, descreidos o impuros los que practicaban determinadas profesiones, como eran los cuidadores de cerdos, los fruteros o los cobradores de impuestos. Mateo, como cobrador de estos impuestos, por honrado que fuese, ya era considerado ladrón, descreido o pecador.

El hecho de que Jesús le diga a Mateo: "sígueme" y, como consecuencia, que Mateo le siga, es suficiente para que dicho seguimiento sea la expresión práctica de una fe y adhesión a Jesús. Según el obrar de Jesús, su pasado posiblemente pecador queda borrado. Mateo abandona su profesión y comienza una vida nueva como discípulo de Jesús.

El evangelio de hoy dice: "Estando en la mesa en casa de Mateo (v. 10)". Pero, esta traducción del griego parece ponerse en entredicho por otros traductores que completando la frase, lo hacen así: "Estando él (Jesús) reclinado a la mesa en su casa (de Jesús)". Siendo así, no estarían en casa de Mateo, sino en la de Jesús y probablemente la de sus discípulos, a deducir por la palabra griega "oikia" (casa) y su uso en el evangelio. Puede ser simbolo de la comunidad de Jesús, como en Marcos. En la casa se encuentran reclinados a la mesa (postura propia de los hombres libres) Jesús y sus discípulos, pero llegan muchos recaudadores y pecadores (como Mateo) y se reclinan con ellos. Entre los judíos, la comida banquete es figura del reino de Dios. Por ello, la llegada de recaudadores y pecadores para estar a la mesa con Jesús y sus discípulos, en un acto de perfecta amistad y comunión, pone de manifiesto que también ellos han dado su adhesión a Jesús constituyendo así un nuevo grupo de discípulos.

Los fariseos profesaban la observancia estricta de la ley y se guardaban escrupulosamente del trato y hasta del contacto con las personas impuras o pecadoras. Por ello, piden a los discípulos una explicación sobre la conducta de su maestro. Jesús los pone en evidencia haciéndoles ver qeu desconocen la interpretación de la Biblia, en concreto el pasaje de Oseas, cap. 6, vers. 6, que afirma: misericordia quiero y no sacrificios. De esta manera, Jesús invierte las categorías de los fariseos que ponían su fidelidad a Dios en el exacto cumplimiento de la Ley y condenaban severamente a los que no la cumplían.

 
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