lunes, 15 de septiembre de 2014

XXV Domingo del Tiempo Ordinario. 21/9/214. Ciclo A. Mateo 20, 1-16

   Al comentar las lecturas de la misa de este domingo podemos quedarnos, como en tantas otras, con la idea de que debemos ser buenos. La pregunta es: ¿pero qué abarca el ser buenos? La primera lectura nos sitúa en un ambiente realmente pecaminoso. Habla de malvados y criminales y los invita a que abandonen su camino. Si lo hacen él es rico en perdón, pero hay que hacerlo ya. Hay que reparar el daño hecho. Hay que rectificar realmente. Cada uno que examine el daño grave que está haciendo a los demás y rectifique inmediatamente. Como dice esta primera lectura: busquemos al Señor.

   En la segunda lectura (Filipenses, 1,20c-24.27a) Pablo se nos presenta como un enamorado de Cristo, deseando morir para poder estar con él. Pero, a la vez, desea vivir para seguir trabajando para extender el evangelio. Este es el dilema en el que se encuentra Pablo. ¡Es un verdadero dilema para el que ama de verdad a Cristo! Por desgracia, son muy pocos los que se encuentran en este dilema. No nos hemos enamorado de Cristo, aunque quizá asistimos a misa los domingos. Cuando estemos enamorados de Cristo también trabajaremos por extender su evangelio y no temeremos morir pues vamos a estar con Cristo.

   La lectura evangélica es la parábola de los viñadores y se relaciona con la lectura anterior. Esta parábola, como otras, no son invención de Jesús. Pertenecen al ambiente cultural judío de la época y en él vierte Jesús sus enseñanzas.

   En la parábola de hoy, vemos obreros que fueron contratados en diversas horas del día y, sin embargo, al final, cobran todos igual. No nos dice esta parábola si los que llegaron tarde se esforzaron y trabajaron mucho más de los que llegaron primero, para recuperar así el tiempo perdido o gran parte de él. Parece que la parábola trata de enseñarnos la libertad que Dios tiene en el obrar y que nosotros debemos respetar. Debemos  acostumbrarnos a no pedir jamás cuentas a Dios. Debemos dar a Dios una total libertad en su obrar y confiar en El. Esto significa que amamos a Dios de verdad, que trabajamos por extender su reino sin exigir recompensa, que será sobreabundante.

   Pablo amaba tanto a Cristo que deseaba morir para estar junto a El. Sin embargo, quería seguir trabajando por la causa del Señor. Imitémosle nosotros y, como en la viña, trabajemos desde hoy por extender el evangelio, pero dejemos en libertad a Jesús que nos dará mucho más de lo que merecemos, pues estaremos con El para siempre. El que es la felicidad eterna.

   Compromiso:
   ¿Podrías llegar a enamorarte de Cristo y empezar a trabajar por él?

 
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