miércoles, 28 de agosto de 2019

XXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 01/09/2019. Lucas 14, 1.7-14

   Hoy está clara la línea que siguen las lecturas de la misa: la humildad ante Dios, ante los demás y ante nosotros mismos. Como frase preferida para recordar se propone la de la segunda lectura, que dice: "Vosotros os habéis acercado...a las almas de los justos, que han llegado a la perfección, y al Mediador de la nueva alianza: Jesús".

 Eclesiástico, 3, 17-20.28-29 nos proporciona la primera lectura. Debemos conducirnos con humildad es su propuesta. Así, alcanzaremos el amor de los hombres y el de Dios. Este te irá manifestando sus secretos y sus enseñanzas. No lo olvides. Pero, la humildad no debe ahogar la verdad, dicha con sencillez y con energía cariñosa.

   La segunda lectura nos la ofrece Hebreos 12, 18-19.22-24a. Los amigos de Jesús no tienen un recuerdo temeroso, de miedo de Dios cuando manifiesta su presencia. Antes, las apariciones de Dios producían miedo, terror. Ahora, estamos cerca de El, gracias al Mediador Jesús y con él, gracias a las almas de nuestros familiares y justos que han alcanzado la perfección.

   En la lectura evangélica de este domingo, Jesús no pretende darnos un resumen de comportamiento social en los banquetes, sino una lección sobre el valor de la humildad como virtud. Muchos de nuestros males pueden provenir del orgullo, de la ostentación, de la vanidad. La humildad es imprescindible para la vida de oración y de unión con Dios y para el trato y caridad en nuestra relación con los demás. La humildad es imprescindible para avanzar en la unión con Dios y en el amor hacia El. La unión con Dios tiene su raíz en el valor sanativo de la Eucaristía. Debemos tenerlo muy presente. Para recibir la Eucaristía es necesario que nos echemos en los brazos de Dios, de Cristo. Echarnos en sus brazos humildemente con nuestros pecados, confiando en que somos perdonados, de verdad, de todos ellos. La eucaristía tiene un gran valor sanativo, porque es el mismo Señor Jesús a quien recibimos y él, a la corta o a la larga nos sana, y nos mantiene sanos. Sanos de alma. Jesús está por encima de todos los sacramentos. El es el verdadero sacramento. Y en él, humildemente, debemos depositar toda nuestra confianza, y todo nuestro amor.

   Y para la práctica del mandamiento del amor para con los demás es necesario saber no ser soberbios, no querer montar por encima de los demás. En una palabra, saber perdonar siendo humildes, aunque sin dejar a un lado nuestras obligaciones. Es difícil un equilibrio, a menudo. La práctica nos irá enseñando, pero intentémosla con amor y comprensión, apoyándonos en la humildad.

   Compromiso:
   Meditar sobre el carácter sanativo de la eucaristía.

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.