miércoles, 3 de abril de 2019

V domingo de cuaresma. ciclo C. 7-4-2019. Juan 8, 1-11


   Centraría todo el pensamiento de las lecturas de este domingo en una frase de la primera, es decir, de la lectura de Isaías. La que se propone para memorizar durante la semana, o sea:"Está brotando algo nuevo, ¿no lo notáis?" (Isaías 43). Es para tenerla muy presente durante la vida.
   
   Y, sin querer, ya estamos en la lectura de Isaías (43, 16-21). Dios nos abre camino en medo de las aguas impetuosas. Cuando uno se deja conducir por dios, sobre todo en la tormenta, más acceso tenemos para encontrarnos con él, que nos tiende amorosamente su mano, nos abre sus brazos y nos estrecha contra él. Donde era desierto, ahora sale una deliciosa agua. Es la experiencia de muchas personas, más de la que creemos. No pensaban jamás estar tan cerca de Dios. Lo han encontrado.

   Es la salvación que nos viene de la fe de Cristo. Y nos adentramos en la segunda lectura (Filipenses 3,8-14). Nos apoyamos en la fe de Cristo y conocemos la fuerza de su resurrección. Dios nos llama a resucitar con Cristo Jesús. Vivamos siempre del encuentro con Cristo. Verás que algo nuevo va brotando dentro de ti.

   El evangelio es de Juan. Se presta muchísimo a la escenificación, que era uno de los tipos de experiencia religiosa más relevante de la comunidad joánica. De esta forma el texto se convertía en un rito. Como sucede con la lectura de la pasión el Viernes Santo, pero admitiendo todo lo que pudiera ayudar a la experiencia religiosa. Busquémoslo en nuestra Biblia o en el Nuevo Testamento. Jesús se retiró al monte de los Olivos. El monte, para los judíos, era un lugar donde la oración fluía con facilidad del corazón. El "Señor, Dios mío, te quiero", sale con facilidad en un paseo por el monte o por el campo. No nos olvidemos de practicarlo y estas vivencias nos quedarán grabadas en el corazón. ¡Cómo sería la oración de Jesús como hombre! Al amanecer, Jesús se presenta en el templo para dar su mensaje a la gente. Le presentan a una mujer que acaba de ser sorprendida en adulterio. Según la ley religiosa judía, debía ser apedreada. Jesús se hace el despistado haciendo que escribe en el suelo o escribiendo de verdad. Quizá por algo, los acusadores se sienten también acusados. ¿Han sido ellos también adúlteros? ¿Hay que apedrearlos? La cosa se puso fea y van marchando, o mejor dicho, se fugan. La adúltera queda sola con Jesús, que le pregunta: ¿Dónde están tus acusadores? ¿No te condenan? Y, Jesús añade, "yo tampoco, vete y no peques más".

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