lunes, 19 de julio de 2010

Domingo Solemnidad de Santiago Apóstol. 25/07/2010. Mateo, 20, 20-28

   La madre de los Zebedeos pide a Jesús que dé a sus dos hijos los mayores puestos en su reino, el reino que ella piensa que Jesús va a establecer en este mundo. Jesús les pregunta: "¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?" Es decir, "¿sois capaces de pasar tan mal trago como el que voy a pasar yo?" Los discípulos Zebedeos están dispuestos a todo con tal de conseguir el poder y contestan a Jesús afirmativamente. Los otros discípulos protestan indignados contra los dos hermanos. Jesús toma la palabra y reuniéndolos  empieza a hablarles sobre el servicio a los demás. Les dice: " El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo". Para Jesús, la grandeza o la primacía no son consecuencia del dominio, sino del servicio. Así, Jesús no vino para que le sirvan, sino a servir dando la vida en rescate de muchos.

   Pero, esto que tiene aplicación para todos nosotros y de ello debemos preocuparnos y a ello debemos atenernos, la tiene también en todos los aspectos de la vida. No es lo mismo contemplar una profesión única y exclusivamente desde un puro prestigio personal y enriquecimiento, que tener como punto de mira el bien de la humanidad. Esta reflexión coge muy de lleno a los predicadores y a los teólogos. Urge una atención seria y profunda a los signos de los tiempos como fue deseo del Concilio Vaticano II. Juan XXIII, y con él el Concilio, tenían muy claro que las cosas en la iglesia no siempre habían sido como son ahora. Hay cosas que, con el evangelio en la mano, con una exégesis correcta y el testimonio enriquecedor de la historia, pueden alumbrar una actualización de la iglesia en relación con los signos de los tiempos. Esto, hoy día, es un servicio que es necesario realizar porque hay mucha gente que sufre a causa de las intransigencias dentro de una iglesia institucional. El cura predicador debe tenerlo muy en cuenta. Debe considerar que Dios habla también a través de la historia y de los signos de los tiempos. Debe prepararse y modernizarse teológicamente. Pero, también los fieles han de saber comprender al sacerdote que predica con fundamento aunque de manera actualizada.

   Como resumen, recordar que conforme al evangelio de hoy, el servicio de Dios y el servicio del hombre constituyen el sentido, el horizonte y la meta de cada uno de nosotros y de toda profesión, incluída la teología, que para ello no puede olvidar los signos de los tiempos.

   Compromiso: actualizarse en el servicio de Dios y del hombre.

 
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