miércoles, 10 de febrero de 2010

Domingo IV del Tiempo Ordinario. 14/02/2010. Lucas, 6,17,20-26

El evangelio de este domingo se refiere, en principio, a las bienaventuranzas Mateo las sitúa pronunciadas en lo alto de la montaña y, por esta razón, se llaman el sermón de la montaña, en cuya sima se encuentra la iglesia de las bienaventuranzas. La montaña está cercana al lago, en una zona ajardinada y que sirve como mirador al mismo lago que fue testigo silencioso del sermón de la montaña o de la llanura, como se quiera. Sin embargo, Lucas menciona menos bienaventuranzas y pone a Jesús pronunciándolas cuando bajó del monte. Esta es la razón por la que al sermón de las bienaventuranzas en Lucas, se le denomina sermón de la llanura.

También en el Antiguo Testamento, se encuentran bienaventuranzas, como en el libro Eclesiástico 25,7-10, donde se mencionan nueve. Las bienaventuranzas expresan el núcleo de la predicación de Jesús en las sinagogas de Galilea. Estamos de enhorabuena por saberlo. Estaría en la línea de la Teología de la Liberación.

La actividad de Jesús en medio de las aldeas de Galilea y su mensaje del reino de Dios representaban una dura crítica a los grandísimos abusos de los ricos sobre los pobres. Se favorecían los intereses de los más poderosos, mientras se hundía en la miseria a los más débiles. Pensando en el juicio final, Jesús declara felices a los indigentes, a los hambrientos y a los que lloran al perder sus tierras. Al final del evangelio de hoy, se hace una crítica severa a quienes atesoran riquezas sin pensar en los necesitados.

Otra razón para estar de enhorabuenta es que, en el evangelio de hoy, los exégetas están muy de acuerdo en que las tres bienaventuranzas que menciona Lucas, dirigidas a los pobres, los hambrientos y los que lloran, fueron dichas por Jesús y no sólo puestas en su boca porque reflejen su predicación.

En una sociedad donde hay gente que vive hundida en el hambre o la miseria, sólo hay una disyuntiva: o vivir como imbéciles, indiferentes al sufrimiento de los demás, o abrir el corazón y mover las manos para ayudar al necesitado. Así lo vive y lo dice Jesús. En la crítica final a los ricos explotadores, exclama: ¡Ay de vosotros los ricos...! ¡Ay de vosotros los que ahora estáis saciados...! ¡Ay de vosotros que ahora reís...!

Y termina diciendo el evangelio de hoy: "¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas". En efecto, si de los predicadores, sobre todo si son obispos, se habla demasiado bien por parte de los ricos explotadores, es muy mala señal.

Nunca nos olvidemos de las palabras de Jesús.

Práctica:
Leer reposadamente el evangelio tratando de recordar algún dato.

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.