martes, 3 de enero de 2012

Domingo Fiesta del Bautismo del Señor. Ciclo B. 08/01/2012. Marcos, 1,6b-11

   Comienza el evangelio de hoy haciendo una aplicación metafórica de la ley judía del levirato. Cuando un hombre moría sin hijos, la ley prescribía que el hermano o un pariente próximo del difunto debía casarse con la viuda, de manera que los hijos que de ahí nacieran deberían ser considerénados hijos del difunto.  Si el hombre que tenía derecho a casarse con la viuda renunciaba a ello, otro podía apropiarse tal derecho. Esto se expresaba con una ceremonia en la que el pretendiente soltaba y quitaba las sandalias del que cedía, indicando así que se apropiaba de su derecho y tomaba su puesto.

   Israel se ha separado de Dios, se ha quedado sin Dios y es infecunda. ¿Quién le dará la fecundidad? No es Juan el que debe darle la fecundidad, es el que viene detrás de él, Jesús. Hablando de Israel, el esposo, según el Antiguo Testamento, tiene un papel exclusivamente divino. Por esta razón, Jesús es el nuevo esposo de Israel, o mejor, del nuevo pueblo de Dios que sobrepasa al pueblo de Israel. Nace, por lo tanto, una nueva alianza cuyas características vamos a ver a continuación.

   En el versículo 8 dice Juan el Bautista: "Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo".

   Juan, según bautiza sólo con agua, va anunciando que viene detrás otro que bautizará con Espíritu Santo. Son los mismos individuos los que han de recibir ambos bautizos. No podrán recibir el Espíritu Santo los que no hayan renunciado a las injusticias del pasado, que es lo que se pide en el bautismo de agua que realiza Juan. Esto me hace pensar que sería muy conveniente exigir al muchacho la renuncia clara y manifiesta, con una buena catequesis y preparación, de toda injusticia antes de recibir la confirmación. El bautismo - lluvia de Espíritu Santo - es vida para el futuro. Efecto típico del Espíritu es hacer que el hombre pertenezca a Dios. La fidelidad a Dios no debería depender de que exista una ley exterior que nos coaccione a cumplir, sino que dicha fidelidad nacerá del Espíritu que se nos comunicó. La norma externa queda sustituida por el impulso interno del Espíritu. Esa es la característica de la nueva alianza.

   Jesús no tiene injusticias a las que deba renunciar, pero se somete al simbolismo del bautismo de Juan. Dice el evangelio que mientras subía del agua, Jesús vió rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Es, sin duda una experiencia personal y mística del propio Jesús. Los cielos, en este evangelio no se abren, se rasgan. El compromiso de Jesús rasga el cielo, rompe la frontera en Dios y el hombre. Dios es padre en las alegrías y en las penas. Está cercano a nosotros. Lo rasgado queda irrevocablemente abierto, no hay cremallera ni botones para cerrarlo. Es el valor supremo de la entrega de Jesús, que es el Hijo amado, el predilecto.

   Compromiso:
   Renuncia eficaz y manifiestamente a las injusticias y ábrete al Espíritu.

 
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