miércoles, 17 de junio de 2009

Domingo XII del Tiempo Ordinario. 21/06/2009. Marcos 4, 35-40

En el evangelio de hoy, un grave problema, existente en la primitiva iglesia, se traslada a la propia vida terrena de Jesús, como sucedido en ella. Facetas de la historia de los primeros cristianos se relatan con Jesús como protagonista. Ello es característico del género literario llamado "evangelio". Para comprenderlo, en este evangelio, es necesario corregir algo la traducción española del misal, aunque parezca ser lo mismo. El relato evangélico de hoy debería comenzar así: "Aquel día, caída la tarde". Para Marcos, "aquel día" es el de la muerte - resurrección - exaltación de Jesús.

Cruzar al otro lado del mar es salir del territorio judío y adentrase en tierras paganas. Cruzando el mar de Galilea entramos en el territorio pagano de la Decápolis. Pero lo cruzan "aquel día", es decir, después de la muerte de Jesús, lo que nos sitúa en la vida de la primitiva iglesia. Y los que cruzan el mar con Jesús, para evangelizar a los paganos, no siempre comprenden el por qué hay que hacerlo. Son judíos y, para ellos, los paganos no tienen derecho a una plena salvación. Como no lo comprenden, por eso Marcos añade la expresión "al atardecer" (v. 35) que siempre connota la ausencia de luz, figura de la incomprensión de los que acompañan a Jesús.

A Jesús lo llevan en barca, como estaba; pero otras barcas lo seguían. En la literatura antigua, una barca representa una comunidad. A Jesús lo siguen varias comunidades (barcas). Pero hay una barca o comunidad que se lo lleva. El verbo llevar, en Marcos, significa tomar consigo a una persona con exclusión de los demás: arrebatarla para sí, monopolizarla. En este caso, parece que existen dos grupos: la comunidad o barca que arrebata a Jesús, llevándolo, y otras comunidades o barcas que también lo siguen. Los exégetas coinciden en afirmar que la primera barca es la de los cristianos de tendencia judaizante que quieren adueñarse de Jesús. Los miembros de las otras comunidades o barcas no tienen la ideología o pensamiento judío y son dejados a un lado, pero siguen a Jesús porque "estaban con él".

Estalla la tempestad. Esta reproduce, a su modo, el episodio de Jonás en la nave (Jonás, 1). Véase. Jonás, enviado a un pueblo pagano, rechaza el mandato divino y, como consecuencia, se produce una tempestad que pone en peligro la vida de todos. Jonás dormía, como ahora Jesús. Pero Jonás reconoce su culpa y los discípulos judaizantes, que son los que llevan a Jesús en la barca, no la reconocen.

Jesús habla al viento y al mar como si fueran seres personales. Para los fariseos, el valor supremo era la institución, no el hombre. Los discipulos que llevan a Jesús en la barca piensan de la misma manera; son judaizantes y buscan la gloria de Israel, no el reino de Dios que desea Jesús. En esa barca es donde se nota la tempestad, en las otras no. Los que van en la barca de Jesús no tienen gran fe. No saben ver los signos de los tiempos de los que nos habla el Vaticano II. No tienen la suficiente fe para captar los valores evangélicos que pueden aparecer en otra mentalidad tan distinta, como la que nos presenta el mundo de hoy.

Práctica:
Muchas parroquias están dominadas por grupos más o menos (o muy) conservadores y no son capaces de admitir grupos cristianos, de una fe grande, pero con una mentalidad más abierta a los signos de los tiempos. El diálogo entre todos ellos no se quiere admitir. Prevalece la institución, la curia vaticana, y por muchas medidas conservadoras que se adopten la descristianización avanzará. La tempestad está ahí. ¡¡¡Qué esperáis hombres de poca fe!!!

 
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