miércoles, 23 de septiembre de 2015

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 27/09/2015. Marcos 9,38-48

   Las tres lecturas del presente domingo nos sitúan ante la presencia del Espíritu de Dios en todos y cada uno de nosotros. Es vital que reconozcamos y vivamos el gran misterio de Dios dentro de cada uno de nosotros, y que lo veamos en todos los hermanos que nos rodean.

   En la primera lectura (libro de la Biblia llamado Números 1,25-29) se nos dice que el Espíritu se posó sobre los ancianos y se pusieron rápidamente a profetizar, es decir, a hablar de Dios, de su amor hacia nosotros y de la necesidad de cumplir su voluntad que siempre redunda en nuestro bien. Sin embargo, dos de los ancianos estaban en otro lugar distinto, no con el grupo, pero recibieron también el Espíritu y se pusieron a profetizar. Al enterarse los del grupo grande, protestan, pero Moisés contesta: "¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del Señor!". De verdad que todos los creyentes, por la gracia de Cristo, podemos hablar a los demás sobre Dios y Jesús de Nazaret. Es decir, todos podemos profetizar.

   En la segunda lectura (Santiago 5, 1-6), se refleja una situación contraria, totalmente contraria, al espíritu de Dios. Se trata de los grandes explotadores, que han defraudado robando del sueldo a los obreros. Es una situación similar a la gran corrupción que vemos hoy día. Los miles de millones evadidos sin justificar, porque es muy dudosa su procedencia, o por otras razones que producen injusticia, son acciones que van siempre contra el que menos tiene. Esa gente jamás puede ser profeta de Dios.

   El evangelio reúne las enseñanzas de las dos primeras lecturas. Los discípulos ven a uno que echa los demonios en nombre de Jesús, pero que no pertenece al grupo de los discípulos. Expulsar demonios significa liberar de los fanatismos violentos. Estos bloquean a la persona y dificultan la convivencia humana. Expulsar un demonio es devolver a la persona su libertad y autonomía. Sin embargo, los discípulos de Jesús, en vez de alegrarse por el bien que se hace a las personas liberándolas de fanatismos violentos, tratan de evitar que otra persona ajena al grupo realice tales acciones. Esto es un motivo de reflexión para todas las iglesias cristianas. Todos debemos alegrarnos del bien que hacen los demás y buscar la buena relación entre todos. Sin lugar a duda la gracia de Dios hace maravillas en todas las iglesias.

   En este evangelio se hace patente una vez más la polémica del evangelista Marcos contra los círculos cristianos judaizantes. Es problema varias veces repetido en la historia: cristianos de mentalidad más abierta y bíblica y cristianos más conservadores de sus tradiciones ideológicas.

   Después de la protesta porque hay quien expulsa los demonios en nombre de Jesús, pero sin ser del grupo, pasa Jesús a decir que el que escandalice a uno de los pequeños que creen en él más le valdría que le atasen al cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Los pequeños, en Marcos, son los seguidores de Jesús que no proceden del judaísmo. A estos no se les puede hacer vacilar en su fe, escandalizándolos. El escándalo es intracomunitario. El escándalo consiste en que un grupo trate de ponerse por encima de los otros.

   Compromiso: profetiza.

 
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