lunes, 1 de junio de 2015

Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo. Ciclo B. 7/06/2015. Marcos 14,12-16

   Siempre es especialmente gratificante saber que Dios nos ama en Cristo Jesús. Sí, Dios me ama de verdad. Dios nos ama a todos, a tí y a mí. Las lecturas de esta misa se centran en los sacrificios del Antiguo Testamento, posteriormente sustituidos por el de Cristo, de valor infinito y eterno, y cuyo memorial se celebra en la eucaristía. La eucaristía es el sacramento del amor.

   La primera lectura (Exodo 24, 3-8) menciona seis veces la palabra "Señor" para denominar a Dios. Es un lenguaje frecuente en la Biblia. Por esta razón, cuando en el Nuevo Testamento llamamos "Señor" a Jesús, estamos haciendo una referencia a Dios. La sangre de los animales ofrecidos en sacrificio y rociada sobre aquellas gentes, es la sangre de la alianza que hace el Señor con toda la humanidad. El pueblo se siente perdonado de todos sus pecados e impurezas y se compromete a guardar la ley del Señor.

   La segunda lectura (Hebreos 9,11-15) nos habla de la alianza definitiva de Dios con nosotros. La alianza antigua había sido sellada con sangre de animales. La nueva alianza lo es con la sangre del mismo Cristo. Esta alianza tiene el poder de purificar nuestra conciencia de las obras muertas y nos lleva al verdadero y digno culto del Dios vivo. Gracias a Cristo podemos recibir la promesa de la herencia eterna. Es necesario que aprendamos a vivir esta realidad como realidad auténtica, verdadera.

   Esta realidad se hace efectiva cuando recibimos a Cristo en la eucaristía. Nos dice el evangelio de este domingo que Jesús tomó pan, pronunció la bendición y lo dio a todos sus discípulos, no sólo a los apóstoles, diciendo "Tomad, esto es mi cuerpo". Los discípulos comieron. Jesús coge el cáliz y se lo da a beber, diciendo: "Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos". La eucaristía es una alianza. Alianza de Dios con los hombres. Estamos de enhorabuena. Dios nos ama. Sintámonos amados por Dios, en las alegrías y en las penas, todos los días de nuestra vida. Transmitamos esto sin miedo, con gozo, a toda nuestra familia, a nuestras amistades, a todos. Vivámosla con todas las consecuencias. Al vivir la presencia de Cristo en la cena del Señor, no podemos olvidar el vivirla como alianza, no sólo como banquete.

   La alianza entre Dios y los hombres resume toda la gran enseñanza de este domingo. Se rezuma alianza por todos los costados. La antigua alianza y la nueva y eterna por medio de Cristo. Tengamos vivencias de esta alianza, démosle prioridad en nuestra oración diaria. Todo es fruto del gran amor que Dios nos tiene. Saquemos todas las consecuencias y sepamos corresponder una conducta evangélica.

   Compromiso:
   Si no eres capaz de vivirla, al menos trata de comprender lo que significa una alianza de Dios con los hombres.

 
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