miércoles, 27 de febrero de 2013

III Domingo de Cuaresma. Ciclo C. 03/03/2013. Lucas, 13,1-9

   En el presente evangelio, Lucas nos relata un par de historias que nos llaman al arrepentimiento urgente y una pequeña parábola que nos manifiesta la paciencia y el amor que Dios nos tiene.

   Pilato, a quien se refiere la primera historia, era un gobernador romano de Judea en los años del 26 al 37 después del nacimiento de Cristo, que compareció ante él para ser juzgado. Fue muy cruel para los judíos lo que le hizo impopular. Nada se sabe sobre este suceso que cuenta el evangelio pero, entre los galileos, había verdadera oposición y lucha contra Pilato. Esto pudo ocasionar que, un determinado número de ellos pudieron correr la misma suerte o muerte sangrienta que la sangre de los animales sacrificados en el templo. Se creía que las desgracias eran fruto de los pecados cometidos. Esa es la razón por la que le cuentan a Jesús dicho suceso. Jesús contesta: "Si vosotros no os convertís, todos pereceréis lo mismo".

   A continuación, Jesús les recuerda el derrumbamiento de la torre de Siloé donde murieron aplastadas dieciocho personas. Dicha torre se encontraba probablemente en la falda del monte Sión, encima del estanque que abastecía de agua la ciudad de Jerusalén. Tampoco estos muertos eran más pecadores que aquellos a quienes no les pasó nada. Pero, como a los galileos del suceso anterior, también les dice a estos que si no se convierten a Dios seguirán el mismo camino, es decir, perecerán.

   Después de estos dos desgraciados relatos, en que la consecuencia del pecado parece que es perecer, Jesús cuenta una parábola donde, por contraste con los dos sucesos anteriores, aparece la gran misericordia de Dios. Una higuera llevaba tres años sin dar fruto. Tres, para los judíos, es un número simbólico. Dios da, una y otra vez el tiempo necesario para nuestra conversión, para que volvamos nuestra mirada hacia él. Es el tiempo de Dios que nos ama con gran ternura. Es el tiempo perfecto marcado por el número tres en la parábola. Sin embargo, por si aún así fuera poco tiempo, este se alarga, se cava alrededor de la higuera y se abona con estiércol. Es decir, se llena de dones para que pueda dar fruto.

   Como se ve, Lucas ha colocado, sucesivamente, dos ideas que contrastan, lo que es característico en él. En las Historias de la matanza de los galileos y del derrumbe de la torre de Siloé, ocupa un primer plano la amenaza a los que no se convierten. Sin embargo, en la parábola de la higuera, la misericordia de Dios aparece como grande.

   Dos ideas aparecen en este evangelio, la necesidad de conversión y el poder de la oración o petición que hace el viñador pidiendo más tiempo para que la higuera pueda dar fruto. E, iluminándolo todo, la misericordia divina. 
 
(Si lo desea, puede completar con el comentario del mismo evangelio del 07/03/2010).
 
 

   Compromiso:
   Haz una verdadera conversión en lo que tú creas necesario

 
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