miércoles, 5 de febrero de 2020

V Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 09/02/2020. Mateo 5, 13-16

   Por tres veces sale la palabra "luz" en las lecturas de la misa, aparte de otras muy significativas. La luz es la primera obra de la creación de Dios. La luz es independiente del sol. Dios es la luz. A menudo, su aparición está acompañada de fenómenos de luz. Los religiosos israelitas de Qumrán acentuaron fuertemente la oposición total entre luz y tinieblas. Dios es la luz de Israel, y por lo tanto nuestra luz, la luz de Dios en nosotros. Debemos buscar esa luz de Dios en nuestro interior.

   Isaías 58, 7-10 hacen la primera lectura. A lo ya dicho, añadimos la ayuda a los que necesitan de verdad de nosotros. No nos desentendamos de los nuestros.

   1 Cor 2, 1-5 nos proporciona la segunda lectura. El resumen lo hace el mismo Pablo cuando afirma que su predicación no fue con sabiduría humana, presumiendo de maravillosa oratoria, sino apoyada en la manifestación del Espíritu de Dios. Esta es la maravillosa lección que hoy recibimos. Cuando tratamos de llevar a alguien por el camino de  Dios, hablémosle con el corazón en la mano, y confiémoslo al Señor. Hablemos al corazón las veces que creamos oportuno, pero siempre poniéndolo en manos de Dios. Al final, debe ser obra de Dios y no obra nuestra.

   Como se indica en la cabecera, la lectura evangélica se toma de Mateo 5, 13-16. Es la lectura de la sal y de la luz. Es la línea del Papa Francisco cuando habla de ser iglesia en salida. Cada cristiano, sin esperar a que un cura lo envíe, debe sentir la responsabilidad de salir de la iglesia-edificio y hablar de Dios a los demás, con la misma facilidad con que se habla de fútbol o de política. Debemos ser siempre sal y luz para los demás, pero sin presunción. Sin presumir ni ante Dios, ni ante los demás. De esta forma, seremos luz del mundo y sal de la tierra.

   Para cumplir esta misión, debemos leer algún libro que nos vaya dando alguna idea útil o buscar otro medio que pueda informarnos. En el centro de nuestra vida debe estar Dios, su proyecto de hermandad y de plenitud. Una lámpara no se pone para que esté debajo de una silla, donde poco o nada alumbra. Todos nosotros estamos invitados a compartir la verdad que llevamos dentro y que vivimos. No la escondamos jamás. Los cristianos, que amamos a Dios de verdad, llevamos dentro una luz que no es una propiedad particular, sino un don que siempre debemos poner al servicio de los demás. En efecto, el sentido de esa luz que somos, que llevamos dentro y que, a menudo, quisiera reflejarse al exterior, es dejarla que salga y realice su misión. No nos la apropiemos. ¡Dejémosla salir!

   Compromiso:
   Puedes deducir uno.

 
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