martes, 29 de marzo de 2011

Domingo IV de Cuaresma. 03/04/2011. Ciclo A. Juan 9, 1-38.

   El evangelio de hoy trata de la curación de un ciego de nacimiento. Como ya se dijo en otros momentos, es muy necesario leer previamente el evangelio para comprender mejor el presente comentario. Aparentemente se trata de la curación de un ciego que provoca un conflicto con el poder religioso judío. Pero no es así, fijándose bien, el ambiente de la escena refleja problemas de los primeros cristianos con la sinagoga judía, por tanto después de la ascensión del Señor a los cielos. En esta línea haré el comentario del evangelio.

   Los defectos que imposibilitaban para leer la Biblia se consideraban una maldición, fruto de pecados cometidos por el afectado o por sus padres. Un ciego de nacimiento no podía leer la Biblia y, por eso, preguntan a Jesús: "¿Quién pecó, él o sus padres?" Ninguno, es la respuesta.

   La ceguera de nacimiento del hombre tiene, sin lugar a duda, un carácter simbólico. En el versículo 5, Jesús afirma que es la luz del mundo y, más adelante (versículos 40-41) se habla metafóricamente de la ceguera. Preguntan los fariseos: "¿Es que también nosotros somos ciegos?"

   Jesús escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y le untó su barro en los ojos. Dios hizo de barro al primer hombre. Se pensaba además que la saliva transmitía la propia energía vital. Al dar Jesús su propia energía vital está, pues, creando el hombre nuevo, el hombre lleno del Espíritu de Dios, lleno de la vida divina.

   Dar vista a los ciegos, curar la sordera... eran en la Biblia judía signos propios de la salvación definitiva.

   A los que tienen el control sobre el pueblo les estorban los nuevos hombres renovados por el Espíritu divino, el Espíritu de Jesús. Les estorba el grupo de Jesús, el grupo de cristianos que emerge con la fuerza del Señor. Como era sábado, estaba terminantemente prohibido, por ley religiosa, hacer lo que hizo Jesús para dar vista al ciego, hacer barro. Por eso, los farieseos afirman que Jesús no viene de parte de Dios, pues no guarda el día de sábado. Es un razonamiento teológico, aparentemente acertado. Jesús podía haber curado, sin infringir el precepto. Pero, es que hasta curar estaba prohibido en sábado. Son mandamientos que parecían divinos, pero que eran totalmente humanos. En este sentido, sería muy importante purificar nuestra propia religión cristiana de muchas cosas puramente humanas, y  que se presentan como de obligado cumplimiento y aceptación.

   Dice el versículo 22 que los dirigentes habían convenido que fuera excluído de la sinagoga quien aceptase a Jesús como Mesías. ¿Es esto un reflejo del problema de los primeros cristianos con los dirigentes judíos?

    Los dirigentes judíos tratan de marear al ciego curado, pero este les dice: "¿Es que también vosotros quereis haceros discípulos suyos?" El ciego termina aceptando de verdad a Jesús. Ha tenido, sin duda, una bonita experiencia del contacto con Jesús que le inundó el alma.

   Compromiso:
   Aumentando la adhesión, hacer un discernimiento entre lo absoluto y lo relativo en la religión.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Domingo III de Cuaresma. 27/03/2011. Ciclo A. Juan 4,5-42.

   Los samaritanos eran un grupo étnico distinto a los propiamente judios, descendientes de viejas tribus del norte de Israel y entre ellas, grupos fenicios. Esta sería la razón por la que, por ejemplo, Lucas llama extranjero a un samaritano. Su región, Samaría, está situada en Israel, entre Judea y Galilea. Es el paso entre ellas.

   Doctrinalmente, de entre los libros de la Biblia, sólo aceptaban los cinco primeros libros, es decir, el Pentateuco. Además, rechazaban el Templo de Jerusalén como lugar de culto y de ofrecimiento de sacrificios, sustituyéndolo por el santuario del monte Garizín. Allí daban los samaritanos culto a Dios y no en Jerusalén. Ante la posible pregunta de la mujer samaritana, Jesús le dice: "Créeme, mujer, se acerca la hora de que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre". Y añade: "Se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad.... Dios es espíritu y los que le den culto deben hacerlo en espíritu y verdad".

   Es muy necesario que todos aprendamos a orar "en espíritu y en verdad". Es una lección muy importante del evangelio de hoy. Orar en espíritu y en verdad es prencindir del recurso a imágenes, que mucha gente necesita para empezar a orar de alguna forma. Orar en espíritu es saber encontrar el contacto con Dios en cualquier momento del día y en cualquier lugar. Es como respirar el aire divino, el aroma de Dios. Es saber abrir el corazón a Dios estemos donde estemos. Esto puede hacerse incluso en un baile. Son quizá segundos en que uno le dice a Dios que lo ama de verdad y le da las gracias por poder estar divirtiéndose. Y se continúa la diversión con todos los sentimientos y manifestaciones humanas que ello puede conllevar. Todos debemos aprender a orar en espíritu y en verdad. Es un reflejo del "ora y trabaja", o si quieres, buscar momentos de silencio y recogimiento para ello, hablando a solas con Dios, como un hijo a un padre, entre los que hay amor y diálogo cariñoso cuando descubrimos que Dios también nos habla al corazón.

   De esta forma, experimentaremos lo que afirma Jesús en este mismo evangelio: "El que beba del agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua viva que salta hasta la vida eterna". El que bebe del agua de la fuente o del grifo ese sí volverá a tener sed. Jesús nos hace experimentar lo que es un surtidor de agua viva dentro de nosotros.

   Otra lección del evangelio de hoy es que la samaritana va a anunciar a su pueblo la presencia de Jesús. Va a evangelizar, a predicar el evangelio. Ella se ha fatigado en su predicación. Ahora los samaritanos acuden a Jesús. Ya no creen por la predicación de una mujer, la samaritana, sino porque han experimentado lo que es la presencia del Señor. Su fe se ha fortalecido.

   Compromiso:
   Tratar de aprender a hacer oración en espíritu y en verdad.
   Hablar a los demás de la vida espiritual, como la mujer samaritana.

martes, 15 de marzo de 2011

Domingo II de Cuaresma. 20/03/2011. Ciclo A. Mateo, 17,1-9

   Evangelio de la trasfiguración de Jesús. Podemos preguntarnos en qué lugar sucedió. Es una cuestión que no está clara. La tradición cristiana la sitúa en el monte Tabor, en Galilea. Este sería el monte alto, apartado, del que nos habla el evangelio de hoy. Pero, surgen problemas. Sin duda, la transfiguración del Señor se realizó en un lugar íntimo, apartado, aislado, condiciones que hoy sabemos que no se daban en el monte Tabor. En efecto, en dicho monte, existía un castillo cuartel de los soldados romanos, lo que no propiciaba intimidad. Hoy en día son muchos los entretenidos que se pronuncian por el monte Hermón, al norte de Transjordania, no lejos del mar de Galilea. Las cumbres nevadas del Hermón constituyen una vista preciosa. ¡Qué las cumbres nevadas que podamos contemplar en nuestro entorno, nos traigan el recuerdo de la maravillosa escena de la transfiguración!

   Para acercarnos a la comprensión y al significado de la transfiguración del Señor, es necesario situarnos en las vivencias del pueblo judío. Nunca debemos olvidar que Jesús vive inmerso en la cultura, en la mentalidad, en las experiencias y vivencias de los judíos de la época. Jesús tiene, sin duda, sus experiencias místicas, como otros místicos judíos, porque Jesús es un hombre de mucha oración y de vivencias religiosas profundas. Jamás sabremos como se conjugan las vivencias de un Dios que se encarnó en ser humano. Por eso, me refiero a Jesús como hombre. Entre los judíos que viven en el monasterio de Qumrán hay verdaderos místicos. El apóstol Pablo nos cuenta cómo él fue arrebatado al cielo y escuchó secretos divinos (2 Corintios 12,1-7). Fue, sin duda, una experiencia mística.

   Algunos exégetas y teólogos afirman que también Jesús sufrió ese mismo tipo de experiencia religiosa frecuente entre los judíos que vivían su fe. La experiencia de la transfiguración sería una importante comprobación de lo mismo.

   Pedro, Santiago y Juan contemplan el rostro de Jesús resplandeciente como el sol. Es la expresión de un rostro que brilla en la experiencia mística de su íntimo contacto con Dios. Los judíos viven mejor la presencia de Dios en la altura de la montaña. Quizá Pedro, Santiago y Juan se introducen también en la experiencia mística contemplando la transfiguración del Señor. Las personas de oración contagian por su fe y su humanidad.

   En la escena aparecen Moisés y Elías  que representan la ley y los profetas. Pero estos ya no cuentan gran cosa. Una nube luminosa, que es el resplandor de Dios en el lenguaje judío, deja que se oiga: "Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo". Esta es la gran lección que la primera comunidad cristiana desea transmitirnos.

   Compromiso:
   Seamos personas de oración profunda, que no esté escrita, sino que salga del interior, de lo más profundo de nuestra alma. Esto no quiere decir que despreciemos las oraciones escritas. La oración, si es sincera, nos llevará a la acción cristiana y humana.

martes, 8 de marzo de 2011

Domingo I de Cuaresma. 13/03/2011. Ciclo A. Mateo, 4,1-11

   Evangelio de las tentaciones de Jesús. Al norte del mar Muerto, a gran altura, en la escarpada cara de la montaña cercana a Jericó y casi en pared vertical, se encuentra el monasterio griego ortodoxo de Qumrán. La montaña se conoce como el monte de la Tentación. Según la tradición es el lugar donde Jesús se enfrentó con Satanás en el desierto.

   Una vez bautizado, Jesús continúa en el movimiento iniciado por Juan. Es un momento decisivo para Jesús, pues significa un giro total en su vida. Ya no vuelve a Nazaret. En el desierto, va perfilando las grandes líneas de su predicación. En el gran silencio del desierto, Jesús, como hombre, escucha la voz de Dios que lo llama a una misión nueva. Quizá en estas noches de oración, Jesús cogió la costumbre de retirarse, de noche, a un lugar solitario para comunicarse con Dios. Sería el recuerdo o la nostalgia de sus noches de oración en el desierto del Jordán.

   Es en este desierto y cuando Jesús empieza a comprometerse con la misión a la que se siente llamado por su Padre Dios, cuando acechan las tentaciones y el miedo a lanzarse a dicha empresa de evangelización. El espíritu maligno está presto al ataque.

   No sabemos si esas tentaciones sucedieron en su intimidad, en el encuentro consigo mismo, o si realmente tuvieron lugar como las escribe Mateo en el evangelio de hoy. Todo hace pensar que se trata de un género literario y que, por lo tanto no debe tomarse al pie de la letra. Las tentaciones reflejan el estado de ánimo de Jesús ante la nueva tarea que se le presenta. Es el temor ante un compromiso tan fuerte. El evangelio de Marcos al hablar de las tentaciones de Jesús, no las especifica, dice, simplemente, que fue tentado.

   Según los exégetas, Mateo quiere hacer un paralelismo con la historia del pueblo judío en el desierto. Los cuarenta años de Israel en el desierto, se traducen en los cuarenta días de Jesús, también en el desierto. Las citas bíblicas, que Mateo pone en boca de Jesús, están tomadas de los capítulos 6 y 8 del libro llamado Deuteronomio y se refieren a reacciones del pueblo judío y a su fidelidad para con Dios.

   Quedémonos, pues, con tres enseñanzas principales del evangelio de hoy:
   1º. Preguntarnos repetidas veces si realmente hacemos oración como Jesús la hacía en el desierto y la hizo durante su vida. Jesús era un hombre de oración.
   2º. Jesús estuvo totalmente comprometido con la causa de Dios. ¿Tenemos nosotros algún compromiso serio con la divinidad?
   3º. ¿Sabemos superar las tentaciones que tratan de apartarnos de dicho compromiso?

   Oración y compromiso son dos pilares importantes para los cristianos de hoy.

   Compromiso:
   El de hoy está bastante claro.

martes, 1 de marzo de 2011

Domingo IX del Tiempo Ordinario. 06/03/2011. Ciclo A. Mateo, 7,21-27.

   Encontramos hoy cuatro veces la palabra "Señor" referida a Jesús. Esto nos recuerda que el pasaje evangélico que vamos a comentar responde a problemas de la primera comunidad cristiana, pues sólo después de la resurrección se constituye a Jesús como el Señor. Viene a ser una predicación a aquellos primeros cristianos, en la que se pone a Jesús como personaje principal atribuyéndole las palabras de la predicación. Es el llamado género literario "evangelio". No obstante, aunque no pertenezca a las mismísimas palabras de Jesús, como sucedía en el evangelio del domingo pasado, refleja este evangelio, sin duda, el pensamiento y el sentir del mismo Jesús.

   Se comienza afirmando que no todo el que dice "Señor, señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad del Padre. Esto es claro, pero lo que llama realmente la atención es que no entrarán en el reino del cielo, aunque hayan hecho milagro en nombre del mismo Señor resucitado. Hacer milagros parece ser que no es garantía de santidad. Dios actúa de muchas maneras, incluso a través de no muy buenos cristianos o sacerdotes, obispos o Papas.

   El que escucha las palabras de Dios y las pone en práctica es como el que edificó su casa sobre roca. Ni la lluvia, ni los ríos salidos de madre, ni los vientos pueden con ella. Estaba bien cimentada. La práctica de la fe, la práctica de la religión en su esencia, fortalece el espíritu y nos hace permanecer, con fuerte consistencia, junto a Dios. Todo lo contrario sucede al que no escucha las palabras de Dios. Su casa se viene abajo y se hunde totalmente.

   En la segunda lectura de la misa de hoy, Pablo hace un magnífico resumen de cómo Dios nos perdona cuando afirma que nos justificamos por la fe, no por las obras de la ley (Carta a los Romanos, capítulo 3, versículo 28. Esta es una verdad tan clara y evidente que en ella estamos de acuerdo católicos y protestantes. Las obras son necesarias, el mismo Pablo lo afirma, pero en amistad con Dios, en su gracia, nos ponemos por la aceptación de Cristo Jesús en nuestros corazones. Cuando esta aceptación es sincera, las buenas obras emanan de nuestro corazón.

   La primera lectura, tomada del libro Deuteromio, capítulo 11, dice que las palabras de Dios deben estar en nuestro corazón y en nuestra alma. Debemos atarlas a la muñeca como una pulsera o ponerlas sobre la frente. Es una forma de expresar la suma importancia de la palabra de Dios.

   Compromiso:
   Con fotografías o dibujos, preparad un cuadro con la casa derruída a causa del temporal por no estar debidamente construída, y otra que permanece derecha y recia a pesar del mismo. Que os sirva de reflexión continua.

 
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