viernes, 10 de noviembre de 2017

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 12-11-2017. Mateo 25,1-13

   Una línea directiva de las lecturas de este domingo es, en definitiva, el encuentro con la verdadera sabiduría. Desde aquí, desde esta perspectiva, adquiere una gran luz el espíritu, la vivencia de la misa de hoy. Como texto para memorizar propongo el comienzo de la primera lectura: "Radiante e inmarcesible es la sabiduría. Fácilmente la ven los que la aman y la encuentran los que la buscan" (Sabiduría 6,12-13).

   En efecto, y ya en la primera lectura, se menciona la verdadera sabiduría, no la de conocer muchas cosas de este mundo, sino la sabiduría de Dios. Aunque no nos demos cuenta, está dentro de nosotros, pero sólo la encuentran los que la buscan. Los que se abren al misterio, a Dios. Los que hacen oración, aún sin saber de Él, y dicen un día y otro día: "Señor, si me lo haces ver, yo te seré fiel y creeré en Ti".

   La segunda lectura (1 Tesalonicenses 4,13-18) nos pone en relación con los difuntos. Estamos en las manos de Jesús, en las manos de Dios. Por esta razón, nosotros, los que aún vivimos en este mundo, no vamos a aventajar a los que ya murieron. Todos vamos a estar siempre con Él, y por lo mismo, debemos consolarnos siempre con estas palabras. Con esta fe, la sabiduría adquiere perspectiva. Nos hace mirar nuestros días con una gran esperanza.

   La lectura evangélica de Mateo 25,1-13 está muy en relación con la primera. En efecto, el aceite para las lámparas de las doncellas es un símbolo del Espíritu Santo, de la Sabiduría, tal como se ve en la profecía de Zacarías (4,1-14). Esta parábola de las diez vírgenes o doncellas no es un invento de Jesús, sino que representa la realidad, nos dice como se realizaban las bodas judías en aquella época. Y con ella, Jesús se centra en la necesidad del aceite ardiendo en las lámparas para recibir al esposo. Debemos estar llenos del Espíritu Santo, es decir, de la verdadera sabiduría, de la sabiduría de Dios. Es el significado bíblico del aceite.

   Esto, para el creyente, se traduce en profundas vivencias. La cercanía de Dios, la unión con Él, es el trasfondo místico que se manifiesta en nuestras vivencias reales, que nada tienen que ver con puros sentimentalismos sensibleros. Es la raíz de la mística. Y es lo fundamental de toda catequesis, desde la preparación a la Comunión hasta la Confirmación. Sin el aceite de las lámparas no habrá vida cristiana auténtica. Sin ella, no nos conocerá el Señor.

   Compromiso:
   Piensa seriamente en las raíces místicas que alimentan tu vida espiritual.



 
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