jueves, 25 de agosto de 2011

Domingo XXII del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 28-8-2011. Mateo, 16, 21-27

Con el evangelio de hoy comienza una nueva sección, y en ella Jesús empieza a mostrar la inevitabilidad de su muerte. Ella será consecuencia de su toma de posición contra la ideología injusta del poder.

Jesús tiene que padecer de mano de los senadores, sumos sacerdotes y letrados y será ejecutado. Al tercer día resucitará. Los senadores o ancianos eran los miembros del Gran Consejo o Sanedrín y eran los grandes terratenientes. Los sumos sacerdotes ocupaban los altos cargos de la jerarquía sacerdotal. Los letrados, en su mayoría miembros del partido fariseo, formaban el tercer grupo del Gran Consejo del Sanedrín. Este Gran consejo, representante de todas las clases dirigentes, va a pasar a la acción contra Jesús. Pronunciará la sentencia de muerte, no en nombre de Dios, sino de “su dios”, aunque ellos digan lo contrario. Dios no quiere la muerte de Jesús, pero esta se ha hecho inevitable por la oposición de los dirigentes al buen mensaje de Jesús, cuya misión consistía en liberar de la opresión religioso-política que se ejercía por las instituciones y sus representantes religiosos o civiles.

Jesús sufrirá la oposición implacable de las autoridades que lo condenarán a muerte, pero Dios Padre lo resucitará al tercer día, es decir, en un breve espacio de tiempo, según la fórmula literaria consagrada entre los judíos.

Pedro, que el domingo pasado expresaba la fe auténtica, ahora no acepta lo que se deriva de ella. Coge aparte a Jesús y lo increpa duramente. El verbo que usa el evangelio es fortísimo e indica que Jesús, como destinatario de la increpación, se opone al plan de Dios. Una cosa es aceptar la fe y otra defenderla hasta el final, incluso con peligro de perder la vida. Es lo que Pedro no acepta, y Jesús se ve obligado a rechazarlo con la fuerza con que rechazaba a satanás. Pedro desconoce aquello de que “sangre de mártires es semilla de cristianos”. Nunca hay que renegar de la fe; hay que defenderla hasta el final, aunque suponga la vida. A dios hay que defenderlo siempre, cueste lo que cueste. Como dice el mismo Jesús, “si uno quiere salvar su vida, la perderá, pero si la pierde por mí, la encontrará”. El Hijo del Hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta”.

Pero, volviendo a la reacción de Pedro, “un Dios crucificado” nos obliga a cuestionar todas las imágenes que nosotros nos hacemos de Dios. ¿Qué hace Dios en una cruz? Con Dios en la cruz o se termina nuestra fe en él, o empezamos a creer en él de otra manera.

Compromiso: ¡¡Ábrete al misterio increíble de un Dios que te ama de manera insospechada!!

 
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