miércoles, 15 de febrero de 2017

VII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 19/2/2017. Mateo 5,38-48

   La enseñanza de Jesús llega a su culmen en las lectura de este domingo. Es el punto más alto de las obras de misericordia. Tenemos que ser perfectos como Dios y amar a nuestros enemigos. No caben en nuestras cabezas las enseñanzas de hoy. Para memorizar y repetir durante el día proponemos "Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen", tomada del evangelio.

   La primera lectura bíblica se toma del libro Levítico (19,1-2.17-18). No deja de producir escándalo su exigencia: "tenemos que ser santos porque Dios es santo". Es como decir que hay que ser tan santos como Dios, lo cual es imposible no sólo, para nosotros, los humanos, sino para cualquier criatura. No obstante, intuimos lo que se nos quiere decir. Lo dejamos para que cada uno lo medite para sí y vea hasta donde puede llegar con la ayuda de Dios.

   El mensaje de la segunda lectura se concentra al principio y al final. Estamos en 1 Corintios 3,16-23. Comienza afirmando que somos templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en nosotros. ¡Qué más queremos! Es otra enseñanza para que pensemos en ella, para que la meditemos. El final de la lectura es que nosotros somos de Cristo y Cristo de Dios. Feliz remate.

   El evangelio termina tal como empezaba la primera lectura. Allí era "sed santos porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo". Aquí se nos dice: "sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto". Ser perfectos equivale a ser santos. Hoy, las lecturas ponen el listón muy alto. Nos presentan material para meditar no sólo hoy, sino toda la semana o todo el mes.

   Todo el comienzo se resume en otra frase que también podríamos memorizar: "Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen". Hoy, las lecturas de la misa contienen frases muy significativas y que nos producen un verdadero impacto. Ante ellas, podemos decirle a Jesús: tú no viniste a este mundo a fundar una nueva religión. Ya nos habías dado la religión del Sinaí. La había fundado tu Padre, Dios Padre y,  por tanto era la Iglesia verdadera. Pero, nosotros necesitábamos un nuevo estilo de vida. Nos habíamos ido alejando de la santidad de Dios. Nos habíamos olvidado que tenemos que ser santos como Dios es santo; que somos templo de Dios; que debemos amar a nuestros enemigos y orar por ellos, como hacen tantos cristianos hoy día, entregando su vida por amor. Lo de "sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto", nos quedaba ya muy lejos.

   ¡Hagamos un esfuerzo y renovemos nuestra vida!

   Compromiso:
   Confecciónalo tu mismo después de leer y meditar este comentario.

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.