martes, 29 de diciembre de 2020

II Domingo después de Navidad.3-1-2021. Juan 1,1-5.9-18

    Ojalá este año que acaba de comenzar sigamos acercándonas a Dios cada vez más. ¡Permanezcamos siempre junto a Él!¡ Abramos cada vez más la puerta de nuestro corazon a la Palabra de Dios!!

    Como sabemos, la Biblia son varios libros en uno solo. La primera lectura de este domingo se toma del libro bíblico llamado Eclesiástico, 24,1-2.8-12. La sabiduría de Dios existe desde siempre, como el mismo Dios, y nunca jamás dejará de existir, nos dice la lectura. Debemos desear que esa sabiduría de Dios nos llene a nosotros y nos haga saborearla cada vez más. ¡Que nunca nos alejamos de ella!

   La carta de Pablo a los Efesios, 1,3-6.15-18 forma la segunda lectura de la misa de hoy. Afirma que Jesús, nuestro Señor, nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales, es decir, nos lleno de la sabiduría de Dios. Somos santos e intachables por el amor que Dios nos tiene. Eso nos dice la lectura. Y si Dios nos hace realmente santos, no nos manchemos jamás. No caigamos víctimas del pecado mortal; y si tenemos esa debilidad, con el pensamiento aprendamos a pedir enseguida perdón a Dios para que nuestra alma recupere su blancura divina. Y, entonces, debemos sentirnos perdonados de verdad, aunque no nos hayamos confesado. Comprendamos cada vez más cuál es la riqueza que Dios nos da a los santos pues ¡lo somos!

   La lectura del evangelio es de Juan 1,1-5.9-18. Y es el comienzo del mismo. Según nos dice, Dios es la luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo. Si recibimos esa luz por le fe, nos da el poder ser hijos de Dios. Por creer en Él, en su nombre, hemos nacido de Él. Por todo ello, Dios nos da gracia tras gracia. A Dios nadie lo ha visto jamás. Pero, Jesús es Dios Unigénito y él hace que podamos conocer verdaderamente a Dios Padre. ¡Toda una verdadera riqueza la que nos viene de Dios!¡ Que nuestras últimas palabras sean pronunciar, con todo el amor, tu santo nombre: Jesús, Jesús, Jesús. Que le hayamos recordado con frecuencia en esta vida con el pensamiento, diciéndole que lo amamos, hará vibrar nuestro corazón con verdadero amor y cariño. Estará con los brazos abiertos para recibirnos en el mismísimo momento de la marcha de este mundo al cielo.

   Es necesario lograr esta cercanía con Dios. Debemos proponernoslo para este año que estamos comenzando. Con ello, tendrán sentido todos los demás compromisos que vayamos realizando. Que así sea.


   Propósito: ¡ Tú veras cuál fluye de tu corazón!

lunes, 21 de diciembre de 2020

Domigo de la Sagrada Familia.27-12-2020. Lucas 2-22-40.

   Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia. Y con ello, celebramos con misericordia y respecto a las muchas familias que nos rodean. Es una fiesta que llena de amor a la familia del niño Dios, y queremos que ese amor trascienda hacia los demás. 

   La primera lectura, se dirige al verdadero núcleo familiar, padre, madre e hijos. Se toma del libro bíblico llamado Eclesiástico, capítulo 3, versículos del 2-6 y 12-14.

   Algo verdaderamente muy importante es que el que honra a sus padres expía sus pecados y el que respeta, ama y quiere a su madre, acumula tesoros y por lo tanto expía también sus pecados. En verdad, el que ama a sus padres expía sus propios pecados. Se le perdonan los pecados. Lo dice la palabra de Dios, la propia Biblia. Y termina la lectura de hoy afirmando que la compasión hacia loa padres no será olvidada y les servirá a los hijos para reparar sus pecados. 

   La segunda lectura se toma de los Colosenses, 3,12-21. Podemos ver en esta lectura algo de lo que se habla pocas veces: lo místico. Si profundizamos en que "el amor es el vínculo de la unidad perfecta". ¡Qué podremos decir del amor a Dios que nos lleve a un gran vínculo de union con Él! ¿No sería de verdad unn gran regalo de ese Dios que tanto nos quiere? Esa preciosa gracia no la pidamos a Dios, que nos la regale si el quiere. Pero nosotros tratemos de amar cada vez más a Dios. Leamos muchas veces este trozo bíblico y otros que van en la misma línea. Empapémonos del amor a Dios que conlleva el amor al hermano.

   Leed y releed esta segunda lectura. El Señor nos ha perdonado. Perdonemos nosotros a los demás. Cantemos a Dios, muy amenudo, durante el día: nos servirá de oración...

   La tercera lectura, que llamamos evangelio, es de Lucas 2,22-40. Se trata de la presentación del niño Jesús en el templo. Recoge especialmente la intervención de dos personajes: Simeón y la prifetisa Ana. Simeón, coge en sus brazos a Jesús y afirma que una espada traspasará el alma de María, y le dice a Dios que ya puede dejarle morir en paz, pues ya ha visto al Salvador. También a nosotros nos llenan de alegría las fiestas de Jesús y de María. La profetisa Ana sólo había vivido siete años casada, y al quedar viuda se dedicaba a hacer sus oraciones y sacrificios para manifestar su amor a Dios. Vivió hasta los 84 años y hablaba del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

IV Domingo de Adviento. 20-12-2020. Lucas 1,26-38

    Cada vez nos vamos acercando más a la Navidad, llegando hoy al último domingo de Adviento, último domingo de preparación para celebrar la fiesta del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo: ¡La Navidad!

   La primera lectura de la misa nos invita a unirnos verdaderamente a Dios. Estamos tan poco acostumbrados a leer y meditar la palabra de Dios que, a menudo se nos escapan detalles importantes para nuestra vida espiritual. 

   En el segundo libro bíblico de Samuel 7,12-16 el Señor anucia que va a construir una casa a David. Pero, será cuando se cumplan sus días y repose con sus padres. Entonces, Dios le suscitará descendencia. Nosotros estamos acostumbrados a esperar cosas de Dios en esta vida. Pensamos que es cuando las necesitamos. Porque después  de muertos ya... y sin embargo, David debe esperar para cuando se haya muerto.

   Así son las cosas de Dios, de nuestro buen Dios que de verdad nunca nos abandona. Pero, sus conceptos son distintos a los nuestros. La solución es aprender a hecharnos en los brazos de Dios y ¡hágase su voluntad! Sin embargo, esto no nos libera de saber hacer una oración de petición. Una oración de pedirle cosas a Dios. Él sabe mejor que nosotros lo que nos viene bien en cada momento. Confiemos en Él.

   La segunda lectura se toma de la carta a los romanos, 16,25-27. La venida de Jesucristo, la revelación del secreto, se ha mantenido en silencio durante siglos eternos y se ha manifestado después de miles de años que existe el mundo. Y ha sido para que todas las gentes llegemos al conocimiento de la verdad, a la obediencia de la fe; a Dios, el único sabio, a Él la gloria por los siglos. Amén.

   Lucas 1,26-38 nos trae la lectura evangélica de hoy. Ante ella cobran vida y comprensión las palabras de la primera lectura. En la aparición del ángel Gabriel a la virgen María, ella le pregunta al ángel cómo puede ser todo lo que le anuncia. El ángel le contesta: el Espíritu Santo vendrá sobre tí y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que de tí va a nacer se llamará Hijo de Dios.

   Leyendo este evangelio parece todo muy sencillo, y de verdad que lo es. Pero, en el fondo, hay un caudal enorme de fe. Es la fe de María. La fe en Dios, en nuestro Dios, en el Dios de todos. Es y no es la fe ciega. Es la fe del que se echa en manos de Dios y que sea lo que Él quiera. Y, aunque parezca que no es fe, es verdadera fe. Hay, en lo más íntimo de nosotros, una confianza grande en Dios, obre como obre. En una palabra, nos dejamos estar en las manos de Dios y Él obrará cuando menos pensemos. Y cuando actúe lo sabremos. Nos lo hará ver. Pero aunque parezca un contrasentido, a la vez, debemos ser unos cristianos activos, comprometidos, trabajando por la extensión del reino de Dios.


   Compromiso: Trabajemos nuestra fe.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

III Domingo de Adviento. 13/12/2020. Ciclo A

   Estamos en los domingos de Adviento, acercándonos ya a la Navidad. Se nota la gran diferencia entre Juan el Bautista y Jesús de Nazaret. El carácter ascético de Juan contrasta con la misericordia entrañable de Dios manifestada en Jesús.

   La primera lectura se toma del libro bíblico de profeta Isaías (61,1-2a.10-11). Sin duda, que los que lean la explicación de estas lecturas de la misa del presente domingo están bautizados. El Espíritu del Señor está sobre ellos, sobre nosotros. Es nuestro deber recordar a los demás el Espíritu de la Navidad; celebramos el que Jesús haya nacido entre nosotros para proclamar los años de gracia del Señor. Un año y otro, y otro...

   En estos días y sobre todo el día de Navidad, nuestra alegría debe ser el reflejo del alma. Como dice esta lectura:" Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios".

   La segunda lectura es de la primera carta a los Tesalonicenses (5,16-24). Empieza con un consejo que puede llenar nuestra vida de cristianos y mantener nuastra actuación apostólica. Nos pide que seamos constantes en el orar y que demos gracias a Dios en todo momento. Podemos hacerlo con el pensamiento. empezar a cojer la costumbre. Un "Señor te amo"... dicho con el pensamiento. O un "gracias Señor". Pequeñas frases dichas con amor. Y sigamos cumpliendo con nuestras obligaciones. No olvidemos que hay obligaciones que exigen no distraerse, que son de mucha atención. Tengámoslo en cuenta.

   Mantengamos ese Espíritu hasta el final de nuestra vida. Dios es fiel y Él completerá lo que falte.

   Y ya entramos en la lectura evangélica tomada de Juan 1,6-8.19-28. La misión de Juan es la misión de cada uno de nosotros: dar testimonio de la luz. No hace falta ser sacerdote. Todos tenemmos obligación de mover a la gente en dirección a Dios. Todos debemos dar testimonio de la luz, lo cual no quiere decir que no tengamos pecados o pecaditos. Salvo el enviado, Jesús de Nazaret, los demás tenemos pecados o, por lo menos, imperfecciones. Una excepción sera María, la madre de Jesús. Los demás, nosotros, seremos como Juan el Bautista, la voz que grita:"allanad el camino del Señor".

   Pero si bautizamos con agua en nombre de Jesús, el Espíritu, la gracia del Señor Dios entra en Él. Podemos hacerlo en caso de necesidad, si la persona está en peligro de muerte, no está bautizado y quiere ser bautizado porque cree en Jesucristo. Si no hay una urgencia deberá bautizar el sacerdote.

   

   Compromiso: Piensa en cómo puedes hablar algo de Dios con otra persona.

   

  


viernes, 4 de diciembre de 2020

Domingo II de Adviento. 06/12/2020. Marcos 1,1-8

   Si hay algo que debería hacer clamar al pueblo cristiano es, en el día de hoy, no haber podido recoger los posibles frutos del Concilio Vaticano II, después de 50 años de su terminación. "Consolad, consolad a mi pueblo, para que preparen un buen camino al Señor Dios que llega; que los valles se rellenen, que los montes se allanen y que lo torcido de enderece". A ver si es verdad, y recojemos pronto los frutos del Vaticano II. Es verdad que el Papa Francisco está haciendo lo posible y va por buen camino, según parece.

   No obstante, no olvidemos, que como se nos dice en la segunda lectura, para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. Dios no quiere que nadie se pierda, sino que todos llegen a la conversión. Sin embargo, el día del Señor llegará como un ladrón, y mientras, nuestra conducta debe ser santa y piadosa, esperando la llegada del día de Dios. Como termina la segunda lectura, debemos procurar que Dios nos encuentre en paz con Él, intachables e irrepochables.

   El evangelio de este domingo termina afirmando Juan que él ha bautizado con agua, pero que Jesús nos bautizará con Espíritu Santo. Una gran verdad. Y las consecuencias son de mucho valor. Siempre debe haber una correlación entre las verdades de la fe y las experiencias vitales. Sin esa correlación la fe no se legitima y correrá el peligro de transformarse en una ideología religiosa. Es la fuerza del Espíritu Santo. Es la paz interior que sentimos en nuestra alma cuando vivimos unidos a Dios. Esas vivencias de amor a Dios son una realidad. Llenan nuestro corazón. Es la legitimación de nuestra fe. El bautismo que nos trae Jesús de Nazaret llega a lo profundo de nuestra alma y la modela. Por eso, cuando somos fieles a Dios, cuando no pecamos, cuando de verdad buscamos nuestra unión con Él, nos vamos sintiendo más unidos a Él, a Dios. Es la mejor prueba de nuestra fe. Es verdad que esa legitimación de la fe no siempre se da al momento porque a veces Dios quiere probarnos. Sabemos que estamos unidos a Dios, pero no lo sentimos. En esa situación debemos mantenernos en la fe, seguir siendo fieles a Dios, hacer actos de fé en Él... echarse en sus brazos... seguir siéndole fieles y decirselo... No apuremos a Dios, pero un día, cuando menos cuenta nos demos, volveremos a sentirnos cerca de Dios. Démosle gracias de verdad, ...

   Y que esta experiencia nos valga para orientar a otros.

jueves, 20 de febrero de 2020

VII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 23-2-2020. Mateo 5,38-48

     Este es un domingo en que la enseñanza principal de cada una de las tres lecturas es la misma: la santidad, nuestra santidad. El texto que se propone para meditar y recordar se toma del Levítico, de los comienzos de la primera lectura, y dice: "Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo". Debemos recordarlo muchas veces durante la semana y vivirlo.

     La primera lectura es del libro bíblico llamado Levítico (19,1-2). Además de la frase mencionada para recordar, es importante lo de reprender al prójimo, aunque debe hacerse siempre con suavidad para no herir, pues amarás a tu prójimo como a ti mismo.

     En nuestro deseo de ir tras la santidad, tengamos presente el Salmo 102, que nos recuerda que el Señor es compasivo y misericordioso.

     1 Corintios 3,16-23 nos transmite la segunda lectura. En ella se continúa con el tema de la santidad. Debemos ser santos porque somos templo de Dios, y el templo de Dios es santo. Cuando entramos en una iglesia, en un templo, notamos algo especial, es un lugar santo, muy apropiado para hacer oración, para recoger nuestro espíritu. Nos dice que el templo de Dios es santo, pero a la vez añade que ese templo somos nosotros. Y termina la lectura afirmando que todo es nuestro, los que nos predicaron, los que nos llevaron a Cristo  nos acercaron a Dios, la vida, la muerte, el presente, lo futuro...  Todo es nuestro, y por eso debemos echarnos, sin pensarlo más, en los brazos de Dios. Hágase Señor tu voluntad. Dilo continuamente: en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad. Todos los días de tu vida.

     Entramos en el evangelio, tomado de Mateo 5,38-48. El comienzo de la primera lectura coincide, en su significado, con el final del evangelio. En efecto, "sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo", viene a decir lo mismo que "sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto". Se nos señala el espíritu del camino que debe seguir el creyente cristiano. En principio, hay que tener siempre cuidado en que nuestra conducta no lleve a perjudicar a otro. A quien quiera quitarte la túnica, no debes darle también el manto. Puedes coger una pulmonía y, con ella, perjudicar a los tuyos. El ser buenos ante Dios no quita el tener sentido común en nuestra forma de proceder. El evangelio de este domingo dice, casi al final, que debemos saludar a todos, es decir, hablar con todos. Es un consejo excelente. Cuando hablamos con la gente, se presentan multitud de ocasiones en que podemos hablar de Dios. Llevar a los demás hacia Dios. Como diría el actual Papa Francisco, hay que ser iglesia en salida, salir afuera del edificio de la iglesia para hablar de Dios.

     El evangelio de hoy es un evangelio del perdón, perdón que sólo pueden darlo las víctimas. ¿Cómo podemos hacer para que nuestras comunidades cristianas acepten la Buena Noticia de saber perdonar a los demás y sepan llevar a los demás a reconciliarse en medio de las fracturas que producen las ideologías existentes, la xenofobia, la competitividad, etc.?



     Compromiso:
     Ponte uno tu mismo.



jueves, 13 de febrero de 2020

VI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 16-2-2020. Mateo 5,17-37

     Las lecturas de hoy son de una gran profundidad. Se pasa desde el gran misterio que existe en las profundidades de Dios al gran respeto que debemos al hermano. Y culminan las lecturas con el total respeto que debemos a Dios. No tenemos que poner a Dios por testigo de nuestras afirmaciones. Seamos siempre portadores de la verdad, para que todo el mundo nos crea.

     La frase que se propone para recordar y meditar es de la segunda lectura y dice: "Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman".

     La 1ª lectura es del libro bíblico Eclesiástico 15,15-20. Nos pone dos parejas de contrarios a escoger: el fuego y el agua o la vida y la muerte. Cada uno de nosotros somos responsables según lo que escojamos. ¡Permanezcamos fieles a la voluntad de Dios!

     La 2ª lectura es de 1 Corintios 2,6-10. Los creyentes cristianos somos portadores de una sabiduría divina y misteriosa, escondida, predestinada por Dios, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que le aman. El Espíritu de Dios que está en nosotros sondea todo, incluso lo más profundo de Dios. Esto debemos tomarlo al pie de la letra. Lo que Dios puede darnos es insondable. Dios nos regala vivencias místicas reales. Pero no debemos buscarlas, dejémoslo a voluntad de suya, echémonos en sus brazos. Si él quiere, nos las dará. Pero, cuando esto suceda, no presumamos de ellas, no nos sintamos superiores a los demás, demos gracias a Dios.

     El evangelio nos refiere la finura y la pureza en el obrar del mensaje que nos trajo Jesús. Para comprenderlo bien, debemos entender correctamente la postura de Jesús ante la persona pecadora. No cabe duda que él perdona con una facilidad conmovedora, como en el caso de la mujer adúltera. Debía ser lapidada. Si está arrepentida es por el temor al sufrimiento y a la muerte. Jesús no se pone a analizar la posible causa del arrepentimiento. Le da pena del pecador, ve en qué lío se ha metido y tiene que ayudarlo a salir de él. El precepto, tal como lo entiende Jesús, nos conduce a observar una conducta de una finura especial. Dice Jesús hoy, que si vamos a presentar una ofrenda y recordamos que un hermano tiene quejas contra nosotros, debemos volver primero a reconciliarnos con el hermano, y después ya podemos ir a presentar la ofrenda. Respecto al juramento, admite lo que ya estaba dicho: No jurarás en falso y cumplirás lo que has jurado al Señor. Pero Jesús nos dice que no juremos en absoluto, ni por el cielo, ni por Dios, ni por lo más santo, ni por nadie ni por nada. Y termina diciendo que nuestro hablar sea sí, sí, no, no. En efecto, lo que pasa de ahí no es de fiar. Respecto al "no matarás", incluye también el insulto y el dejarse llevar de la ira. No debemos llamar al hermano "imbécil". En nosotros deben dominar los sentimientos finos. Practiquemos una finura evangélica, de amor al hermano.


     Compromiso:
     Medita algo sobre la finura evangélica.


miércoles, 5 de febrero de 2020

V Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 09/02/2020. Mateo 5, 13-16

   Por tres veces sale la palabra "luz" en las lecturas de la misa, aparte de otras muy significativas. La luz es la primera obra de la creación de Dios. La luz es independiente del sol. Dios es la luz. A menudo, su aparición está acompañada de fenómenos de luz. Los religiosos israelitas de Qumrán acentuaron fuertemente la oposición total entre luz y tinieblas. Dios es la luz de Israel, y por lo tanto nuestra luz, la luz de Dios en nosotros. Debemos buscar esa luz de Dios en nuestro interior.

   Isaías 58, 7-10 hacen la primera lectura. A lo ya dicho, añadimos la ayuda a los que necesitan de verdad de nosotros. No nos desentendamos de los nuestros.

   1 Cor 2, 1-5 nos proporciona la segunda lectura. El resumen lo hace el mismo Pablo cuando afirma que su predicación no fue con sabiduría humana, presumiendo de maravillosa oratoria, sino apoyada en la manifestación del Espíritu de Dios. Esta es la maravillosa lección que hoy recibimos. Cuando tratamos de llevar a alguien por el camino de  Dios, hablémosle con el corazón en la mano, y confiémoslo al Señor. Hablemos al corazón las veces que creamos oportuno, pero siempre poniéndolo en manos de Dios. Al final, debe ser obra de Dios y no obra nuestra.

   Como se indica en la cabecera, la lectura evangélica se toma de Mateo 5, 13-16. Es la lectura de la sal y de la luz. Es la línea del Papa Francisco cuando habla de ser iglesia en salida. Cada cristiano, sin esperar a que un cura lo envíe, debe sentir la responsabilidad de salir de la iglesia-edificio y hablar de Dios a los demás, con la misma facilidad con que se habla de fútbol o de política. Debemos ser siempre sal y luz para los demás, pero sin presunción. Sin presumir ni ante Dios, ni ante los demás. De esta forma, seremos luz del mundo y sal de la tierra.

   Para cumplir esta misión, debemos leer algún libro que nos vaya dando alguna idea útil o buscar otro medio que pueda informarnos. En el centro de nuestra vida debe estar Dios, su proyecto de hermandad y de plenitud. Una lámpara no se pone para que esté debajo de una silla, donde poco o nada alumbra. Todos nosotros estamos invitados a compartir la verdad que llevamos dentro y que vivimos. No la escondamos jamás. Los cristianos, que amamos a Dios de verdad, llevamos dentro una luz que no es una propiedad particular, sino un don que siempre debemos poner al servicio de los demás. En efecto, el sentido de esa luz que somos, que llevamos dentro y que, a menudo, quisiera reflejarse al exterior, es dejarla que salga y realice su misión. No nos la apropiemos. ¡Dejémosla salir!

   Compromiso:
   Puedes deducir uno.

jueves, 30 de enero de 2020

La Presentación del Señor. Ciclo A. 2-2-2020. Lucas 2,22-40

     La celebración eucarística de este domingo es de una fuerza inmensa, porque nos presenta ante el misterio del encuentro con Cristo. Realmente este encuentro se nos da cada domingo y tiene diferentes maravillas. Hoy descubrimos lo misterioso del fuego divino y la grandeza de los comienzos de un niño que ya envuelve en ese fuego a todos los que se topan con él.

     Como texto para memorizar o quedarse con la idea, se propone de la primera lectura: "El Señor es como fundidor que refina la plata. Es como fuego de fundidor, como lejía de lavandera".

     Malaquías 3,1-4 nos ofrece esta primera lectura. La considero idónea para la explicación moderna sobre el inexistente purgatorio temporal. En efecto, al buscar la palabra "purgatorio" en el Catecismo de la Iglesia, nos encontramos con distinta duración para cada difunto, y se cita a una serie de santos que así lo afirman. Sólo en último lugar aparece santa Catalina de Génova, afirmando lo instantáneo del purgatorio. Dice ella que al morir y presentarnos ante el Señor, nos vemos tan llenos de su fulgor y de su luz que quedamos limpios de toda mancha de pecado. Por ello pasamos instantáneamente a disfrutar de la presencia de Dios para siempre. Recordemos lo que afirma esta primera lectura: que el señor es como fuego fundidor que refina la plata, la acrisola.

     La segunda lectura, Hebreos 2,14-18, afirma que todos nosotros, más o menos, tenemos miedo a la muerte. Pero Jesús expió todos nuestros pecados y nos auxilia en cada momento. Echémonos en sus brazos y encontraremos la paz.

     En el evangelio celebramos la presentación del niño Jesús en el templo. A través de él, conocemos la profundidad de los corazones de Simeón, de María y de Ana. De Simeón se afirma que el Espíritu Santo estaba con él. Ojalá en lo más íntimo de nuestras entrañas amemos a Dios de forma que se pueda decir de nosotros algo parecido. La vida de Ana no puede retratarse mejor. Vivió siete años casada y, ya viuda, vivió hasta los ochenta y cuatro dedicándose al templo, a la oración, y a hablar de Dios a los demás. ¡Qué poco hablamos de Dios nosotros! Nos cuesta trabajo sacar la conversación, aunque seamos personas habladoras. Comentamos el fútbol, la moda, los cotilleos, o hablamos de política, pero de Dios pocas veces. Ese es nuestro cristianismo. Hagamos un compromiso en ese sentido.


     Compromiso:
     El que gustes, pero hazlo.


miércoles, 22 de enero de 2020

III Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 29/01/2020. Mateo 4, 12-23

   Hoy, por primera vez, se celebra el Domingo de la Palabra de Dios, por iniciativa del Papa Francisco, para que la comunidad cristiana se centre en el gran valor que la Palabra de Dios debe ocupar en su existencia diaria. Por esta razón, propongo, para los que seguís este comentario, leer en estos días, la carta a los cristianos de Corinto. Leerla y releerla, o mejor, meditar sobre ella y recordad algo.

   Como frase a recordar, se propone una del evangelio: "Venid conmigo y os haré pescadores de hombres".

   La primera lectura es del libro bíblico Isaías, 8, 23b-9,3. El significado principal se centra en que el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz... una luz les brilló. Si estás alejado de Dios, si no practicas la fe, cuando recobras la fe porque aceptas a Dios en tu corazón, experimentarás que de nuevo entra la luz en él. Nunca dejes la fe. Vívela. Avanza en ella. Ama a Dios. En momentos de oscuridad, sigue siendo fiel a  Dios, échate con confianza en sus brazos. Espera sin prisas. Dí... hágase tu voluntad... confía con amor. ¡Volverás a ver la luz! ¡Dale las gracias!

   La segunda lectura se toma de 1 Corintios 1, 10-13.17. Comienza la carta de hoy pidiendo que no haya divisiones entre los cristianos. Esta petición vale para la cristiandad hoy día. Estamos divididos entre conservadores y no conservadores. Pero, todos amamos a Jesús. Esto es lo principal. Sepamos ver que la comprensión del mundo avanza y que la teología tiene que hacer frente a nuevas problemáticas.

   Mateo, 4, 12-23 comprende la lectura evangélica de hoy. Debido a la persecución contra Juan el Bautista, Jesús se retira a la región de Galilea y se aplica la frase de la primera lectura: el pueblo vio una gran luz (Jesús); a los que habitaban en tierra de sombras y de muerte, les brilló una luz. Es Jesús que empieza a predicar. Jesús dice: "Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos". Dice también el evangelio que Jesús recorría toda Galilea, enseñando en la sinagoga y proclamando el evangelio del reino. El concepto central de la predicación de Jesús es él, el reino de Dios o reino de los cielos. El no habla del reino de la Iglesia. Por ello, la Iglesia no coincide con el reino de Dios. ¿Y cuándo llegará? ¿Cuándo se consumará el reino de Dios? No estamos en condiciones de saberlo. Pero, la causa de Jesús es la causa de Dios, por esta razón nunca puede ser una causa perdida.

   Hoy, vemos en el evangelio los cuatro primeros discípulos de Jesús, dos parejas de hermanos, Simón-Pedro y Andrés, junto con Santiago y Juan. Para los cristianos, el cristianismo no debe ser una doctrina general o un contenido dogmático abstracto, como sucede a menudo. El cristianismo es siempre una figura histórica que sigue viva: Jesús de Nazaret. Por esta razón, debemos volver al comienzo de este comentario y acostumbrarnos a leer el Nuevo Testamento para hacer realidad la enseñanza del día de la Palabra de Dios. Comencemos, pues, con el Nuevo Testamento.

   Compromiso:
   Dedúcelo tú.

jueves, 16 de enero de 2020

II Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 19-1-2020. Juan 1,29-34

     Las palabras clave de este domingo son glorificar, santificar y el Espíritu Santo. Dicen todas una relación con la santidad. La santidad de Dios, que nos ama, y nuestra santidad que él nos da. La frase que se propone para memorizar es la equivalente a la del domingo anterior, es decir, Juan 1,33-34. Escoge la que más prefieras. Tiene especial importancia lo de bautizar con Espíritu Santo, expresión que sale en el evangelio de hoy.

     La primera lectura se toma del libro bíblico Isaías 49,3.5. Dice el Señor que él va a ser glorificado por mí. Pero, a su vez, yo he sido glorificado por él, ante sus ojos. Y esto sucede cuando Dios es mi fuerza y yo la empleo en atraer a las personas hacia él. Es decir, cuando yo soy la luz de las naciones para atraer a muchos a las experiencias de Dios. Acostumbrémonos a hablar de Dios con los demás. Si lo hacemos, no lo olvidemos, Dios es glorificado por nosotros, y nosotros por él.

     La respuesta al salmo de hoy es: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad". Que nos sirva para comprometernos en algo de lo que vamos viendo.

     1 Corintios 1,1 hacen la segunda lectura. La carta se dirige a todos nosotros, pues se envía a todos los que en cualquier lugar invocan el nombre del Señor Jesús. Nos desea gracia y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. No olvidemos, pues, que Pablo nos ha enviado una carta. No dejemos de leerla y releerla. 

     El evangelio (Juan 1,29-34) de hoy nos presenta el bautismo de Jesús según nos lo relata el evangelio de Juan. Para comprender bien en toda su profundidad este pasaje debemos darnos cuenta de la profundidad mística que encierra. Todo el texto gira alrededor de la palabra "Espíritu", que baja del cielo como una paloma y se posa sobre Jesús. El bautismo de Juan animaba a cambiar de conducta. Por eso, el bautismo de Jesús es superior al de Juan. Jesús trae un bautismo con Espíritu Santo y fuego. "Santo", aplicado al Espíritu Santo, significa pertenencia a la esfera de Dios y, por lo mismo, tiene una actividad santificadora. Una vez bautizados ya pertenecemos a la esfera de Dios. La vida divina nos empapa totalmente, nos toca en lo más profundo de nuestro ser. Esto sucede cuando nos hemos preparado con la enmienda que procede de un sincero amor a Dios. El Espíritu de Dios es Dios entre nosotros. Los cielos quedan abiertos asegurando una comunicación ininterrumpida de Jesús con la esfera divina. El espíritu de Dios es como el ave que vuela sobre su nido. Vuela sobre Jesús y se posa en él. Jesús está inundado del Espíritu de Dios, no ha estado nunca separado de Dios. Y nosotros preparados para una vida mística de fuerte unión con él. El bautismo de Jesús es maravilloso, y el nuestro sigue en esa misma línea si dejamos que Dios obre en nosotros maravillas. Es la base de toda vida mística: nuestro bautismo debe estar unido al de Jesús y ponerlo todo no en nuestros méritos, sino en el actuar de Dios en los corazones. Nosotros debemos trabajar para que la gente se una cada vez más a Dios, pero sabiendo que el resultado final no se debe a nosotros, sino que es obra suya, del propio Dios. Sólo él nos acerca a él. Es poner a nuestros hijos en el buen camino. No debemos privarlos de ello.


     Compromiso:
     Hagamos obras buenas, pero a Dios no le exijamos nada a cambio. Dejémosle que sea él quien obre en nosotros.



domingo, 12 de enero de 2020

Bautismo del Señor. 12-1-2020. Ciclo A. Mateo 3,13-17

     Hoy se celebra la fiesta del bautismo de Jesús. Se impone, pues, el tratar de ver hasta que punto pueden aportar algunos datos históricos referentes al bautismo de Jesús. El evangelio de Lucas afirma que Jesús fue bautizado por Juan Bautista en el año 15 del emperador Tiberio, por lo tanto, entre los años 27 a 29 después de Cristo, lo que suele aceptarse como hecho histórico.

     Como texto para memorizar, propongo el final del evangelio de hoy, es decir, Mateo 3,16-17. Dice: "Al salir Jesús del agua, se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y se oyó una voz de los cielos que decía: este es mi Hijo amado, en quien me complazco".

     Isaías 42,1-4.6 hace la primera lectura de la misa. Nos presenta al elegido por Dios, en quien se complace. Siempre debemos tener los ojos muy abiertos para saber quien es el elegido por Dios, que se acerca a ti para decirte que des un paso al frente y que te acerques a Dios. El Señor te coge de la mano para que te acerques a él.

     Hechos 10,34-38 compone la segunda lectura. En Dios no existe acepción de personas, nos busca a todos si lo tememos y practicamos la justicia. Jesús nos trajo una paz que podemos experimentar en nuestros corazones. Jesús fue ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo. Dejemos que él nos toque en el corazón.

     El evangelio de hoy se toma del evangelio de Mateo,3,13-17. Las personas que hacen un viaje a Tierra Santa nunca olvidan el rememorar su propio bautismo en las aguas del río Jordán. ¡Qué bien decir con plena alegría del corazón que daremos siempre testimonio del Señor! ¡Y decirlo en el mismo río donde Jesús fue bautizado!

     Juan dice a Jesús: "Soy yo el que necesito que tu me bautices, ¿y acudes a mi?". ¡Cuántas veces le damos a Dios contestaciones parecidas! Tenemos muy claro que él lo puede todo y nosotros no hacemos nada para que las personas se acerquen a él. Obedezcamos a nuestro papa Francisco y salgamos de la iglesia para hacer labor a favor de Dios y de los hombres. No esperemos a que el cura de la parroquia tenga que organizarnos. ¡Tomemos nosotros la iniciativa y adelante! Pero, siempre hagámoslo en nombre de Dios y sin esperar resultados inmediatos. Si vienen, demos gracias a Dios. Pero si no vienen, hagamos oración, pongámoslo en las manos de Dios y sigamos trabajando sin desanimarnos.

     Cuando se bautizó Jesús y salió del agua, se abrieron los cielos, se vio que el Espíritu de Dios bajaba en forma de paloma y se posaba sobre él. Según la literatura de la época, los cielos abiertos expresan una comunicación ininterrumpida. Dios se comunica para siempre con los hombres. Acuérdate de Dios con el pensamiento varias veces durante el día. Él te oye, se alegra, te lleva por el camino de la santidad. Será una buena forma de celebrar el bautismo de Jesús.


     Compromiso:
     Mira el final de este comentario.


sábado, 4 de enero de 2020

II Domingo de Navidad. Ciclo A. 5-1-2020. Evangelio Juan 1,1-18

     La misa de hoy está dedicada a la sabiduría o la palabra. Para los antiguos, lo sagrado y lo profano no estaban separados, a diferencia de lo que ocurre hoy día. La sabiduría se encontraba muy estrechamente vinculada con la fe en Dios, como fe en la creación. La sabiduría es, desde el principio, un saber experiencial. Nuestras experiencias religiosas también nos transmiten experiencias al corazón. La sabiduría de Dios nos sigue muy de cerca si la dejamos que anide en nosotros. Proponte este año acercarte más a Dios. Te alegrará.

     El libro bíblico llamado Ecleisástico (24,1-2.8-12) hace la primera lectura de la misa. Como afirma al principio, la sabiduría de Dios se gloria en medio de su pueblo. La sabiduría de Dios jamás dejará de existir. Sólo nos queda dejarnos levar por ella.

     La carta a los de Efeso 1,3-6,5-18 nos proporciona la segunda lectura. Pablo nos recuerda en sus oraciones y no cesa de dar gracias a Dios por todos nosotros. Pide al Padre que "nos de espíritu de sabiduría para conocerlo bien y que ilumine los ojos de nuestro corazón para que comprendamos cual es la esperanza a la que nos llama y la riqueza de gloria que da en herencia a los santos". Es muy importante conocer bien a dios para amarlo de verdad y saber como actúa en nuestros corazones Guardemos y reflexionemos sobre los consejos que vamos recibiendo de personas expertas, y vayamos haciéndolos nuestros.

     El evangelio de hoy es el de S. Juan en su comienzo. Y lo primero que hace es hablarnos del verbo, es decir, de la Palabra. "En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios". El Verbo es una personificación de Dios, es el mismo Dios ."En Dios está la vida y la vida es la luz de los hombres". Merece la pena meditar esta frase. La vida de verdad la recibimos de Dios y la vivimos con Él. Meditemos en las cosas de Dios, amémosle, recibámoslo en la comunión, ayudemos al hermano... y cada vez nos sentiremos más cerca de Dios. Sentiremos la vida que nos llega de Él. Acordémonos de Dios con el pensamiento varias veces durante el día. Es una bonita manera de hacer oración. Digámosle que lo queremos. Este año lo repetiremos muchas veces para que vayas adquiriendo la costumbre. ES una forma de llevar la presencia de Dios dentro de las limitaciones con que los humanos podemos hacerlo.

     El Verbo o Palabra de Dios existe desde siempre, desde toda la eternidad. Pero, llegado el momento, cuando creyó oportuno, sin dejar de ser Dios, se hizo hombre y habitó entre nosotros. No es ningún imposible para Dios. Para ese Dios que nació entre nosotros, pero no sólo eso, sino que por la maldad de los hombres con los que le tocó vivir, fue apresado, flajelado, escupido, maltratado, clavado en una cruz, coronado de espinas y con el insondable dolor de tener que respirar levantando su cuerpo, apoyando sobre los pies clavados en la cruz y dejando el cuerpo caer por falta de resistencia. Terrible dolor hasta su muerte definitiva. Dice el evangelio de hoy que hemos contemplado su gloria, y es verdad, porque sabemos que ha resucitado. Pero también es verdad que hemos contemplado su dolor, su inmenso dolor. Y así, hemos conocido a Dios de verdad y sabemos que es capaz de relacionarse con nosotros en lo más íntimo de nuestro corazón.


     Compromiso:
     Aprender a hablar con Dios en lo más íntimo de nuestro corazón.



 
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