jueves, 20 de febrero de 2020

VII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 23-2-2020. Mateo 5,38-48

     Este es un domingo en que la enseñanza principal de cada una de las tres lecturas es la misma: la santidad, nuestra santidad. El texto que se propone para meditar y recordar se toma del Levítico, de los comienzos de la primera lectura, y dice: "Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo". Debemos recordarlo muchas veces durante la semana y vivirlo.

     La primera lectura es del libro bíblico llamado Levítico (19,1-2). Además de la frase mencionada para recordar, es importante lo de reprender al prójimo, aunque debe hacerse siempre con suavidad para no herir, pues amarás a tu prójimo como a ti mismo.

     En nuestro deseo de ir tras la santidad, tengamos presente el Salmo 102, que nos recuerda que el Señor es compasivo y misericordioso.

     1 Corintios 3,16-23 nos transmite la segunda lectura. En ella se continúa con el tema de la santidad. Debemos ser santos porque somos templo de Dios, y el templo de Dios es santo. Cuando entramos en una iglesia, en un templo, notamos algo especial, es un lugar santo, muy apropiado para hacer oración, para recoger nuestro espíritu. Nos dice que el templo de Dios es santo, pero a la vez añade que ese templo somos nosotros. Y termina la lectura afirmando que todo es nuestro, los que nos predicaron, los que nos llevaron a Cristo  nos acercaron a Dios, la vida, la muerte, el presente, lo futuro...  Todo es nuestro, y por eso debemos echarnos, sin pensarlo más, en los brazos de Dios. Hágase Señor tu voluntad. Dilo continuamente: en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad. Todos los días de tu vida.

     Entramos en el evangelio, tomado de Mateo 5,38-48. El comienzo de la primera lectura coincide, en su significado, con el final del evangelio. En efecto, "sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo", viene a decir lo mismo que "sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto". Se nos señala el espíritu del camino que debe seguir el creyente cristiano. En principio, hay que tener siempre cuidado en que nuestra conducta no lleve a perjudicar a otro. A quien quiera quitarte la túnica, no debes darle también el manto. Puedes coger una pulmonía y, con ella, perjudicar a los tuyos. El ser buenos ante Dios no quita el tener sentido común en nuestra forma de proceder. El evangelio de este domingo dice, casi al final, que debemos saludar a todos, es decir, hablar con todos. Es un consejo excelente. Cuando hablamos con la gente, se presentan multitud de ocasiones en que podemos hablar de Dios. Llevar a los demás hacia Dios. Como diría el actual Papa Francisco, hay que ser iglesia en salida, salir afuera del edificio de la iglesia para hablar de Dios.

     El evangelio de hoy es un evangelio del perdón, perdón que sólo pueden darlo las víctimas. ¿Cómo podemos hacer para que nuestras comunidades cristianas acepten la Buena Noticia de saber perdonar a los demás y sepan llevar a los demás a reconciliarse en medio de las fracturas que producen las ideologías existentes, la xenofobia, la competitividad, etc.?



     Compromiso:
     Ponte uno tu mismo.



 
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