sábado, 30 de agosto de 2008

Domingo XXII del Tiempo Ordinario. 31-8-2008. Mateo, 16,21-27

En el evangelio de hoy, Jesús comienza afirmando que va a padecer a manos de los senadores, sumos sacerdotes y letrados; que será ejecutado y que resucitará al tercer día

Para comprender la tensión que se vive entre Jesús y las instituciones oficiales que lo conducirán a morir ejecutado, es preciso conocer la clave que da sentido a la vida del propio Jesús. Este ha dedicado su tiempo, sus fuerzas y su vida entera a lo que él llama "reino de Dios". Este es el núcleo de su predicación, su convencimiento más profundo, lo que anima toda su actividad. El "reino de Dios" es la clave para captar el sentido que Jesús da a su vida, y para entender el proyecto que quiere ver realizado en su propia tierra y en todo el mundo. Hasta tal punto, y aunque sorprenda a más de uno, Jesús solamente habló del "reino de Dios", no de la "Iglesia". El "reino de Dios" aparece 120 veces en los evangelios sinópticos; sin embargo, la "iglesia" sólo aparece 2 veces: Mateo,16,18 y 18,17. Como se ve, el término "iglesia" no es con toda la claridad un término empleado por Jesús. El "reino de Dios" lleva toda la primacía. Dios se interesa realmente por la vida de las gentes, no tanto por cuestiones religiosas que a ellas se les escapan: el "reino de Dios" responde a sus aspiraciones más hondas. Entrar en el "reino de Dios" es provocar una revolución social. Para ello, es necesario salir de los imperios o del juego que imponen los poderosos del dinero, los jefes de las naciones o las jerarquías religiosas. Tocar a estas gentes, de una forma o de otra, supone, a menudo entrar en graves problemas. Los senadores, mencionados al comienzo, eran grandes terratenientes y el núcleo del partido saduceo. Los sumos sacerdotes ocupaban los altos cargos y eran también del partido saduceo.El tercer grupo del Gran Consejo eran miembros, en su mayoría, del partido fariseo. Y todos ellos, según el versículo 21 de este evangelio, so los que van a hacer que Jesús padezca lo indecible y los que, en definitiva, harán que sea ejecutado. El "reino de Dios" no es la Iglesia como institución. La institución eclesial puede sucumbir y realizar sus alianzas opresoras con los ricos y poderosos. El "reino de Dios" es gracia antes que juicio; los pecadores y las prostitutas pueden alegrarse, beber vino y cantar junto a Jesús. Estas comidas los van curando desde dentro. Dios no es un juez, es un amigo que se les acerca ofreciendo su amistad. Esos pecadores y prostitutas pasan de la discriminación social a la amistad con Jesús, que les devuelve su dignidad y los va acercando a Dios. Hoy, no podemos extendernos más para explicar el "reino de Dios". Pero, no cabe duda, las consecuencias de su predicación fueron el principal explosivo que llevó a Jesús a sufrimientos indescriptibles y a la muerte.

viernes, 22 de agosto de 2008

Domingo XXI del Tiempo Ordinario (24-8-2008). Mateo, 16,13-20

En este evangelio, se proponen dos cuestiones fundamentales: 1º) Jesús no es un profeta más, es el Mesías esperado, y 2º) la fundación de la Iglesia, prescindiendo de si es o no jerárquica, o mejor, del tipo de jerarquía que va a tener.
Sobre el primer aspecto, Jesús pregunta a los discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo de Hombre?".
Según ellos, la gente piensa que Jesús es uno de los profetas que existieron, por ejemplo, una reencarnación de Juan Bautista, de Elías o de Jeremías. Para la gente, Jesús no presenta una ruptura con el pasado, sino que es una continuidad del mismo. Al fin y al cabo, para ellos es un profeta más que no aporta novedades.
Jesús les pregunta a continuación: "Y vosotros ¿Quién decís que soy yo?". En nombre de todos, Pedro toma la palabra y dice: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Jesús lo admite, pero prohíbe a los discípulos que lo divulguen.
En cuanto al segundo aspecto, Jesús le dice a Pedro: "Tu eres PIEDRA y sobre esta ROCA voy a edificar mi Iglesia […]".
Se ha de afirmar con toda la energía, que el texto evangélico que se va a leer en todas las parroquias españolas no está bien traducido pues no contrapone PIEDRA a ROCA, por el contrario, dice así: "Tu eres PIEDRA y sobre esta PIEDRA voy a edificar mi Iglesia […]".
Nos fundamentamos en que las palabras del original griego son distintas. La primera, significa PIEDRA para construir, por ejemplo una casa. La segunda, por el contrario, significa ROCA inamovible, dura, que no puede deshacerse; sería el cimiento totalmente perfecto para construir una casa que jamás se hundiría. Por eso digo que la traducción propuesta por la jerarquía no es exacta. Como consecuencia, no se favorece el ecumenismo ni la eliminación de posibles ideologías, que se entremezclan con las perlas preciosas de la verdad con que Dios nos hace crecer como personas y como creyentes.
La PIEDRA, pues, representa no sólo a Pedro, sino a todos los discípulos de aquella época y, si tenemos fe, a nosotros también. Somos PIEDRAS que puestas sobre la ROCA, que es Jesús, forman la Iglesia.
Continúa Jesús diciendo a los discípulos y a nosotros, representados por Pedro: "A ti te daré las llaves… lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo".
Esta frase de Jesús no se refiere al perdón de los pecados por la confesión. En primer lugar, la dice a todos los discípulos representados por Pedro. Hoy diríamos, desde el Papa hasta al más "insignificante" cristiano. Se trata de un poder dado a la comunidad creyente para desatar o admitir en ella a quien, abandonando una vida de injusticia, quiere acercarse a Dios por la fe en Jesús. Por el contrario, atar o rechazar a quien se empeña en no dar el cambio necesario a su vida.
Aclaración: Estas interpretaciones de la Biblia y, en concreto, del evangelio de hoy, se basan en los estudios católicos más recientes y no condenados por la jerarquía.

martes, 12 de agosto de 2008

Domingo XX del Tiempo Ordinario. 17/08/2008. Mateo 15, 21-28

El tema principal del evangelio del domingo de hoy trata, centralmente, de la ideología de la discriminación. Es un tema que cobra gran importancia en los tiempos actuales debido a la abundante inmigración en los diversos países europeos.
Aunque a menudo recordamos que debe leerse el texto correspondiente del evangelio, vamos a hacer brevemente una síntesis. Jesús marcha del territorio judío y se adentra en territorio pagano. Concretamente en Tiro y Sidón. Una mujer se pone a gritar al Señor para que tenga compasión de su hija, que tiene un demonio muy malo. Ante el ruego de los discípulos para que la atienda, Él contesta:
- "Me han enviado sólo para las quejas descarriadas de Israel". Ella lo alcanza y vuelve a pedirle:
-"¡Socórreme, Señor!".
Jesús sigue insistiendo en que el pan es para los hijos (los judíos), no para los perrillos (los paganos).
La mujer persiste llamándole "Señor" y le dice que también los perrillos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.
Jesús le dice que su fe es grande y que se cumpla lo que desea.
En aquel momento quedó curada su hija.

Como hemos visto, la mujer pagana llama siempre "Señor" a Jesús. Como ya dijimos otras veces, llamar "Señor" a Jesús, es situarse fuera de la vida terrena de Jesús y dentro de la primitiva comunidad cristiana. Jesús resucitado es el "Señor".

Un problema que se plantea después de la muerte de Jesús es sobre la predicación a los paganos, o no judíos, y su integración entre los cristianos. En este evangelio se elimina toda discriminación. Todos tienen derecho a que se les predique la Buena Noticia y a ser cristianos. Tanto en este caso, como en el del endemoniado sordo y mudo (Mateo 12, 22), Jesús no expulsa el demonio, pero la persona queda curada. Y es que no lo expulsa porque, en este caso, demonio equivalía a una ideología que domina a la persona. La ideología era que los paganos no pueden ser Hijos de Dios, no pueden recibir la Buena Noticia, como queda dicho. Pero Jesús dice que no sólo los judíos, también los paganos pueden tener una fe fuerte en Él y esta fe elimina todas las barreras. Entonces, Jesús cura a la muchacha.

Hoy día, yo disfruto cuando veo a un negro africano, por ejemplo, ir a mi lado, con gran fe a comulgar. No hay discriminación alguna entre razas y pueblos. Es el gran milagro del Señor.

viernes, 8 de agosto de 2008

Domingo XIX del Tiempo Ordinario (10/08/2008). Mateo, 14, 24-33

En el evangelio de hoy se hacen presentes dos formas de creer en dios. O mejor, dos formas de aceptar a Jesucristo. Una que representa la verdadera fe, la fe desinteresada y, por el contrario la de la fe que acepta a Jesús en espera de algún favor, única y exclusivamente.

La fe con la que debemos aceptar a Jesús es la fe llena de amor y confianza. Es la que nos entrega a Él en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, es decir, todos los días de nuestra vida. Esta adhesión a Jesús es la que dará solidez a nuestra vida y la llenará de paz y felicidad a pesar de todas las dificultades.

Refiriéndonos al evangelio de hoy, como siempre, es necesario ponerse en el vocabulario de la época, donde "andar sobre las aguas" era, metafóricamente, propio de Dios. Puede verse para ello el libro bíblico de Job, cap. 9, vers. 8 ó también 38, 16. Sea o no real el hecho, los discípulos manifiestan su incredulidad en que Jesús es "Dios entre nosotros", no lo reconocieron andando por encima de las aguas, como sólo Dios puede hacer. Creen que sólo se trata de un fantasma.

Para que no se asusten los discípulos y confirmen su fe, Jesús, utilizando la misma expresión que Dios emplea cuando se manifiesta a los demás, les dice: "Yo soy", no os asustéis. Es decir, se les sigue presentando como Hombre-Dios. Como quien es el único que puede andar sobre las aguas y el único que puede afirmar "yo soy el que soy" o, simplemente, "yo soy", dicho con un énfasis especial.

A Pedro, sin embargo, no le interesa tanto que Jesús se manifieste como el Hombre-Dios, sino que lo que desea vivamente es realizar el prodigio de poder caminar sobre las aguas y así participar de la condición divina. Jesús no duda y lo invita. Pedro anda efectivamente sobre las aguas, pero cuando arrecia el viento, siente miedo y pide auxilio Jesús le recrimina, suben a la barca y cesa el viento. Finalmente todos se arrodillan ante Él y dicen: "Realmente eres hijo de Dios".

Para mejor entender este pasaje evangélico es necesario advertir que en él se encuentran vivencias de la primitiva comunidad cristiana. Por un lado Pedro llama "Señor" por dos veces a Jesús, con lo cual hace referencia a Jesús Resucitado, el Jesús que vive entre los cristianos. Además, la "barca" de los discípulos es también figura de la comunidad, enviada por Jesús a la otra orilla del lago Genesaret, es decir, a país pagano. Todos los pueblos, no sólo el judío, tienen derecho a recibir la Palabra de Dios sin discriminación alguna. Y, como en la barca del evangelio, cuando el viento o las dificultades arrecian, es necesario seguir manteniendo la fe en el Señor.

Sin embargo, para que este evangelio sea realidad, nosotros debemos ser realmente discípulos del Señor. Hombres y mujeres que propaguemos esa fe tan maravillosa y que tanto bien puede hacer a la humanidad.

domingo, 3 de agosto de 2008

Domingo XVIII del Tiempo Ordinario (03/08/08). Mateo 14, 13-21.

El evangelio de este domingo contiene tres precisas enseñanzas: la compasión de Jesús, la multiplicación de los panes y la oración de Jesús.
Nos dice que Jesús se marcha en barca en busca de un lugar tranquilo y apartado. Al desembarcar, vio que desde tierra le había seguido una gran multitud y sintió compasión por ellos. Según los evangelios, esta compasión es lo que caracteriza su comportamiento ante los que sufren. El verbo griego es muy expresivo y significa literalmente que a Jesús "le tiemblan las entrañas" al ver a aquella gente cansada, rendida y con enfermos. Cuando nosotros decimos ante un terrible suceso que "nos tiemblan las piernas", no resulta una frase tan expresiva como la griega (recordemos que el evangelio fue escrito en griego). Cuando a Jesús le sucede que le "tiemblan las entrañas" está comunicando su propia experiencia de Dios.
Para dar de comer a la multitud sólo disponen de cinco panes y dos peces. Jesús manda a la multitud que se recuesten sobre la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio. Sobraron doce cestos llenos y comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres ni niños.
Hay números que para los judíos tienen un significado especial. Así, por ejemplo, cinco panes y dos peces suman siete, número que indica plenitud, la totalidad, lo suficiente para darles de comer.
En el banquete fueron cinco mil hombres. El resto, mujeres y niños. Diremos que el comportamiento de mujeres que se alejan de su casa y andan solas sin la vigilancia de un hombre, tomando parte en comidas, era considerado como una conducta desviada, propia de aquellas que descuidan su reputación y su honor sexual. Así era la sociedad judía y Jesús lo sabía cuando las aceptaba en su entorno. Sin embargo, aunque estas mujeres eran consideradas como de fácil acceso para cualquier comensal, Jesús pasa por alto esta discriminación social.
La multiplicación de los panes y los peces tiene un alto significado eucarístico que hoy no tocamos.
Por último, recordar que Jesús se retira a orar: Jesús cuida mucho su comunicación con Dios en el silencio y en la soledad. Las fuentes o documentos cristianos han conservado el recuerdo de una costumbre que causó honda impresión: Jesús solía retirarse a orar. Los judíos tenían prescritos los momentos de rezos diarios: por la mañana y por la noche. Pero Jesús buscaba personalmente el encuentro íntimo y silencioso con Dios, su Padre.
Reflexiones: ¿has probado a hacer oración íntima y personal con Dios, aislándote de los demás? ¿Eres capaz de imaginarte lo que es ser compasivo hasta dolerte tus propias entrañas?

 
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