miércoles, 13 de mayo de 2009

Domingo VI de Pascua. 17/05/2009. Evangelio de Juan 15, 9-17

En el evangelio del domingo anterior se expresaba la unión a Jesús con el ejemplo de la vid y los sarmientos. Ahora la adhesión al Señor Jesús se manifiesta en el amor mutuo. El evangelista Juan nos anuncia lo que sucederá después de la muerte y resurrección de Jesús. Debemos permanecer en el amor que él sembró en nuestros corazones, y ese amor vivo nos hará conocer la verdad que habita en nosotros por la misericordia divina. La vida interior de Dios no se conoce por los razonamientos, sino por la mismaa vida que él nos comunica. Por eso nos dice que permanezcamos en su amor (v.9). Si nos quedamos con Jesús, él se queda con nosotros y daremos fruto (v.4).

Si guardamos sus mandamientos permanecemos en su amor, nos dice Jesús. Pero, en Juan, el plural "mandamientos" se refiere a lo que se trabaja por la persona humana realizando las obras de Dios. Aquí, no se trata de los diez mandamientos de la ley antigua, sino del mandamiento del amor que implantó Jesús y que tiene múltiples aplicaciones. Y, sólamente la entrega a los demás nos puede dar la certeza de que Dios nos ama y de que nuestra experiencia interior es cierta. Pero, lógicamente, el amor a unos no debe destruir el amor a otros; además, el amor de por sí, conlleva mutua correpondencia. Aunque, también es verdad que el amor es paciente. Si permanecemos en el amor verdadero, de una u otra forma, siempre habrá fruto.

Cuando realizamos obras de amor, se produce en nosotros la experiencia del amor, de la alegría. Es la experiencia de Dios en nosotros (v.11).

La comunidad de Jesús existe donde los unos aman a los otros, donde existe el amor mutuo (v.12). Sin ese amor correspondido, de los unos a los otros y que irradie hacia los demás, no se puede predicar el evangelio de Jesús. Es imposible.

El dar la vida por un amigo es una forma de expresar el amor sincero y verdadero que debemos demostrar unos a otros. La adhesión a Jesús se expresa con el mandamiento del amor (v.14).

En otro momento (cap. 13,13s), Jesús se decía nuestro maestro y Señor. Ahora, nos llama amigos (v.15), y después, nos llamará sus hermanos (20,17). Nuestra relación con Jesús debe ser pues, de amigo de verdad a amigo de verdad, o de hermano a hermano. Con la amistad verdadera se pueden aprender muchas cosas. Se puede aprender sin enseñanza, por sintonía de amigo y comunión con él. Eso, en nuestro caso es fruto del Espíritu que Jesús nos dió y que nos transmite determinadas experiencias (v.15).

Nos dice Jesús que debeos ir, producir fruto y que este dure (v.16). No podemos ser comunidad cerrada. Y nuestra eficacia no se mide tanto por la extensión, sino por la profundidad, para que dure. Si realmente trabajamos en esta dirección lo que pidamos al Padre en unión con Jesús se nos concederá y la misión seguirá adelante (v.16). Pero no olvidemos la fuerza de la repetición: "Esto os mando: que os améis unos a otros" (v.17).

Práctica:
Sin negar la necesidad de un servicio de dirección en la comunidad de los amigos y hermanos de Jesús, podemos preguntarnos: ¿Cómo se puede compaginar la gran jerarcología de nuestra iglesia católica con el evangelio de hoy y el de todos los domingos? Piénsalo por tu cuenta.

Pronto empezaré una pequeña sección de teología, sobre todo teniendo en cuenta el gran cerrojazo dado al Concilio Vaticano II. Estate alerta a un enlace que aparecerá próximamente en el margen.

 
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