jueves, 13 de febrero de 2020

VI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 16-2-2020. Mateo 5,17-37

     Las lecturas de hoy son de una gran profundidad. Se pasa desde el gran misterio que existe en las profundidades de Dios al gran respeto que debemos al hermano. Y culminan las lecturas con el total respeto que debemos a Dios. No tenemos que poner a Dios por testigo de nuestras afirmaciones. Seamos siempre portadores de la verdad, para que todo el mundo nos crea.

     La frase que se propone para recordar y meditar es de la segunda lectura y dice: "Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman".

     La 1ª lectura es del libro bíblico Eclesiástico 15,15-20. Nos pone dos parejas de contrarios a escoger: el fuego y el agua o la vida y la muerte. Cada uno de nosotros somos responsables según lo que escojamos. ¡Permanezcamos fieles a la voluntad de Dios!

     La 2ª lectura es de 1 Corintios 2,6-10. Los creyentes cristianos somos portadores de una sabiduría divina y misteriosa, escondida, predestinada por Dios, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que le aman. El Espíritu de Dios que está en nosotros sondea todo, incluso lo más profundo de Dios. Esto debemos tomarlo al pie de la letra. Lo que Dios puede darnos es insondable. Dios nos regala vivencias místicas reales. Pero no debemos buscarlas, dejémoslo a voluntad de suya, echémonos en sus brazos. Si él quiere, nos las dará. Pero, cuando esto suceda, no presumamos de ellas, no nos sintamos superiores a los demás, demos gracias a Dios.

     El evangelio nos refiere la finura y la pureza en el obrar del mensaje que nos trajo Jesús. Para comprenderlo bien, debemos entender correctamente la postura de Jesús ante la persona pecadora. No cabe duda que él perdona con una facilidad conmovedora, como en el caso de la mujer adúltera. Debía ser lapidada. Si está arrepentida es por el temor al sufrimiento y a la muerte. Jesús no se pone a analizar la posible causa del arrepentimiento. Le da pena del pecador, ve en qué lío se ha metido y tiene que ayudarlo a salir de él. El precepto, tal como lo entiende Jesús, nos conduce a observar una conducta de una finura especial. Dice Jesús hoy, que si vamos a presentar una ofrenda y recordamos que un hermano tiene quejas contra nosotros, debemos volver primero a reconciliarnos con el hermano, y después ya podemos ir a presentar la ofrenda. Respecto al juramento, admite lo que ya estaba dicho: No jurarás en falso y cumplirás lo que has jurado al Señor. Pero Jesús nos dice que no juremos en absoluto, ni por el cielo, ni por Dios, ni por lo más santo, ni por nadie ni por nada. Y termina diciendo que nuestro hablar sea sí, sí, no, no. En efecto, lo que pasa de ahí no es de fiar. Respecto al "no matarás", incluye también el insulto y el dejarse llevar de la ira. No debemos llamar al hermano "imbécil". En nosotros deben dominar los sentimientos finos. Practiquemos una finura evangélica, de amor al hermano.


     Compromiso:
     Medita algo sobre la finura evangélica.


 
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