lunes, 25 de mayo de 2015

Solemnidad de la Santísima Trinidad. Ciclo B. 31/5/2015. Mateo 28,16-20

   Como otras muchas veces, la Trinidad de Dios se manifiesta en las lecturas de la misa. En la primera, la grandeza de Dios aparece elocuentemente en medio de su pueblo. Las otras dos claramente nos sitúan delante de las tres personas divinas. Es un misterio, como tal, incomprensible pero que expresan lo maravilloso de la vida divina, donde hay plena actividad de amar y relación, dentro de un único Dios. La verdad, que Dios no se aburre aunque no existiéramos nosotros.

   La primera lectura retrata a Dios junto a su pueblo escogido (Deuteronomio 4,32-34,39-40). El pueblo de Israel ha ido adquiriendo, a través de los tiempos, unas experiencias maravillosas de lo que es relacionarse con Dios. Es un pueblo que ha pecado, y mucho, como cualquier ser humano puede hacerlo. Pero siempre ha sabido volverse a Dios, arrepentido. El hecho de arrepentirse, sintiéndose de verdad perdonado porque Dios nos ama, proporciona, generalmente, una experiencia espiritual profunda. Aquel pueblo de Dios no necesitó inventar la confesión. Como nos dice la lectura, meditemos en nuestro corazón que "el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra".

   La lectura segunda (Romanos 8,14-17) comienza con una expresiva afirmación: "Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios". El espíritu les hace gritar ¡Padre! Reconocen con facilidad la presencia de Dios, un Dios que está cerca de ellos. El que se deja llevar por el Espíritu goza de una gran libertad para las cosas de Dios y no se siente coaccionado ni por la misma jerarquía, si ve claro que las cosas de Dios van en otra dirección. Al mismo tiempo, es manifiesta su confianza en Dios y su cercanía a El. En una palabra, su vida de oración.

   En el evangelio, se ven algunos rasgos típicamente judíos. Jesús y los mismos evangelios son hijos de su tiempo. Los once se van a Galilea y suben a un monte. Es el lugar donde se manifiesta Dios y Jesús tiene el rango de Dios, y verdaderamente lo es. El mismo les ordenó ir. Pero, aunque lo ven, algunos tienen sus dudas, no lo reconocen. ¿Por qué? ¿Será porque en el monte la presencia de Dios y, ahora de Cristo, es espiritual, mística, aunque muy fuerte, muy intensa, muy interior? Sin embargo, la realidad se impone, es realmente Jesús. La experiencia debió llegar a lo más hondo del alma.

   Y se les da un mandato. El de ir por todo el mundo, hacer discípulos y bautizarlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y dice Jesús: "Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos". Antes, el monte como lugar de la presencia de Dios en la cultura judía. Ahora, esta promesa final, llena de profundas experiencias religiosas en la misma cultura. Dios se manifiesta humanamente a los humanos. Así, cuando dos o más judíos estudiaban juntos la Biblia, Dios habitaba claramente entre ellos. La misma presencia se nos promete a nosotros si, junto con otros, trabajamos por extender el discipulado. Pero, no sólo de puertas adentro, si no, como quiere Francisco, saliendo de la iglesia, es decir, de puertas afuera.

   Compromiso:
   Examina tus experiencias espirituales.

 
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