miércoles, 25 de noviembre de 2015

I Domingo de Adviento. Ciclo C. 29/11/2015. Lucas 21, 25-28. 34-36

   Comenzamos hoy el nuevo año litúrgico que se desarrollará a través del ciclo C. El presente domingo, primero de Adviento, nos habla a través de Cristo Salvador con cuyos brazos acogedores nos espera al final de esta vida y de los tiempos. Las tres lecturas tienen esta perspectiva.

   La primera lectura está tomada del libro bíblico de Jeremías (capítulo 33, versículos 14-16) y nos afirma que Dios cumplirá la promesa de enviarnos un salvador, que vendrá con el mensaje de la justicia y el derecho en la tierra. De tal forma que la misma Jerusalén se llamará "El Señor es nuestra Justicia", es decir, nuestra salvación.

   La segunda lectura (1 Tesalonicenses 3, 12-4,2) expresa los deseos de Pablo para con todos nosotros los creyentes. El desea que el Señor nos haga rebosar de amor mútuo y de amor a todos. Así nos fortaleceremos internamente para presentarnos santos e irreprochables ante Dios, nuestro Padre. Todos hemos aprendido cómo agradarle. Toda nuestra vida de cercanía a Dios se reduce a ver a Dios en los demás y obrar con amor. Ver a Dios con los demás nos invita constantemente a ser personas de oración, de oración sencilla pero profunda que nos lleva, sin darnos cuenta, a decirle a Dios muchas veces que lo amamos.

  El evangelio de hoy no puede hacernos olvidar la característica principal de la predicación de Jesús. El no ponía el acento en un final rápido del mundo, sino en la fe en Dios. El mismo nos dejó dicho que nadie sabía ni el día ni la hora en que había de suceder.

   Los textos apocalípticos reflejan, a menudo, una etapa de persecución. Para los que la sufren sobre todo si es muy fuerte y atroz, es como un preludio del fin del mundo que trae la salvación de los que se conservan fieles a Dios. Por desgracia, son hoy muchos los hermanos que viven en el horror de una cruel persecución. Para ellos, como humanos, es el fin del mundo, pero se sienten llamados a dar testimonio de su fe, no renunciando jamás a Cristo, cueste lo que cueste. Para comprender verdaderamente el evangelio de hoy, es necesario mirar hacia esos hermanos y rezar para que se mantengan firmes en la fe. Pero, a la vez, deben servirnos de ejemplo y de admiración y valorar el calado y la profundidad de nuestra fe. Pero, aquí, sí que es necesario tener vida de oración. Esa vida de oración que, más que salir de nuestro pensamiento, brota de nuestro corazón, o de lo más profundo de nuestro espíritu. Es una oración que, más que cansarnos, nos tonifica. Y, nos une de verdad a Dios. De esta forma, nuestra mente no estará embotada, como nos pide este evangelio.

   Compromiso:
   Pensar un poco en la fe de esos mártires contemporáneos.

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.