lunes, 30 de enero de 2017

V Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 5/2/2017. Mateo 5,13-16

   Si el domingo pasado estábamos dentro del ambiente de las bienaventuranzas, hoy, tanto la primera como la tercera lectura continúan en la misma dirección, es decir, refiriéndose a como debe ser el obrar de los discípulos. Para que puedas repetirla durante el día, te propongo el salmo 111,4 que dice: "El justo brilla en las tinieblas como una luz". Pero, la repetición debe ser sin enorgullecerse, con amor a Dios y al prójimo.

   La primera lectura es de Isaías 58,7-10. Nos manda hospedar a los pobres sin techo. En algunas ciudades se ve gente que tiene su colchón y ropa puesto en aceras anchas y cubiertas, en pleno invierno. Es algo intolerable en pleno siglo XXI y en una cultura cristiana. Pensemos en la bienaventuranza que comienza diciendo: Bienaventurados los misericordiosos...

   I Corintios 2,1-5 nos presenta la fe como producto del Espíritu. Y es así la realidad. Algunas personas desean llegar a la fe a base de sólo razonamientos y así nunca podrán lograrlo. La fe es un don de Dios. Pablo sólo predicó a Jesucristo y éste crucificado. Hoy día,  tenemos los evangelio como testimonio profundo de fe. Leámoslos y usémoslos como meditación.

   El evangelio compara a los discípulos y por lo tanto a nosotros, con la sal, la luz, una ciudad y una lámpara. Son preciosas dichas comparaciones. Nos invitan a actuar, a movernos a seguirlas. Cada uno debemos aplicarnos la que más nos guste, pero que sea efectiva.

   Jesús nos compara a la sal. Nos pide que seamos la sal de la tierra. No nos gustan las comidas insípidas. Y nosotros no podemos ser insípidos. Tenemos que rezumar a Cristo, saber a Cristo. Ser otros Cristos. Si nosotros no somos personas de fe, quién llevará la fe a los demás. ¡Quién los salará!

   Y, Jesús nos compara a la luz. En medio de un mundo sin fe, la persona que ama a Jesús siempre da un cierto resplandor. La luz de la fe siempre resplandece si nosotros la dejamos traslucir, si no la ocultamos.

   En tiempos de Jesús, no existía la luz eléctrica. Se alumbraba con lámparas de aceite. En Taybe, que es el antiguo Efraín, existe un museo que llaman el de las parábolas, y en él se exponen todo tipo de objetos de la época del  Señor. En él, pueden verse lámparas de aceite de la época. Y, nos dice Jesús que la lámpara no se enciende para ponerla debajo de un celemín, una especie de cajón sin tapa que servía para medir cantidades de grano. No podemos tapar la lámpara con un celemín, dejaría de alumbrar, se ahogaría, se apagaría. La función de la lámpara es alumbrar. Jesús es la verdadera luz del mundo, pero el discípulo participa de esa luz difundiéndola en su ambiente. Muchos cristianos tristemente, sin embargo, se niegan a reflejar la luz de Jesús, careciendo de las obras propias de un seguidor de Cristo.

   Compromiso:
   Vuelve a leer el comentario y proponte el único posible.

lunes, 23 de enero de 2017

IV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 29/01/2017. Mateo 5,1-12a

   En todas las lecturas de la misa de este día, se respira el espíritu de las bienaventuranzas. Por esta razón, me atrevo a proponer como frase para memorizar y recordar en nuestras oraciones, la tomada de 1 Corintios 1,27 que dice: "Lo necio del mundo lo escogió Dios para humillar a los sabios".

   En efecto, la lectura de Sofonías (2,3;3,12-15) nos invita a practicar la justicia, la pobreza y la humildad, confiando siempre en el nombre del Señor.

   La primera Carta a los Corintios (1,26-31) nos menciona como es la gente de las primeras reuniones cristianas en Corintio. No son personas muy sabias, más bien sencillas; no dominan los poderosos ni los de clase alta. Por ello, afirma Pablo, que Dios los ha escogido para humillar a los sabios. Lo que no son aquellos primeros cristianos de Corintio, lo es Cristo para ellos: sabiduría, justicia, santificación y redención. Y nosotros debemos saber captar esa sabiduría, esa santificación y redención. Para ello, es necesario ser personas de oración y compromiso. Compromiso para que Jesús sea conocido y amado; y compromiso para ayudar a los demás. Nunca lo uno sin lo otro.

   El evangelio nos presenta las Bienaventuranzas o comienzo del llamado Sermón de la Montaña. En él, está compendiada la máxima sabiduría de todos los tiempos. Las bienaventuranzas van en la línea de la teología de la liberación, porque los pobres, los que lloran los oprimidos son amados por Dios. Se sentirán despreciados por muchos, pero Dios los ama en todo momento. Por eso Dios los llama bienaventurados.

   Algunas bienaventuranzas se refieren hacia uno mismo, pero otras apuntan hacia el prójimo. Así los que tienen misericordia con los demás, recibirán de Dios un trato misericordioso. Y los que trabajan por la paz serán llamados hijos de  Dios. Trabajar por la paz, a menudo se hace muy difícil, pero es algo en lo que el Papa Francisco insiste. El diálogo entre las naciones es fundamental. Con un diálogo sincero entre las partes en conflicto, se evitarían muchas guerras. Eso a nivel mundial, a nivel de naciones. Y, a niveles de convivencia entre personas, entre familias, entre pequeños grupos, no cabe duda que el diálogo sincero entre las partes es sumamente eficaz. Pero, desgraciadamente, estamos muy poco acostumbrados a dialogar. Como cristianos, como creyentes, tenemos aquí una gran labor que realizar. Eduquemos a nuestros hijos o nietos en el saber dialogar. Así, al menos, pondrán en práctica una bienaventuranza. 

  Para situar las bienaventuranzas o Sermón de la Montaña, recordemos que dicha colina se encuentra cerca del lago de Galilea, también llamado mar de Teberiades. Imaginémonos a Jesús de Nazaret rodeado de gente hablando sobre las bienaventuranzas. Preciosa estampa.

   Compromiso:
   Practicar el diálogo.

martes, 17 de enero de 2017

III Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 22/01/2017. Mateo 4,12-23

   El tema de la luz y de la alegría, de gran solera en las vivencias cristianas, irradia en las lecturas de este día. Pero, a la vez, aparece el tema de las divisiones entre los mismos creyentes, tema de gran actualidad aún entre los mismos cristianos católicos. Ante tantas iglesias cristianas, para memorizar, nada mejor que la pregunta que se hace Pablo: "¿Está dividido Cristo? (1 Cor.1)". Y, busquemos hermanos en Jesús de Nazaret.

   Dice Isaías en la primera lectura (8,23b-9,3) que Galilea vio una gran luz llena de mucho brillo, y se alegró fuertemente llenándose de gozo. Es la alegría interna que se siente ante la cercanía de Dios y que se manifiesta incluso cuando atravesamos una etapa de dolor y sufrimiento.

   Pablo nos urge a los cristianos (1 Cor. 1.10-13.17), a todos los cristianos, a que nos pongamos de acuerdo y no andemos divididos: ¿Es tan difícil esto, con los grandes avances de la investigación bíblica? Hoy día, podríamos ponernos de acuerdo en muchas cosas. Además, hoy día, hay tales persecuciones que se derrama abundantemente la sangre de muchos cristianos de diversas confesiones. ¡Si hay ecumenismo de sangre ¿por qué permanecemos divididos?! ¿Somos tan torpes que esperamos a que se acerquen los otros, en vez de ir unos al encuentro de los otros? Y lo que es peor, los mismos católicos estamos divididos entre conservadores y progresistas, en contra o a favor del Papa.

   El evangelio de este domingo nos sitúa el centro de predicación de Jesús en las cercanías del lago de Genesaret o mar de Galilea. Empieza repitiendo la primera mitad de la primera lectura y la aplica como un verdadero cumplimiento profético en Jesús. En efecto, una gran luz brilló en toda Galilea. A menudo, los creyentes hablamos muy poco o nada con los demás sobre Jesús, sobre las cosas de Dios, sobre nuestra vida de oración. No se nos ha preparado para ello. Jesús, por el contrario, enternece cuando habla de Dios. Hay que convertirse. Llama a Pedro y Andrés, a Santiago y Juan, y le siguen con rapidez. Se hacen verdaderos pescadores de hombres. La rapidez del seguimiento no debe tomarse al pie de la letra. Primero tuvieron que captar, de verdad, el meollo del mensaje de Cristo. O mejor las vivencias del mismo. No sabemos el tiempo que les llevó, pero cuando ello se hizo realidad, la rapidez en el seguimiento fue real. Ya no hubo pausas. Siguieron a Jesús hasta el final.

   Esa es la gran lección que debemos aprender. Si nos falta el contacto con Jesús no tenemos nada que aprender. Ello se consigue con la oración. Oración de meditación, de estar con Jesús. Es necesario el contacto personal con Dios. Sólo así podremos llegar a ser pescadores de hombres como Pedro y Andrés, Santiago y Juan.

   Compromiso:
   Buscar la hermandad con los demás.

lunes, 9 de enero de 2017

II Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 15/01/2017, Juan 1, 29-34

   Espíritu Santo y Testimonio son las dos palabras sobre las que gira la liturgia de hoy. Están fuertemente entrelazadas, de manera que no hay verdadero testimonio si no está movido por el Espíritu y nuestra vivencia del Espíritu no es auténtica, si no nos lleva al testimonio activo. Como recuerdo, puedo memorizar la frase de la primera lectura que dice: " Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra (Isaías 49,6)".

   En la primera lectura, tomada de Isaías (49, 3.5-6), Dios le dice al profeta algo que también podría decirme a mí: "Es poco que seas mi siervo... y conviertas a los supervivientes... Te hago luz de las naciones". Parece que Dios cuanto más le damos más nos exige.

   En 1 Corintios (1, 1-3) Pablo nos desea que la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre y del Señor Jesucristo sean con todos nosotros. Y si tenemos la gracia y la paz de Dios, es porque el Espíritu está en nosotros y él nos mueve. Vivamos esta gran verdad y dejémonos mover.

   El evangelio de este domingo nos relata la gran experiencia de Juan el Bautista sobre Jesús. Dios había dicho a Juan: "Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo". Y, ese es el hijo de Dios, afirmó también Juan.

   Los judíos, como nosotros los creyentes cristianos, si eran creyentes de verdad, si eran personas de oración y practicaban el bien, ellos también experimentaban la presencia de Dios en sus corazones. A esa experiencia terrenal de Dios la llamaban Shekhinah. Era la manifestación del Espíritu, era la presencia divina. Los judíos habían descubierto que cuando dos o tres estudiaban juntos la Biblia, se hacían conscientes de que la divinidad habitaba en ellos y con ellos. Y, cual no sería la interioridad de la oración de Jesús y la fuerza de sus vivencias echándose en las manos dle Padre, que Juan pudo ver al Espíritu Santo bajar sobre él. En el lenguaje judío era una forma de expresar una auténtica realidad divina. Es triste que nosotros hayamos perdido, a nivel popular, determinadas formas del lenguaje místico, que siempre expresa realidades religiosas muy profundas. Está recogido el relato de un rabino que estudiaba la Biblia con sus discípulos, y, en un determinado momento, pareció que el Espíritu Santo descendía sobre ellos en forma de fuego y un viento impetuoso.

   No cabe duda que entre nosotros, los cristianos católicos, hay muy pocas vivencias místicas porque no abundan las personas de oración, de profunda meditación basada en la Sagrada Biblia y en la Eucaristía.

   Compromiso:
   Como otras veces, dedúcelo tú.

martes, 3 de enero de 2017

Fiesta del Bautismo del Señor. 8/1/2017. Ciclo A. Mateo 3, 13-17

   Las tres lecturas de este día se refieren al Espíritu del Señor, lo que les da un significado especial. El Espíritu divino lleva la primacía en nuestra vida de oración, como iremos viendo en el comentario a las lecturas.

   Nos dice el evangelio que "el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él (Mateo 3,16)". Es el texto que proponemos para meditar y recordar.

   Isaías (42, 1-4. 6-7) es el libro bíblico de donde se toma la primera lectura. Dios ha puesto su Espíritu sobre el elegido para que cumpla una gran misión. Estamos ante una bonita muestra de la teología de la liberación. En el contexto de la liberación del exilio de Babilonia, el elegido debe defender a los pobres y a todos los indefensos y, para ello, se le promete el Espíritu de manera especial. También a nosotros, los creyentes, que vivimos en un mundo hostil y agresivo, se nos da, sin duda, ese mismo Espíritu para usar la suavidad y la mansedumbre, la firmeza y valentía y así proclamar las cosas de Dios.

   Destaca en la segunda lectura que Jesús fue ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo. Es muy importante esta afirmación, pues nosotros seguimos la misma o parecida suerte que Cristo. También se nos da el Espíritu Santo sobre todo cuando nos echamos en las manos de Dios, en las alegrías y en los sufrimientos. Es decir, suceda lo que suceda. Esta postura nos enseña a hacer oración en profundidad y a sentirnos más cerca de Dios.

   El evangelio nos presenta a Jesús saliendo de las aguas después de ser bautizado. Conforme el Señor asciende, el Espíritu va descendiendo sobre él. Es la vida del cristiano, del creyente.

   Nuestro contacto con Dios existe, es una realidad. El Espíritu de Dios nos toca y baja sobre nosotros como bajó sobre Cristo. Es una realidad, no es una ilusión o una alucinación. Pero no podemos olvidarnos de él. A menudo, el prójimo necesita de verdad de nosotros y entonces debemos ayudarle si podemos y sin perjudicar a otros. Se trata de estar con Dios y ayudar al hermano. No podemos separar lo uno de lo otro.

   Ojalá, cuando fallezcamos, o nos fallezca un ser querido, se nos diga o digamos nosotros: "Este es un hijo mío, muy amado, en quien me complazco", pensando que son palabras que salen del mismo Dios.

   Es verdad que el Señor tiene mucho que perdonarnos. Pero también es verdad que nosotros, gracias a él, sabemos cual es el camino, la verdad y la vida. Al sacas estas conclusiones del bautismo de Jesús, lo hacemos porque él es nuestra cabeza y nuestro hermano.

   Compromiso:
   Echate en las manos de Dios, suceda lo que suceda. Y que ello te sirva para hacer oración.

 
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