lunes, 19 de abril de 2010

Domingo IV de Pascua. 25/04/2010. Juan, 10,27-30

El evangelio de hoy se refiere a Jesús como pastor. Él dice: "Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy vida eterna; no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano". En esto, coinciden todos los que habiendo abandonado la fe, vuelven a ella tras un camino más o menos tortuoso. El rasgo que más habla de Dios a estas personas que se reencuentran con Jesús es su misericordia infinita. La experimentan y pueden dar fe de ello. Dios es siempre, para ellos, Amor compasivo. Ellos experimentan cómo Dios limpia la suciedad de su corazón, como si le sacase brillo. Sienten, con sentimiento vivo, que amándole a Él, se le renuevan a uno las ganas de amar. La búsqueda y el reencuentro con Jesús supone un reencuentro con uno mismo.

¡Cómo gusta leer las palabras de Jesús y recordar la experiencia religiosa de tantas personas que viven su adhesión a él! Los predicadores deberían ayudar a las personas a descubrir la experiencia de su vida interior. Experiencia con la que Dios nos enriquece, pero que a veces no sabemos valorar adecuadamente. También sería muy conveniente que se nos diesen a conocer los caminos y las experiencias de otras personas que retornaron a Dios y a Jesús. ¡Son maravillosas! Se nota en ellas que el Espíritu de Dios aletea de verdad.

Cuando las personas se adhieren de verdad a Jesucristo como pastor, ya no hay quien las arrebate de sus manos, de las manos de Jesús y de las manos del Padre, porque, como dice el evangelio de hoy, Jesús y el Padre son una misma cosa.

La identificación entre Jesús y el Padre excluye toda instancia superior. La crítica a Jesús es crítica a Dios; la oposición a él es oposición a Dios. Y, sólamente debemos obediencia ilimitada a Jesús y a Dios. No debemos ese tipo de obediencia a ningún hombre, llámese Papa u obispo o sacerdote. Ellos están únicamente para ayudarnos y no para aumentar nuestras cargas. No deben olvidarse que nuestro pastor de verdad es Jesús de Nazaret y el Padre Dios.

Práctica:
Analizar nuestra vida y descubrir nuestra experiencia de Dios en nuestra adhesión a Jesús.

 
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