miércoles, 11 de mayo de 2016

Solemnidad de Pentecostés

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS CICLO C.15 – 5 – 2016 JUAN 14, 15 – 16, 23B – 26
            En las tres lecturas de hoy se habla del Espíritu Santo. No en vano es su solemnidad. Para entenderlas lo más correctamente posible es preciso conocer la mentalidad y las vivencias  del religioso pueblo judío. Aunque el Nuevo Testamento haya sido escrito en griego, sin embargo, subyace en él toda una mentalidad judía. Los judíos, como nosotros, viven la presencia de Dios en su interior. A esa presencia divina la llaman Shekhirah.
            La primera lectura (Hechos 2,1- 8) nos presenta, no sólo a los apóstoles sino a los primeros discípulos  reunidos en el mismo lugar que con seguridad es en el recinto del templo. La lengua como llamaradas encima de cada uno es todo un lenguaje representativo y literario que manifiesta que aquellas personas, hombres y mujeres, están viviendo la emoción de la presencia divina. Junto con todas las vivencias de Cristo resucitado. Nosotros, si analizamos nuestra vida, seguro que hemos experimentado más de una vez la ternura y la presencia de Dios, por ejemplo, en la comunión o al realizar una buena acción o en la oración.
            Si actuamos así, estamos en la línea de la segunda lectura de la misa (Romanos 8, 8 – 17). Si Cristo está en nosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, es cierto, pero nuestro espíritu vive por la justificación obtenida. Dejémonos llevar siempre por el Espíritu de Dios. Si con él, damos muerte a las obras del cuerpo, el Espíritu nos da vida y gritaremos: Bendito sea Dios o algo equivalente.
            Para comprender bien el evangelio de hoy debemos tener un concepto claro de las sagradas Escrituras o Biblia. La revelación no es un acontecimiento histórico más o menos distante. La revelación se renueva cada vez que nos acercamos al texto, lo abrimos y lo aplicamos a una situación determinada. Por esta razón, el evangelio de hoy, evangelio de Juan, nos dice que el Espíritu Santo, que enviará el Padre en su nombre, será el que nos lo enseñe todo y, además nos recordará todo lo que Jesús ha dicho. El Nuevo Testamento, en concreto, ha sido escrito para eso. Sus textos, conforme a la costumbre judía, se interpretan buscando una norma práctica nueva que responda a las nuevas necesidades de la comunidad cristiana. Así hacen hoy muchos grupos cristianos. No se ciñen a una verdad inalterable y evidente. Se lee, se va en busca de instrucciones nuevas. Y así, el Espíritu nos va enseñando. Como nos dijo Pablo con claridad, ya no reconoceremos a Jesús en la carne, sino que lo encontraremos los unos en los otros en la Sagrada Biblia y en la eucaristía que celebramos juntos. Cultivando todo esto, viviremos la vida del Espíritu y experimentaremos lo divino.

Compromiso:  Cultivar en nosotros la presencia de Dios.


       

 
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