lunes, 7 de septiembre de 2009

Domingo XXIV del Tiempo Ordinario. 13/09/2009. Marcos 8,27-35a

Jesús y sus discípulos se dirigen a Cesarea de Felipe que se encontraba fuera del territorio judío. Jesús desea estar con sus discípulos fuera de la presión ideológica del judaísmo. Durante el camino, Jesús les pregunta: "¿Quién dice la gente que soy yo?" (versículo 27). El testimonio de los cristianos, de algunos creyentes de hoy día y, a veces, la misma doctrina sostenida por parte de la jerarquía, no dejan traslucir que Jesús es de verdad el Mesías, el Salvador del mundo. Nuestro testimonio está, a menudo, muy encorsetado y no atiende a la problemática moderna.

En tiempos de Jesús, la ideología judía dominante tampoco dejaba comprender el mensaje universalista de Jesús. Los judíos eran muy nacionalistas, y nacionalistamente concebían al Mesías. Por esta razón, terminan afirmando que Jesús es uno de los profetas judíos, pero nada más.

Hoy día, ¿quién dice la gente que es Jesús? ¿Se relaciona a Jesús con algunas decisiones de la jerarquía? Algunas de esas decisiones ¿no enmascaran el significado de Jesús? El pensamiento, el amor de Jesús a las personas, hombres y mujeres, ¿penetra en su corazón?

A continuación, Jesús pregunta a sus discípulos: "¿Y vosotros quién decís que soy yo?" (v.29). Esa pregunta nos la hace Jesús a nosotros, sus discípulos. La respuesta de Pedro es equivocada. Dice: "Tú eres el Mesías". Con artículo. Sin embargo, el evangelio del mismo Marcos en (1,1) dice, sin artículos, que Jesús es Mesías, Hijo de Dios. Jesús es Mesías, pero no "el Mesías". La misión mesiánica no es exclusiva de Jesús, es participada por los que le seguimos. Para Pedro, Jesús es "el Mesías", exclusivo para los judíos según su tradición. El Mesías de Pedro no tienen sentido universalista, ni comparte su misión con nosotros, sus seguidores. El uso del presente histórico (respondiendo dice) insinúa que la idea mesiánica de Pedro sigue aún vigente cuando Marcos escribe su evangelio. Como es una idea falsa, Jesús les conminó a que no lo dijeran a nadie. El verbo conminar, en boca de Jesús, se dice cuando se dirige a espíritus inmundos. En este caso, a una idea inmunda.

Jesús ve que tiene que empezar a enseñarles de nuevo. Les habla de los sufrimientos por los que ha de pasar, pues no es el Mesías triunfalista que espera Pedro. No es la figura gloriosa y nacionalista esperada por el judaísmo (v.31). La pasión de Jesús no es una necesidad decretada por Dios. Es consecuencia de los hombres dominados por una ideología. A pesar de todo, Jesús resucitará al tercer día.

Pedro, entonces, conmina a Jesús. El verbo conminar, como ya se dijo, se dirige, en el evangelio de Marcos, a los espíritus inmundos. Es como si Jesús, al hablar de sus sufrimientos, estuviese afirmando una herejía y Pedro lo conmina como a un espíritu inmundo. Pedro no entiende nada de nada. Jesús pone firme a Pedro, lo conmina y le llama Satanás (v.33).

Reflexión:
Si el evangelio de Marcos pone así a Pedro, ¿cómo no pondría a los que dan cerrojazo al Concilio Vaticano II y atacan a la teología de la liberación o a otras teologías tan válidas como la teología oficial?

 
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