martes, 3 de enero de 2017

Fiesta del Bautismo del Señor. 8/1/2017. Ciclo A. Mateo 3, 13-17

   Las tres lecturas de este día se refieren al Espíritu del Señor, lo que les da un significado especial. El Espíritu divino lleva la primacía en nuestra vida de oración, como iremos viendo en el comentario a las lecturas.

   Nos dice el evangelio que "el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él (Mateo 3,16)". Es el texto que proponemos para meditar y recordar.

   Isaías (42, 1-4. 6-7) es el libro bíblico de donde se toma la primera lectura. Dios ha puesto su Espíritu sobre el elegido para que cumpla una gran misión. Estamos ante una bonita muestra de la teología de la liberación. En el contexto de la liberación del exilio de Babilonia, el elegido debe defender a los pobres y a todos los indefensos y, para ello, se le promete el Espíritu de manera especial. También a nosotros, los creyentes, que vivimos en un mundo hostil y agresivo, se nos da, sin duda, ese mismo Espíritu para usar la suavidad y la mansedumbre, la firmeza y valentía y así proclamar las cosas de Dios.

   Destaca en la segunda lectura que Jesús fue ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo. Es muy importante esta afirmación, pues nosotros seguimos la misma o parecida suerte que Cristo. También se nos da el Espíritu Santo sobre todo cuando nos echamos en las manos de Dios, en las alegrías y en los sufrimientos. Es decir, suceda lo que suceda. Esta postura nos enseña a hacer oración en profundidad y a sentirnos más cerca de Dios.

   El evangelio nos presenta a Jesús saliendo de las aguas después de ser bautizado. Conforme el Señor asciende, el Espíritu va descendiendo sobre él. Es la vida del cristiano, del creyente.

   Nuestro contacto con Dios existe, es una realidad. El Espíritu de Dios nos toca y baja sobre nosotros como bajó sobre Cristo. Es una realidad, no es una ilusión o una alucinación. Pero no podemos olvidarnos de él. A menudo, el prójimo necesita de verdad de nosotros y entonces debemos ayudarle si podemos y sin perjudicar a otros. Se trata de estar con Dios y ayudar al hermano. No podemos separar lo uno de lo otro.

   Ojalá, cuando fallezcamos, o nos fallezca un ser querido, se nos diga o digamos nosotros: "Este es un hijo mío, muy amado, en quien me complazco", pensando que son palabras que salen del mismo Dios.

   Es verdad que el Señor tiene mucho que perdonarnos. Pero también es verdad que nosotros, gracias a él, sabemos cual es el camino, la verdad y la vida. Al sacas estas conclusiones del bautismo de Jesús, lo hacemos porque él es nuestra cabeza y nuestro hermano.

   Compromiso:
   Echate en las manos de Dios, suceda lo que suceda. Y que ello te sirva para hacer oración.

 
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