lunes, 16 de abril de 2018

IV Domingo de Pascua. Ciclo B. 22/04/2018. Juan 10,11-18

   Los domingos de Pascua reviven la experiencia de la resurrección, uno tras otro. Si no es en la primera lectura, es en la segunda o en la tercera, pero es el ambiente, en que debemos vivir nuestra espiritualidad. No estamos solos.

   Nuestra frase de la semana para memorizar y vivir es de la primera lectura: "No se ha dado a los hombres otro nombre (Jesús) por el que debamos salvarnos". Se toma de la primera lectura, es decir, de los Hechos de los Apóstoles, 4,8-12. Comienza afirmando que Pedro estaba lleno del Espíritu Santo. Los judíos que vivían la unión con Dios, cuando leían las Escrituras o transmitían un mensaje del cielo, se llenaban de la gloria de Dios -o del Espíritu Santo-. Esta experiencia divina se reflejaba en ellos. Eso mismo le sucedió a Pedro cuando se puso a hablar de Jesús resucitado. Estaba lleno del Espíritu Santo, lo que confirma la seguridad de su fe.

   La segunda lectura tomada de Juan 3,1-2 se resume en recordarnos que somos hijos de Dios y todo porque nos ama. Sabemos que somos hijos de Dios, pero hay más, ¡seremos semejantes a él porque lo veremos tal cual es!

El evangelio, al poco de comenzar, habla (v.v. 14-15) del mutuo conocimiento entre el pastor y sus ovejas, entre Jesús y nosotros. El conocer bíblico incluye el nivel emocional y de amor. Por esta razón, cuando Jesús dice que él conoce a sus ovejas y estas lo conocen a él, está afirmando que existe una relación personal y profunda e íntima entre Jesús y nosotros. Y es verdad. Los cristianos que tienen vida de oración y reciben con frecuencia la comunión experimentan su relación con Jesús. La pertenencia a la comunidad de Jesús no es una afiliación externa, se basa en esa experiencia. Y en ella misma se basa la mística cristiana.

   Habrá un solo rebaño y un solo pastor, nos dice Jesús en el versículo 16. La unidad de todos los cristianos se realizará porque todos miraremos hacia el único pastor: Cristo Jesús. Mejor dicho, ya experimentamos que todos los cristianos somos uno en Cristo. El es nuestro único pastor.

   Haríamos un buen ejercicio si, releyendo este comentario de las tres lecturas, fuésemos capaces de descubrir el hilo conductor de las mismas. Es más profundo de lo que pensamos. No se trata de la práctica externa de una religión. Jesús nos proporciona experiencias muy íntimas y profundas. Es un pastor de verdad. No caminamos sólo por unos preceptos que se nos inculcan. Las vivencias del Señor, la vida que llevamos dentro, un dinamismo divino, es el que nos mueve y nos hace vivir.

   Compromiso:
   Lo tienes en el comentario evangélico.

 
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