viernes, 16 de enero de 2015

II Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 18-1-2015. Juan 1, 35-42

     La primera lectura (1 Sam 3, 3b-10.19) nos relata una vocación profética dentro del encuentro de un joven con Dios. Samuel es el primer profeta dentro del grupo yahavista de Israel. Hasta entonces no era frecuente la palabra del Señor. Es importante la respuesta que da Samuel: "habla, Señor, que tu siervo escucha". Para saber hablar de Dios a los demás, primero hay que escuchar. De ahí la importancia de hacer nuestra propia oración personal. Así iremos aprendiendo a escuchar a Dios, que habla a nuestros corazones. Hagamos oración personal más que oraciones "hechas" y ya nos hablará Él cuando quiera. No lo apuremos. Démosle una libertad confiada. Pero seamos constantes en nuestra oración personal.

     La segunda lectura de la misa de hoy (1 Corintios 6, 13c-15a.17-20) es de muy difícil interpretación. No se acierta fácilmente con el significado de la palabra "fornicación", que se traduce o explica de diversas maneras. Por esta razón vamos a fijarnos en alguna frase de significado profundamente válido, y que se puede explicar sin necesidad de referirse directamente a dicha palabra. En efecto, nuestros cuerpos son miembros de Cristo, no podemos negarlo, pues nuestra vida espiritual, de gracia, es su propia vida. Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. Por ello debemos glorificar siempre a Dios con todo nuestro ser.

     La ocasión del evangelio de este domingo se presenta cuando Juan el Bautista, estando con dos de sus discípulos, ve pasar a Jesús y les dice: "Ese es el Cordero de Dios". Van a su encuentro y le preguntan: "¿Dónde vives?". Al día siguiente, Andrés (uno de los dos discípulos) encuentra a su hermano Simón y le dice: "Hemos encontrado al Mesías". Aquí radica la importancia del evangelio de este domingo. Jesús es el mesías. Los judíos profesaban ardientemente una fe en que Dios tenía un proyecto para el futuro, y este sería llevado a cabo por el mesías. Los primeros discípulos experimentaron a Cristo como el poder de Dios en medio de ellos. El poder del Espíritu que obra en la vida de Jesús es el poder que brota de su intensa relación con Dios, una relación maravillosamente íntima y profunda. Es lo que nos enseña la palabra "papi" (abbá) con la que Jesús se dirige a Dios. Por esta razón, la vida de Jesús no comienza con su propia vida, sino con la fuerza del Espíritu que desde siempre obra en Él.

     Hoy comienza el octavario por la unión de la iglesias. No podemos traicionar ese Espíritu, que es la fuerza de Jesús. Y ya no podemos tardar en ser unos con Cristo.

Compromiso: selecciona aquello que más te gusta de este comentario, y medítalo en una oración personal.


 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.