martes, 25 de febrero de 2014

VIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 2/3/2014. Mateo 6, 24-34

   A menudo, son maravillosas las lecturas de la misa. No en vano están tomadas de las Sagradas Escrituras, las cuales son siempre muy útiles. Siendo Palabra de Dios, son también fruto de la experiencia humana.

   La primera lectura, tomada del libro bíblico de Isaías (49, 14-15), se centra en la significativa frase que pregunta, para reforzar el gran amor que Dios nos tiene, "¿puede una madre olvidarse del hijo de sus entrañas?". ¿Puede una madre pensar en el hijo de sus entrañas sin enternecerse? Una madre debería reflexionar muchas veces sobre ello y aprender a echarse en los brazos de Dios, con plena confianza. Y los padres deberían situarse en la misma línea.

   En la segunda lectura, tomada de la primera carta a los Corintios, Pablo manifiesta el deseo de que la gente sólo vea en nosotros fieles servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. En este deseo se nos exige una gran actividad. No basta con ser bueno, hay que ser servidor de Cristo, hay que hablar de él a los demás. Hay que ser administrador de los misterios de Dios, hay que hacerlos crecer en los demás, pues esto es ser buen administrador.

   Cuando se empieza la celebración de la misa, el sacerdote manda pedir perdón de los pecados. A muchos no les remuerde la conciencia y se quedan tranquilos. Es un rito más para ellos. Pero Pablo, nos dice la lectura, no se considera absuelto, pues el juez es el Señor. Considerémonos siempre pecadores, llenos de imperfecciones y pecados delante de Dios. Y, dentro de nuestras tinieblas, de las tinieblas del pecado, aparecerán las luces el amor que Dios nos tiene y, gratuitamente, nos premiará.

   Con referencia al evangelio de hoy, cabe decir que es una pieza maravillosa. Siempre se recomendó la lectura del evangelio antes de leer este comentario, para comprenderlo mejor. Es una pena perder su belleza literaria aplicada a poner de manifiesto una gran verdad teológica: la providencia de Dios.

   Nadie puede servir a Dios y al dinero, se nos dice al comienzo. Pero, tristemente, hoy se amasan fortunas inmensas mientras una grandísima parte de la población se muere prematuramente de hambre y desnutrición. Esta gente, que llega a amasar a miles de billones no debe creer que se salva con hacer una importante donación a la Iglesia. Y ésta debe mantener una postura clara y valiente en todos los casos.

   Dios alimenta a los pájaros y los cuida. Los lirios del campo ni trabajan ni hilan, pero Dios les da un bello vestido. Su misión es sólo para este mundo y, aún así, Dios cuida de ellos para que nuestra vida sea mejor y más bella. Con más razón, nosotros estamos en manos de Dios, en esta vida y en la otra. No somos paganos. Somos personas de fe.

   Termina el evangelio aconsejándonos "buscad el reino de Dios y su justicia y lo demás se nos dará por añadidura". Pero, no olvidemos que el reino de Dios obliga a trabajar por extenderlo y a no quedarnos sólo en nuestras devociones.

   Compromiso:
   Aprender a tener conversaciones religiosas con los demás.

 
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