lunes, 17 de abril de 2017

II Domingo de Pascua. Ciclo A. 23/0472017. Juan 20,19-31

   Este domingo recibe también el nombre de domingo de la "Divina Misericordia" en recuerdo de la que tuvo Jesús con su discípulo Tomás, como veremos en el comentario al evangelio. Como texto a recordar propongo uno del mismo texto evangélico muy conocido por todos. Dice así: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Juan 20). Este texto debe de aprenderse de memoria para siempre, porque suele interpretarse equivocadamente, aún por los  mismos sacerdotes, refiriéndolo a la confesión de los pecados ante un sacerdote.

   La primera lectura, como las otras dos, se toman del libro del Nuevo Testamento. Nos dice el libro de los Hechos (2,42-47) que todos los hermanos o cristianos acudían al templo de Jerusalén, todos unidos; celebraban la fracción del pan o eucaristía no en el templo, sino por las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría. Esta costumbre de celebrar la eucaristía o misa por las casas se conservó durante cierto tiempo y el celebrante era el dueño de la vivienda, fuera hombre o mujer.

   Para saber cómo debe evolucionar la Iglesia en cada momento, es necesario conocer la historia. Así se evitarían muchos problemas de convivencia entre creyentes conservadores y renovadores.

   La segunda lectura (Pedro 1,3-9) nos presenta el gran valor de la fe que nos viene por la resurrección de Cristo. Esa fe debemos aquilatarla por el fuego, como se hace con el oro. Es decir, no debemos perder nunca la fe aunque la vida nos sea a veces bastante dura. Nuestra vida de unión con Dios se hará cada vez más fuerte y nuestra fe más profunda. A esto se le llama mística. Nuestra fe está basada en un contacto personal con Cristo resucitado.

   En este corto espacio, no es posible explicarlo todo y por eso me dedico a algunas cosas que en cada momento me parece importante. Hoy, dejo a un lado la reacción de Tomás, para referirme al texto del evangelio que he propuesto para memorizar: "Recibid el Espíritu Santo: a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos".

   Cuando una persona era admitida en el grupo cristiano, rompía con el orden injusto existente en la sociedad, su pasado ya no contaba y por lo tanto sus pecados ya no pesan sobre él. Cuando, por la conversión, el hombre cambia de actitud y se pone en favor del hombre, cesa el pecado. Jesús crea así un espacio donde reinará el amor mutuo, en vez de la injusticia. El pecado ha desaparecido. Y esto sucede gracias a Dios que refrenda lo que la comunidad hizo.

   Jesús da el poder de perdonar a toda la comunidad de cristianos, no a los futuros sacerdotes, según el texto evangélico. En el texto, se habla de los discípulos, de todos los discípulos, no de los apóstoles. Y es así como debe interpretarse el perdón en la Iglesia. Además, históricamente, la confesión actual empezó mil años más tarde. 

   Compromiso:
   Saber pedir a los demás perdón de nuestras faltas para con ellos y Dios nos perdona.

 
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