miércoles, 11 de febrero de 2015

VI Domingo del Tiempo Ordinario. 15/02/2015. Ciclo B. Marcos 1, 40-45

   Hoy, vimos íntimamente relacionadas la primera y tercera lecturas en cuanta en las dos aparece la figura del leproso. La primera se toma del libro bíblico Levítico (13, 1-2. 44-46). En ella se habla de la forma de proceder que han de tener los llamados leprosos en aquella época, incluida la de Jesús. Según esta lectura, Dios afirma quién es impuro y también lo hace el sacerdote. Sin embargo, dentro de nuestra cultura y religiosidad, sabemos que Dios no nos declara impuros por tener unas manchas o erupciones en la piel y menos tener que andar diciéndolo por los caminos en voz alta. Dios no obra así. No nos declara impuros por estas cosas. En la primera lectura se manifiesta solamente como  era la cultura de la época. Una cultura que buscaba a Dios, aunque fuera de manera equivocada.

   La segunda lectura, de la primera carta a los Corintios (10, 31-11,1) nos expone lo que Pablo acostumbra hacer en su entorno. Los cristianos judíos tenían como obligación sagrada determinadas prácticas, cosa que para los cristianos griegos no lo eran. ¿Qué hacía Pablo? No escandalizaba a nadie. Con los griegos se comportaba como griego, y con los judíos como judío. Es decir, Pablo, estuviera con unos o con los otros, procuraba no herirlos en sus sentimientos religiosos cristianos. ¡Qué bonito sería convivir hoy todos los cristianos, conservadores o progresistas, no tratando de hacer más pesada nuestra carga y respetándonos mutuamente dentro de la iglesia!

   El evangelio de hoy es maravilloso y de mucha actualidad, siguiendo en la línea de la lectura anterior. Se trata no propiamente de la curación de un leproso, sino de su limpieza, de su purificación. Es un leproso que no tiene nombre, no se sabe de donde viene no donde se encuentra con Jesús. Parece que todos estamos representados en él. Jesús empieza a ponerse abiertamente en contra de la discriminación que la propia Ley de Moisés determina. El leproso era una persona con  manchas en la piel u otras afecciones. No podía acercarse a la gente, tenía que vivir en descampado y avisar en voz alta para que nadie se le acercara. Era la discriminación absoluta. Ahora empieza Jesús a exponer el mensaje del Reino de Dios en toda su radicalidad. Jesús viola la ley sagrada de Moisés tocando y limpiando al leproso. Jesús empieza a luchar abiertamente contra la marginación de la gente. Pero no le basta eso. En aquella época, siempre según la ley sagrada de Moisés, el leproso tenía que presentarse al sacerdote y someterse a unas muy duras condiciones. Con la intención de que experimente en su propia carne la dureza de la ley considerada como proveniente de Dios, Jesús pide al leproso que vaya al sacerdote y cumpla todo lo prescrito. De esta forma, al sufrir en su propio cuerpo la dureza de esa ley, hará que el leproso tome conciencia de la injusticia de que ha sido objeto y se sienta realmente liberado de toda injusta discriminación.

   Hoy, en nuestra Iglesia Católica, existen también discriminaciones que se apoyan en exégesis no muy concretas de los textos sagrados. El Papa Francisco es muy consciente de ello y trata de llevar a la Iglesia por el camino correcto. Exijamos y cubramos el cuestionario que tienen obligación de entregarnos en las iglesias, en el que entran cuestiones como la de la comunión a los divorciados vueltos a casar, o las parejas de hecho.

 
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