La primera lectura de hoy es preciosa. Está latente una gran fiesta donde todo es alegría y espontaneidad. Es la alegría que nos trae Dios. No se menciona la fiesta ni la alegría, pero ahí están. ¡Dios viene a salvarnos! Lo dice él mismo en la primera lectura de la misa de este domingo. Está en el libro de Isaías 35,4-7a. Dios viene en persona a salvarnos. Qué expresión tan bonita. Dios no espera que los suyos vayan a él. No. ¡Viene él a los suyos! Es lo que nos sucede cuando morimos. En ese momento Dios se presenta ante nosotros, tiene prisa por abrazarnos, ¡es verdad! Y viene adornado de tanta gloria, de tanto brillo, que nosotros quedamos en el momento completamente limpios ¡Y... al cielo directos! Y se arma la gran fiesta: se abren los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos, la lengua de los mudos se despega, brota el agua en los desiertos...
lunes, 30 de agosto de 2021
XXIII Domingo del Tiempo Ordinario. 05/09/2021. Marcos 7, 31-37
lunes, 23 de agosto de 2021
XXII Domingo del Tiempo Ordinario. 29/08/2021. Marcos 7,1-18.14-23
Hoy es un día de verdadero agradecimiento a Dios porque las lecturas de la misa nos ponen en una situación de ver en que consiste la verdadera religión. Como dice el Papa Francisco, es la autenticidad de nuestra obediencia a la palabra de Dios, sin contaminarse con lo mundano o cayendo en una interpretación literal de las cosas.
La primera lectura se toma del Deuteronomio 4,1-2.6-8. En ella vemos como las leyes y los preceptos de los judíos son verdaderamente admirados por los demás pueblos. Y las vivencias que tienen son las de un Dios cercano de verdad a su pueblo. Se vive, de verdad la religiosidad.
Repitamos en nuestro interior varias veces durante el día: "Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?".
La segunda lectura se toma de Santiago 1,17-27. Tiene una palabra clave para la interpretación de la misma y es la palabra "injertar". La palabra de la verdad ha sido injertada en nosotros y nos hace vibrar. Quien nos hace vibrar no es el rito, la ceremonia, sino la verdad que ese rito expresa, verdad que debemos vivir con intensidad. Es necesario vivir el significado de los ritos, profundizar en lo importante, para no quedarse con una piedad hueca, sin profundidad. En la misa hay alguna ceremonia que, sin duda, está cargada de emoción y de significado. Por ejemplo, darse la paz. Si yo le doy la paz a mi esposa y a mis hijos con un beso y lo hago con verdadero amor y cariño expreso lo que más importancia tiene: lo que de verdad nos queremos toda la familia. Pero siempre que sea breve y sencillo. Sin embargo, este mismo gesto puede ser realizado de una forma, más o menos fría. Pero, puede expresar muy bien el cariño entre padres e hijos. O la buena relación entre amigos o vecindad. ¿Y el recuerdo de los difuntos? ¿Los recuerdo y los veo ciertamente ante el amor de Dios? ¿Los veo alegres junto a Dios? ¿Me veo en ellos, en su amor y en su cariño? Y así podría seguir llenando a la misa con pleno significado.
Y ya en el evangelio, se nos presenta la práctica de lavarse las manos antes de comer. En vez de tener un significado religioso expresado con sencillez, a modo de oración para dar gracias a Dios por todo lo que él nos da, los fariseos ponen todo el interés en restregarse las manos una y otra vez, como si el acercarse a Dios dependiese de nuestro esfuerzo puramente humano, cuando en realidad es un fruto del amor que va creciendo en nuestros corazones, que no quieren estar lejos de él. No nos apeguemos a un esfuerzo puramente humano, pues no estamos ante un precepto humano, sino ante un deseo cariñoso de Dios. Es pues necesario echarnos de verdad en los brazos de Dios, confiar en él, y los gestos humanos que debamos hacer, hacerlos con sencillez, porque le verdadero amor, aún el más entregado, es fruto de acciones sencillas que nacen de un profundo amor. En este caso, de amor hacia Dios, amor que va creciendo poco a poco.
Compromiso: resume en una frase cortita algo que te haya gustado. Y si te parece, aplícatela.
jueves, 12 de agosto de 2021
XXI Domingo del Tiempo Ordinario. 22/08/2021. Juan 6,60-69.
La primera lectura se toma del libro bíblico Josué 24,1-2a.15-17.18b- Josué reunió todas las tribus de Israel con todas las autoridades y les preguntó si querían servir a Dios o a los dioses de los pueblos amigos de vuestros padres. Josué aclara que él y su casa seguirán sirviendo al único Señor verdadero. El pueblo entero, con todas sus tribus, respondió que jamás abandonaría al Señor, al verdadero Dios, al único Dios, al que estuvo siempre con ellos. ¡Ojalá nosotros como pueblo nos comprometiésemos así con Dios! Trabajémoslo sabiendo sacar conversaciones sobre las cosas de Dios.
Durante el día pensemos y digamos en nuestro interior: "Gustad y ved que bueno es el Señor".
La segunda lectura es de Efesios 5,21-32. Nos habla de la relación entre marido y esposa con referencia a Cristo. Debemos quedar con los pasajes donde se habla del amor entre los esposos. ¡Es maravilloso el amor entre los esposos! Y si está Dios por entre ellos, no digamos. Cuando los de casa aman a Dios y le son fieles, la casa es otra casa. ¡Hagamos de la casa un templo!
La lectura evangélica es de Juan 6,60-69. Pedro le dice a Jesús: Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios. Así termina el evangelio de hoy. Pero, el día de hoy tiene gran importancia. El capítulo 6 del evangelio de Juan deja traslucir siempre la eucaristía. De ahí que uno sienta la obligación de hacer alguna referencia a la misma. La eucaristía sólo puede entenderse bien desde la fe. Pero no como la fe que consiste en creer verdades, sino la fe que consiste en vivir como Cristo vivió, con sus valores, con sus costumbres, con sus criterios. La eucaristía es la expresión o mejor la unión o la fusión con la vida o el destino de Jesús. La eucaristía es abrazarse enteramente a Cristo. Pero, abrazarse de verdad. Sentir sus vivencias, su amor. Su entrega a nosotros y nuestra entrega a él. Llenarnos de su amor. Es así como debemos recibir la comunión. A eso debemos tender y a ello llegaremos con la ayuda de Dios.
miércoles, 11 de agosto de 2021
Asunción de la Virgen María. 15/08/2021. Lucas 1, 39-56
martes, 3 de agosto de 2021
XIX Domingo del Tiempo Ordinario. 8-8-2021. Juan 6,41-51.
Nuestra vida es un caminar hacia la eternidad. La misa de hoy empieza también con un caminar. Es el profeta Elías que se presenta caminando por el desierto, sin comida, muerto de hambre. Me hace recordar nuestro andar por este mundo hasta llegar a la meta, al final de nuestra vida. A menudo nos cansamos de caminar y nos dan ganas de cometer algún pecadito, tenemos hambre de Dios y no nos damos cuenta, languidecemos, poco a poco, sin enterarnos. Es así parte de nuestra vida. Nos hemos cansado de ser medianamente buenos. Nos pasa como al profeta Elías. Nos quedamos dormidos y no seguimos caminando. Y lo que es peor, si no nos llevan algo de comida, el tiempo pasa sin darnos cuenta y ahí nos quedamos. Pero, Dios nos despierta como sea y, además, nos va a pedir lo imprescindible para nosotros: caminar y caminar porque Elías aún está lejos del monte de Dios, el monte Horeb. Elías comió y bebió y con la fuerza que adquirió caminó y caminó hasta llegar, después de muchos días, a Horeb. Elías es un ejemplo de lo que nos puede suceder a nosotros. Leamos 1 Reyes 19,4-8. Es la primera lectura. Y repite varias veces durante el día: "Gustad y ved qué bueno es el Señor". (Tomado del salmo 33).
La segunda lectura se toma de Efesios 4,30-52. Estamos sellados con el Espíritu Santo y debemos ser de verdad imitadores de Dios como hijos queridos.
El evangelio es de Juan 6,41-51. Los judíos conocen a los padres de Jesús y no son capaces de admitir que Él pueda ser "el pan bajado del cielo". Sin embargo, Jesús lo reafirma por tres veces seguidas. Yo soy "el pan de vida"; "es el pan que baja del cielo"; "Es el pan vivo que ha bajado del cielo". Es un convencimiento que está en la conciencia de Jesús. Es algo que Jesús vive de verdad. Jesús nos lo dice para que nosotros lo vivamos de verdad, lo experimentemos en nosotros mismos. Por ello nos afirma al final de la lectura: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.