martes, 15 de septiembre de 2009

Domingo XXV del Tiempo Ordinario. 20/09/2009. Marcos 9,30-37

En este evangelio, Jesús se dedica a formar a sus discípulos y no desea que la gente pueda interrumpir esta labor. Por esta razón, atraviesa Galilea de incógnito, procurando que nadie se entere. Jesús vuelve a hacer un anuncio de su muerte y resurrección algo distinto al que había hecho en el capítulo 8, versículo 31. Ahora no vincula su pasión al pueblo judío y no alude a las Escrituras o Antiguo Testamento. Jesús está hablando a paganos y no a judíos. Les dice que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de hombres. El Hijo del hombre es el Hombre en su plenitud y va a ser entregado a otros hombres que no aspiran a esa plenitud. Jesús comunica libertad, pero otros prefieren el dominio y la opresión: rechazan la plenitud, desconocen lo que es amar de verdad. Sacrifican todo eso para seguir una ideología (versículos 30-31).

Pero, Jesús, aunque lo maten, a los tres días resucitará. Por otras partes de los evangelios, sabemos que Jesús muere amando plenamente a Dios y tiene plena confianza en él, se echa en sus brazos y Dios corresponde siempre. Nuestro amor, si es de verdad, aunque no pase por tanta crueldad, es correspondido por Dios y nuestra vida continúa en su seno. Jesús, por su fidelidad, conserva su vida para siempre, resucita.

Los discípulos, sin embargo, no entendían nada y no se atrevían a preguntar a Jesús. Ellos se mueven en sus propias ideas. Parece que se desmoronan sus ideas, su ideología, pero están muy aferrados a ellas y no se atreven a preguntarle. Esto sucede a cristianos conservadores de hoy día. Temen poner en práctica el Vaticano II y no saben abrirse a la sociedad de hoy día, permaneciendo, a su vez fieles a Jesús.

El v. 33 nos dice que llegaron a casa en Cafarnaún, según los intérpretes, para unos es la casa de Pedro, para otros la de Leví y para otros la propia de Jesús. Este les pregunta: "¿De qué discutíais por el camino?" Pero, ellos no contestaron, pues en el camino habían discutido quién sería el más importante (v. 34). Parece que no acaban de entender a Jesús, pues siguen pensando que en Jerusalén él asumirá el poder político, como el Mesías que ellos esperan, y desean tener buenos cargos. Los puntos de vista de Jesús y los discípulos son muy opuestos e irreconciliables. Mientras Jesús habla de morir, ellos piensan en buenos puestos. Siguen pensando del Mesías como cualquier judío.

En el v. 35, Jesús ya no habla de discípulos, sino de los Doce. Los Doce representan el nuevo pueblo de Dios, las doce nuevas tribus del nuevo pueblo de Israel. Representan el universalismo de Jesús, el mundo entero. Jesús llama a los Doce, y dice: "¿Quién quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos". De nuevo, el original griego usa el presente de indicativo o presente histórico, para indicar la actualidad del problema entre los primeros cristianos.

Referente a los versículos 36-37, la conclusión es clara y no la comentamos para no extendernos.

 
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