miércoles, 28 de julio de 2010

Domingo XVIII del Tiempo Ordinario. 01/08/2010. Lucas, 12,13-21

   En el evangelio de hoy se narra la parábola del rico necio. Se trata de un hombre rico que tiene una gran cosecha y no le cabe en los graneros que posee. Entonces, los derriba y construye otros bastante más grandes, almacenando allí todo el grano y el resto de su cosecha. Y se dirá a sí mismo: "Tienes bienes acumulados para muchos años, así que túmbate, come, bebe y date buena vida". Pero, Dios le dice: "Necio, esta noche te vas a morir. Lo que has acumulado, ¿de quién será?". Esto sucederá a quien amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.

   En los evangelios, cuando se habla de pobres, se habla de los indigentes, los que no tienen tierra, a menudo carecen de techo y viven continuamente amenazados por el hambre y la desnutrición. En la época de Antipas, había aumentado el número de indigentes y gente que buscaba trabajo; también, consecuentemente, el de prostitutas.

   En el relato evangélico de hoy, se menciona a un terrateniente que sólo piensa en construir grandes almacenes para guardar su grano, sin pensar en los necesitados. Jesús no sólo denuncia lo que se opone al reino de Dios sino que, además, sugiere un estilo de vida más de acuerdo con el reino del Padre. Introduce un nuevo modelo de comportamiento social. La sociedad que entra en la dinámica del evangelio, cambia completamente.

   Los israelitas consideraban que una cosecha tan desmesuradamente abundante era una bendición de Dios. Pero, según la tradición de Israel, José - administrador del faraón de Egipto - almacena el grano sobrante para que el pueblo no pase hambre en tiempos de escasez. No es esta la intención del rico de la parábola de hoy, que sólo piensa en comer, beber y darse buena vida. En eso, solamente, piensa gastar su abundante cosecha. No piensa en las necesidades de los demás. No piensa que el primer fin de lo que hay en la tierra es para cubrir las necesidades básicas de todos y no sólo las de un particular.

   Para este rico necio, los pobres no tienen derecho a disfrutar de las cosechas con que Dios bendice la tierra de Israel. Él es sumamente necio pues no sabe que puede morir en cualquier momento y, de hecho, morirá esa misma noche. Y la pregunta es ¿para quién serán tantos bienes? ¿pleitarán tus herederos?

   La parábola de Jesús es un desafío para aquella época y para todo el sistema actual. En nuestra cercanía hay gentes muy necesitadas y a las que Cáritas, con nuestras aportaciones, ayuda continuamente. Pero, es de doler sumamente que existan pueblos enteros muriendo de hambre; esos seres esqueléticos, hermanos nuestros, que a menudo nos presenta la televisión. ¿Es que entre los cristianos y los hombres de buena fe, debidamente organizados, no podríamos acabar con esa lacra humana? Sobran las palabras. Es necesaria la acción. No me refiero a acciones violentas que perjudican a inocentes y no es propio del reino de Dios. Pero sí es necesario y con urgencia tomar las decisiones oportunas. Los cristinanos debemos dar ese testimonio.

   Compromiso:
   Ser más expléndido con Cáritas, teniéndola en cuenta el día en que se pide para ella en la misa dominical.  

lunes, 19 de julio de 2010

Domingo Solemnidad de Santiago Apóstol. 25/07/2010. Mateo, 20, 20-28

   La madre de los Zebedeos pide a Jesús que dé a sus dos hijos los mayores puestos en su reino, el reino que ella piensa que Jesús va a establecer en este mundo. Jesús les pregunta: "¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?" Es decir, "¿sois capaces de pasar tan mal trago como el que voy a pasar yo?" Los discípulos Zebedeos están dispuestos a todo con tal de conseguir el poder y contestan a Jesús afirmativamente. Los otros discípulos protestan indignados contra los dos hermanos. Jesús toma la palabra y reuniéndolos  empieza a hablarles sobre el servicio a los demás. Les dice: " El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo". Para Jesús, la grandeza o la primacía no son consecuencia del dominio, sino del servicio. Así, Jesús no vino para que le sirvan, sino a servir dando la vida en rescate de muchos.

   Pero, esto que tiene aplicación para todos nosotros y de ello debemos preocuparnos y a ello debemos atenernos, la tiene también en todos los aspectos de la vida. No es lo mismo contemplar una profesión única y exclusivamente desde un puro prestigio personal y enriquecimiento, que tener como punto de mira el bien de la humanidad. Esta reflexión coge muy de lleno a los predicadores y a los teólogos. Urge una atención seria y profunda a los signos de los tiempos como fue deseo del Concilio Vaticano II. Juan XXIII, y con él el Concilio, tenían muy claro que las cosas en la iglesia no siempre habían sido como son ahora. Hay cosas que, con el evangelio en la mano, con una exégesis correcta y el testimonio enriquecedor de la historia, pueden alumbrar una actualización de la iglesia en relación con los signos de los tiempos. Esto, hoy día, es un servicio que es necesario realizar porque hay mucha gente que sufre a causa de las intransigencias dentro de una iglesia institucional. El cura predicador debe tenerlo muy en cuenta. Debe considerar que Dios habla también a través de la historia y de los signos de los tiempos. Debe prepararse y modernizarse teológicamente. Pero, también los fieles han de saber comprender al sacerdote que predica con fundamento aunque de manera actualizada.

   Como resumen, recordar que conforme al evangelio de hoy, el servicio de Dios y el servicio del hombre constituyen el sentido, el horizonte y la meta de cada uno de nosotros y de toda profesión, incluída la teología, que para ello no puede olvidar los signos de los tiempos.

   Compromiso: actualizarse en el servicio de Dios y del hombre.

miércoles, 14 de julio de 2010

Domingo XVI del Tiempo Ordinario. 18/07/2010. Lucas 10, 38-42

En este evangelio, Jesús se hospeda en casa de dos hermanas: Marta y María. Esta última se quedó sentada a los pies del Señor escuchando su palabra, mientras que Marta, que quizá ya había estado también hablando y dialogando con el Señor, se puso a preparar el servicio. El trabajo la agobiaba y pide al Señor que le mande a María para que le ayude. El Señor le contesta como diciéndole que no prepare tantas cosas, que con una ya es suficiente, puede ser unas aceitunas. Esto lo ha entendido bien María que se encuentra muy a gusto escuchando al Señor. El no le mandará marchar.
Este evangelio ha sido muy controvertido desde el principio. Prueba de ello es que existen seis variantes en los documentos antiguos, lo que básicamente da lugar a dos lecturas diferentes. Una entiende que "pocas cosas o sólo una es necesaria". La otra afirma sin más que "sólo una es necesaria". Sea como sea, no existe consenso entre los intérpretes respecto al significado básico de la historia. Lo que sí está claro es que este texto evangélico se refiere a una situación determinada de la vida de la iglesia primitiva y no a un episodio de la vida de Jesús. Un problema de dicha iglesia que trata de solucionarlo recurriendo a cómo se piensa que obraría Jesús. Pero en este evangelio, se habla de Jesús como resucitado, pues continuamente se le llama "Señor". El texto no apela a la autoridad del Jesús histórico, sino a la del Señor resucitado. Y esto es importante saberlo.

También nosotros, ante problemas de nuestra vida, deberíamos preguntarnos ¿qué haría el Señor en nuestro caso? Al Señor resucitado me refiero. No estamos acostumbrados a hacernos así la pregunta, es decir, a ver las cosas desde el futuro que nos espera, junto al Señor resucitado que vive para siempre. Estamos mucho más acostumbrados a ver al Cristo doloroso que al Señor resucitado.

Este evangelio se interpreta a menudo, como relato de una comida ordinaria, pero no es así. En él aparecen las palabras griegas "diakoniam" y "diakonein". Estas palabras, en tiempos de Lucas ya eran términos técnicos para designar el liderazgo eclesial. Y, según los escritos paulinos, tanto mujeres como hombres podían ser misioneros y dirigentes de las iglesias. Es amplia la explicación de esta temática, pero sí es cierto que la palabra "diakonian", en la época del evangelio de hoy, se refiere al servicio eucarístico en la iglesia doméstica. Por ello, está muy acertada la exigencia de las católicas que reivindican el servicio de poder presidir la eucaristía y predicar como lo hacen los hombres sacerdotes. Como me decía una monja benedictina: "tardará, pero tiene que llegar".

Práctica:
Mentalizarse en que Jesús no hizo distinción entre el hombre y la mujer. Hay bastantes datos.

lunes, 5 de julio de 2010

Domingo XV del Tiempo Ordinario. 11/07/2010. Luc. 10,25-37

   Del comienzo del evangelio de hoy podemos sacar una preciosa oración para rezar diariamente, especialmente por la mañana al levantarnos. Podría ser la siguiente: "Quiero amar al Señor, mi Dios, con todo mi corazón y con toda mi alma y con todas mis fuerzas y con todo mi ser. Y al prójimo como a mi mismo". La repetición de la conjunción "y" le da mucha fuerza a la oración. Pero, no olvides lo del prójimo, que fácilmente nos sucede.

   El evangelista Lucas relata a continuación la parábola del buen samaritano. No obstante, según algunos exégetas, Jesús la relató en otro momento distinto refiriéndose a la gran misericordia de Dios. La principal razón que dan para afirmarlo es que Mateo y Marcos refieren también el diálogo con el maestro de la Ley, pero omiten la parábola. Lucas elabora la unión de ambas cosas.

   Leída o recordada la parábola podemos hacernos varias reflexiones. ¿Qué hay que pensar de quienes confían totalmente en la observancia de la ley religiosa y en el culto de la iglesia? ¿Será verdad que Dios funciona no desde lo elaborado por la religión sino, más bien, desde su infinita misericordia?. Para captar bien el mensaje de esta parábola no debemos situarnos desde la perspectiva del buen samaritano, sino desde la del herido caído en la cuneta. Este necesita misericordia en cantidad; de lo contrario, se muere en medio de grandes sufrimientos. Según lo dicho anteriormente, Jesús no relata esta parábola para explicar quién es nuestro prójimo. Lo hace en otro momento, para hablarnos de la misericordia infinita de Dios, aunque Lucas lo haya juntado.

   ¿Será verdad que la última palabra no la tiene la ley, que nos juzga, sino la misericordia de Dios que recibe nuestra oración clamorosa? El sacerdote y el levita obraron conforme a leyes religiosas y pasaron de largo. No desean quedar impuros por tocar a un desconocido ensangrentado y medio muerto. Sin embargo, el samaritano no se siente obligado a esas leyes religiosas que le quitan de ser humano en un momento determinado. El samaritano es un hereje irreconciliable para aquella sociedad religiosa judía. Y este hereje es el que acude en ayuda del apaleado tirado contra la cuneta. El hereje samaritano socorre expléndidamente al que se supone creyente judío, su gran enemigo.

   Ante este hecho, uno se pregunta: ¿Habrá que reordenarlo todo dando primacía absoluta a la misericordia? Debemos ver en la misericordia el mejor camino para entrar en el reino de Dios. Incluso debemos llegar a ser desleales al propio grupo institucional para identificarnos con el sufrimiento del herido tirado en la cuneta. Es la sana teología de la liberación.

   Práctica:
   Acostúmbrate a reflexionar sobre Dios desde el punto de vista de la misericordia.

 
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