miércoles, 5 de octubre de 2016

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 9/10/2016. Lucas 17,11-19

   Curación y agradecimiento es la gran lección de este domingo. Casi mejor decir, agradecimiento solamente, saber agradecer en cualquier momento. Cualquier persona puede ser un regalo de Dios, y a los dones de Dios se dice ¡gracias!

   Para interiorizar recordemos y memoricemos el siguiente verso de una canción de funeral que dice: "si con él morimos, viviremos con él". Es de la segunda lectura de este domingo, de la carta 2 de Timoteo, capítulo 2.

   La primera lectura se toma del libro bíblico 2 Reyes (5,14-17). Menciona a un militar sirio que, aconsejado por una sirviente judía, baja al Jordán donde se baña por orden del profeta Eliseo y es curado de un mal que tenía en la piel. Como respuesta, el militar se convierte al verdadero Dios, abandonando los ídolos. ¿Y nosotros? ¿Por qué, de una vez, no nos entregamos al verdadero Dios? Lo conocemos de sobra. ¡Pues, hagámoslo!

   La lectura tomada de 2 Timoteo, 2,8-13 nos afirma que, si bien , Pablo está encadenado, la palabra de Dios no está encadenada, pues Pablo ofrece sus sufrimientos para que los demás alcancen la salvación. Afirma, que es doctrina segura que si morimos con él, es decir con Jesús, viviremos con él. Pongámonos, pues, en las manos de Dios. Pero no como anodinos, sino trabajando como Pablo para hacer realidad el reino de Dios. En nuestra oración diaria, renovemos, un día y otro, el ponernos en las manos de Dios en la salud y en la enfermedad.

   El evangelio de hoy es precioso por su enseñanza, no solo por el agradecimiento que en él se muestra, sino porque la libertad de conciencia ante preceptos religiosos aparece en su plenitud.

   Jesús es abordado por diez leprosos, que se quedan a cierta distancia según ordenaba la ley religiosa de los judíos. Por lepra se entendían varias enfermedades de la piel y se pensaba que eran contagiosas. Esa es la razón por la que no pueden acercarse a Jesús y le gritan para que los cure. Al verlos, manda presentarse a los sacerdotes, pues en estas enfermedades, primero deberían sanar y después ser purificados por el sacerdote. Se supone pues que por el camino curarán. Y, así es.

   Los diez leprosos muestran fe en las palabras de Jesús y se marcha directamente al sacerdote, incluso sin haber sido sanados todavía. Pero, al serlo, sólo uno regresó a dar las gracias y este era samaritano.

   Debe tenerse en cuenta, que los otros no hacen mal por no volver, pues obedecen a Jesús y hacen lo mandado por la religión. Sin embargo, para el samaritano, fue más importante seguir los impulsos de su conciencia de agradecido que cumplir con los preceptos de su religión e incluso con las instrucciones del mismo sanador. Por actuar según su discernimiento, Jesús proclama la fe del samaritano y proclama su salvación. Las leyes religiosas no tienen  valor absoluto. El valor absoluto lo tiene el obrar en conciencia, cada uno según sus posibilidades.

   Las dos lecciones, por tanto, de este evangelio son el agradecimiento y el saber obrar según nuestra conciencia, independientemente del precepto que nos parece sagrado. Obrar así es lo que nos enseña Jesús y es la sana doctrina de la Iglesia.

   Compromiso:
   ¿Cómo aplicarías en tu vida lo aprendido en este comentario?

 
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