lunes, 6 de mayo de 2013

VII Domingo de Pascua, la Ascensión. 12/05/2013. Ciclo C. Lucas, 24,46-53

   La primera lectura de esta solemnidad de la Ascensión se toma del libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 1, versículos 4.8-11.

   Después de su pasión y muerte Jesús resucita glorioso. En la mente cristiana, consideramos la resurrección y ascensión como dos sucesos distintos pero, la común tradición original presenta la resurrección de Jesús directamente como exaltación. En concreto, el evangelio de Mateo y de Juan no hablan de la ascensión de Jesús, pero presentan la resurrección como exaltación del Señor.

   Lucas trata de acentuar que Jesús resucita en nuestra historia y lo hace con un lenguaje típico. No olvidemos que los mitos son siempre históricos; expresan con un lenguaje simbólico o cósmico una realidad histórica. Aquí se expresa la realidad histórica de la exaltación o glorificación de Jesús que, de por si, ya sucedió en la resurrección. Jesús glorificado sigue viviendo en la comunidad. No se fue.

   En la segunda lectura, tomada de la carta a los Efesios, 1,17-23, después de explicarnos lo que es Jesús para nosotros, termina diciendo que la Iglesia tiene el Señor Jesucristo como Cabeza y que ella es su cuerpo. En efecto, en la primera época de la iglesia, esta era el cuerpo real de Cristo y la eucaristía, el cuerpo místico. Después se invertieron las denominaciones.

   Y, ya en el evangelio de hoy, se mencionan los tres temas que formarán el centro del kerigma o mensaje de la iglesia: el sufrimiento y muerte de Jesús, su resurrección al tercer día y la proclamación de arrepentimiento y perdón de todas las naciones. Los discípulos deben ser testigos de este mensaje, llegando incluso a dar su vida por atestiguarlo. Deben de transmitir el mensaje como propia sabiduría, como algo que se experimenta en la propia vida y al coste que sea.

   Se termina la presencia visible de Jesús con los discípulos. Ahora, los discípulos no deben moverse de Jerusalén hasta que reciban la fuerza de lo alto, el Espíritu. Lo necesitamos para crecer en madurez. El nos dará su impronta. Promoverá un crecimiento responsable y adulto. Para crecer creativamente que es lo que nos piden los signos de los tiempos, como nos pide el Concilio Vaticano II. Caemos con frecuencia en la tentación del inmovilismo y, si hablamos de pecados mortales, es el gran pecado en que caen muchos predicadores. No se deja actuar al Espíritu. Queremos actuar nosotros solos.

   (Si desea leer el comentario del mismo evangelio, del 16/05/210, haga clic en la etiqueta "ascensión" del margen derecho, en la versión web).

   Compromiso:
   Es muy importante contactar con Jesús dejándonos arrastrar por la fuerza del espíritu.

 
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