El tema que
unifica las tres lecturas de la misa de este domingo se condensa en el final de
la segunda. Es necesario trabajar, no debemos dormirnos. Incluso para vivir
cerca de Dios, para llevar una vida auténtica de relación con El.
Para memorizar,
se propone el final del evangelio que dice: “Al que tiene se le dará y le
sobrará, pero al que no tiene se le quitará”.
La primera
lectura se toma del libro bíblico del antiguo testamento llamado Proverbios (31,
10-13, 19-20. 30-31). Nos habla de la mujer hacendosa que es la riqueza para su
casa. Es muy trabajadora y de ella se fía el marido. Pero, no se queda ahí:
“Abre sus manos al necesitado, extendiendo su brazo al pobre”. Es la mujer completa en
lo humano y en lo divino.
La segunda lectura es de la primera
carta a los Tesalonicenses (5,1-6). Afirma que el día del Señor llegará. Ojala
la muerte nos llegue habiéndonos echado en los brazos de Dios. Durante la vida
acostumbrémonos a echarnos en ellos muy a menudo. Digamoslo muy a menudo. No
durmamos como los demás, si no estemos despejados y vigilantes.
El evangelio de
este domingo, partiendo de una comparación muy humana y muy material, sirve de
soporte a cómo debe ser nuestra vida en relación al reino de Dios. Dos siervos
se preocuparon de la buena administración de los bienes de su Señor y los
hicieron crecer. Otro, simplemente, se ocupó de conservarlos sin acrecentarlos,
y se dio por satisfecho.
El Señor premia
a los dos primeros diciendo a cada uno: “¡Bien siervo bueno y prudente. Como
has sido fiel en lo poco te daré un cargo importante: entra en el gozo de tu
Señor!”.
Sin embargo, el
tercero, el que no había querido aumentar los bienes de su Señor es tratado
como negligente y holgazán. Lo pierde todo por no administrar los bienes de su
Señor de forma productiva.
Como
se ve, para aplicar este evangelio a nuestra vida de creyentes es necesario
proyectarse de lo meramente natural y material a lo netamente sobrenatural.
¿Cuál es el patrimonio que Dios pone en nuestras manos para que lo hagamos
crecer? – Es el amor a la palabra de Dios, a la Eucaristía, el cautivo de la
fe… son bienes preciosos. ¿Qué haremos para contagiar a los demás? ¿Para
hacerlos crecer en los demás? Haz un esfuerzo por acordarte de Dios varias
veces al día: Al entrar en el ascensor, al pasar por delante de una iglesia, o
por delante de tal sitio por donde pasas con frecuencia, al salir de casa,
… Son cositas que te llevaron muy poco tiempo, no te ponen en peligro de caerte
y te hacen vivir más en la presencia de Dios. Si lo practicas y vas propagando
la idea a la vez que cumples el mandamiento del amor, estás trabajando por el
reino de Dios acrecentando el grupo de los que lo aman.
Palabras clave: brazos
Compromiso: proponte hacer lo que te enseña este comentario.