lunes, 16 de noviembre de 2015

XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 22/11/2015. Juan 18, 33b-37

   Hoy, es uno de esos domingos en que es fácil la relación entre las lecturas de la misa. Hoy es la solemnidad de Jesucristo Rey del universo y, en las tres, de una forma o de otra se menciona a Cristo como rey.

   La primera lectura (Daniel 7, 13-14) en un lenguaje figurado y apocalíptico, nos presenta a un hombre a quien Dios, el anciano, da el poder real sobre todos los pueblos y para siempre. El anciano representa a Cristo.

   La segunda lectura, tomada del Apocalípsis (1, 6-8), nos presenta dos importantes enseñanzas: que Jesucristo nos ha liberado de todos nuestros pecados y que nos ha hecho sacerdotes de Dios. Son dos ideas básicas para comprender nuestro cristianismo. No debemos tener miedo a estas enseñanzas bíblicas, pues la Biblia contiene las enseñanzas de Dios, es su palabra. La misa que celebramos los católicos no es una repetición del sacrificio de la cruz, que sucedió una sola vez y para siempre. Es el mismo Jesús de la cruz que se hace presente. Es el mismo Cristo que se hace presente cuando dos o más se reúnen en su nombre. Y, gracias a Cristo todos somos sacerdotes.

   Para adentrarnos en el evangelio de hoy, conviene darnos cuenta de cómo vive la comunidad cristiana nacida del propio Juan, cuyo evangelio comentamos. Dicha comunidad se siente ligada a Jesús porque se ha adherido a él como verdad. En Jesús resplandece la plenitud de la vida. Los sufrimientos humanos de la pasión de Cristo no pueden sobrellevarse si no es con intervención divina. En ese Jesús que padece atrozmente, resplandece la plenitud de vida. Por esta razón, la comunidad cristiana de Juan se remite a Jesús como rey. Lo recibe como rey.

   Pero Jesús, para ser rey, rehúsa al uso de la fuerza. No es rey como los otros. Es un rey que no oprime, que por amor comunica vida. Es una vida que sólo experimenta el que la vive, el que se adhiere a ella. Y, para este, Jesús es realmente Rey. Es la gran fiesta que celebramos hoy. La solemnidad de Cristo como Rey.

   Después de estas reflexiones podemos entender mucho mejor el evangelio de hoy. Jesús no necesita el uso de la fuerza para llegar a los corazones y ser plenamente convicente, hasta el punto de enamorar a las personas que no rehúsan dar su vida por no renegar de él. En la actualidad, son legión los cristianos que se ven avocados a ello. ¡Cuándo aprenderemos a convivir todos en este mundo!

   Compromiso:
   Reflexiona sobre el compromiso cristiano

 
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