miércoles, 2 de mayo de 2018

VI Domingo de Pascua. Ciclo B. 06/05/2018. Juan 15,9-17

   En la misa de hoy continúa la temática propia del tiempo Pascual: el Espíritu Santo y el amor. Dos temas que son la base de la santidad heroica y de cualquier grado. Porque todos podemos crecer en santidad si nos dejamos llevar por Dios. Y es nuestra obligación dejarnos llevar por él.

   Para memorizar, se propone: "¿se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?" (Hechos de los Apóstoles 10,47).

   La primera lectura es de Hechos de los Apóstoles 10, 25-26. 34-35. 44-48. Pedro manifiesta que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia. Recordemos aquel niño que le preguntó al Papa si su papá, que no creía en Dios, se habrá salvado. El Papa le contestó que sí porque era bueno.

   Respecto a la frase que se propone para memorizar, apliquémosla a la comunión eucarística. ¿Cómo se puede prohibir comulgar al que, arrepentido, se acerca a recibir la comunión sin confesar? Siento no poder recordar las palabras de algún Papa. Aparte de que Jesús no inventó la confesión.

   La segunda lectura se toma de 1 Juan 4, 7-10. Sólo nos habla del amor. Del amor a Dios y del amor de Dios a nosotros. El que no ama, no puede conocer a Dios. Es necesario conocer lo que es el amor para poder proyectarlo hacia Dios. Con un corazón de piedra no vamos a ninguna parte. Dios nos ama el primero. ¿Qué esperamos para empezar a amarlo de verdad? ¡Dile varias veces al día que lo amas!

   El evangelio continúa hablando del amor. Si practicamos el amor, la alegría de Jesús estará en nosotros y nuestra alegría llegará a plenitud. Este evangelio tiene una frase de verdadera actualidad. Se trata de: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por alguien". Dice el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica "Gaudete et Exsultate (nº 5)" que en los procesos de beatificación y canonización se tiene también en cuenta el haber ofrecido la propia vida por los demás, con tal que se mantenga dicho ofrecimiento hasta la hora de morir. Se supone de todos modos que haya fama de santidad y un ejercicio al menos en grado ordinario, de las virtudes cristianas. No se piden signos de heroicidad en el ejercicio de dichas virtudes. Esta ofrenda expresa una imitación ejemplar de Cristo y es digna de la admiración de los fieles. Recordemos, por ejemplo, a la beata María Gabriela Sagheddu, que ofreció su vida por la unión de los cristianos.

   Dice Jesús: "a vosotros os llamo amigos porque todo lo que he oído al Padre os lo he dado a conocer". Es decir, tenemos la experiencia de Dios. Experimentamos a Dios. Si no estamos radicalmente arraigados en la experiencia de Dios, no tenemos nada que decir a nuestros contemporáneos y nos sentiremos impotentes ante los desafíos de nuestro tiempo.

   El evangelio de este domingo se nos presenta muy lleno de profundas enseñanzas. Meditémoslo varias veces y en profundidad, no superficialmente.

   Compromiso:
   Lee este comentario y saca tú el compromiso. Pero hazlo de verdad.

 
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