jueves, 7 de diciembre de 2017

II Domingo de Adviento. Ciclo B. 10-12-2017. Marcos 1,1-8

   Nos vamos acercando a las fiestas de Navidad. Y la alegría va penetrando cada vez más en nuestros corazones. Para memorizar, nos quedamos con el último versículo del evangelio de hoy: "Él os bautizará con Espíritu Santo" (Marcos, 1,8).

   La primera lectura, tomada del profeta Isaías (40,1-5.9-11), nos presenta a Dios que ordena que se nos consuele, pues la deuda por nuestros pecados está totalmente pagada. Pagada con creces. "Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios". Así comienza la lectura. Dios manda que seamos mensajeros del amor de Dios, de su consolación. Pero, ¿cómo vamos a ser mensajeros de consolación si nosotros nunca hemos experimentado la alegría de ser consolados? ¿Cómo, si nunca nos hemos sentido amados por Dios? Aquí está el punto de reflexión para la misa de hoy.

   La segunda lectura (2 Pedro 3,8-14) nos sitúa ante una serie de acontecimientos futuros, pero lo importante es que Dios nos encuentre en paz con él, santos e irreprochables. Esto es lo que debemos tener siempre a la vista. Pero, para lograrlo es necesario contar con el mismo Dios. Acordémonos de Dios muchas veces durante el día, digámosle que lo amamos. Esto nos conducirá a ser santos e irreprochables en su presencia.

   El evangelio, como tantas veces, está relacionado con la primera lectura. En los dos textos se ordena preparar el camino del Señor. Y nosotros podemos añadir: sí, a prepararlo porque se acerca la Navidad.

   ¿Cómo se prepara? Convirtiéndose. No hay otra forma. Es decir, pidiendo perdón al prójimo. ¿De qué te sirve confesarte si no pides perdón? Y si pides perdón a quien ofendiste, Dios ya te perdonó. Es lo que dice la Palabra de Dios. ¡Qué bien prepararíamos el Adviento, la Navidad, si pidiéramos sinceramente perdón al hermano! Es la mejor confesión. Y la mejor realidad para los que esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en los que, por fin, habitará la justicia. Procurad hermanos que Dios nos encuentre en paz, entre nosotros y con Él, siendo inmaculados e irreprochables. Ese día la fiesta será grande, la verán todos los hombres juntos. Debemos decir en voz muy alta al vocero de Dios: alza con fuerza tu voz, anuncia a todos que ya llegó nuestro Dios. Él llega con gran fuerza. Dios nos lleva en sus brazos a los que ya no podemos más.

   Es una fiesta preciosa la que surge de las lecturas de la misa de hoy. Qué maravilla vivirla ya en el preludio de las fiestas navideñas. Pero, no olvidemos vivirla acordándonos con el pensamiento de la cercanía de nuestro Dios. Mantengámonos en su presencia.

   Compromiso: reflexiona sobre cómo te has sentido amado por Dios.


 
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