martes, 27 de octubre de 2009

Festividad de Todos los Santos. 01/11/2009. Mateo, 5,1-12a

El evangelio de este domingo, que coincide con la fiesta de Todos los Santos, trata de las Bienaventuranzas de todos conocidas. Como siempre, debe leerse previamente el evangelio correspondiente indicado en la cabecera de este comentario.

Aquellos que vivieron cerca de Jesús han palpado en él algo misterioso, en resumen, su divinidad. Esto se deja traslucir a lo largo de muchos pasajes evangélicos. Hoy, Jesús sube al monte. Según la cultura de la época, la expresión "subir al monte" tiene un fuerte significado teológico, lo mismo entre judíos que entre paganos. El monte es el lugar de Dios, la esfera divina. Jesús se sienta porque la esfera divina es lugar de permanencia. Los que siguen a Jesús, los que se le adhieren, entran con él en la esfera divina, en el monte de su presencia. Cuando Moisés, habló Dios. Ahora, es Jesús quien habla en el monte, mostrando así su condición divina. El "abrió su boca". Con esta expresión, los semitas indicaban la importancia de lo que se iba a decir, esto es, el código de la nueva alianza. Este código no tiene preceptos imperativos, sino que se presenta como invitación con sus correspondientes promesas.

A menudo, los predicadores no se preparan convenientemente y no realizan una buena exégesis o interpretación del texto. En la primera bienaventuranza, pobres no son los que interiormente viven despegados del dinero, pero lo poseen. Pobres son aquí los que no teniendo, ponen su confianza en Dios. Pero, en esta bienaventuranza se habla de los pobres de espíritu. La palabra "espíritu" entre los judíos, designa dinamismo, decisión. Los pobres de espíritu son, pues, los que deciden serlo por voluntad propia. Y sobre ellos actúa Dios como rey.Esta es mejor traducción que la que propone la lectura del misal, que afirma que de ellos es el reino de los cielos, algo distinto a la verdadera afirmación de que Dios actúa sobre ellos como rey.

Es necesario renunciar a acumular y retener bienes. Lo que nos da la naturaleza debe estar al servicio de todos. Se debe compartir con los que de verdad necesitan. Pero, compartir es bastante más que el simplemente dar.

"Dichosos los que sufren porque ellos serán consolados". El verbo griego empleado se refiere a un dolor profundo que necesariamente se manifiesta al exterior. Apoyándonos en Isaías, 61,1, vemos que esos que sufren es debido a una opresión tan dura que les produce un gran dolor. No pueden ni protestar. La segunda y tercera bienaventuranza van en la misma línea. Se condensan en la cuarta: "Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados". La justicia a la que se refiere es la ya expresada: verse libres de la opresión, gozando de independencia y libertad. De esta justicia quedaremos saciados, porque según el proyecto de Dios, en su reino no quedará ni asomo de injusticia.

"Dichosos los misericordiosos", no entendiendo misericordia como sentimiento, sino como ayuda de verdad. Prestar ayuda primero en lo corporal, después en lo espiritual.

Limpio de corazón es el que no tiene malas intenciones contra su prójimo. A este le dice Jesús que "verá a Dios", es decir, que tendrá una gran experiencia de Dios, ya en esta vida. Ahora, Dios se manifiesta directa y personalmente al hombre.

Dichosos los que trabajan por la paz. Entre los semíticos, la paz significa prosperidad, derecho, justicia, tranquilidad. Es en suma, la felicidad. A los que trabajan por la paz, Dios los llamará hijos suyos.

La última bienaventuranza completa la primera. La mejor traducción exegética es "los que padecen persecución por su fidelidad". Según el versículo siguiente se trata de la fidelidad a Jesús.

martes, 13 de octubre de 2009

Domingo XXX del Tiempo Ordinario. 25/10/2009. Marcos 10, 46b-52

Este evangelio se desarrolla en las proximidades de Jericó. Es una ciudad con palmeras en un oasis a 250 metros bajo el nivel del mar, que se forma en la hondanada del Jordán. La ciudad de Jericó del Nuevo Testamento, a la que nos referimos, está al suroeste de la antigua Jericó del Antiguo Testamento.




Herodes mantiene allí una gran actividad constructora y edifica su lujosa residencia para el invierno. En torno a ella se edifica la nueva Jericó. Tenía un hipódromo, un anfiteatro y un acuartelamiento de las fuerzas romanas de ocupación.



Jesús atraviesa la ciudad sin detenerse en ella y, al abondonar Jericó, la muchedumbre que lo seguía se encuentra con un ciego mendigo llamado Bartimeo. Al enterarse, comienza a gritar y a decir: "¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí! (v.47)". El análisis del relato evangélico de hoy nos hace ver que no se trata propiamente de un milagro, aunque lo parezca, sino de un relato de fe, de la fe de Bartimeo. En la redacción de los milagros, se describen elementos específicos como son la fatalidad del deficiente o enfermo y el gesto de curación o palabras de sanación. Aquí, Jesús no realiza nada para curarlo. Simplemente, hay una confirmación de la fe de Bartimeo: "¡Vete, tu fe te ha salvado! (v. 52)". Volvió, sin más, a ver de nuevo y lo seguía. Pero Jesús ya va hacia Jerusalén, donde padecerá y morirá. Por esta razón, el seguimiento de Bartimeo tiene un significado especial.



Este hombre, que empieza a gritar y a dar voces llamando a Jesús, no hace caso cuando tratan de imponerle silencio. Tratan de impedirle el camino de la fe, pero el ciego supera el obstáculo. No se olvide que estamos ante un relato de fe, no ante un milagro propiamente, ya que Jesús no hace nada para curar a Bartimeo, aunque éste empiece a ver. Jesús no realiza un solo gesto para curarlo.



La historia del cristianismo ha dado siempre gran importancia a este relato para la catequesis. Por algo es un relato de fe. El tema del seguimiento es un tema querido por Marcos. Debemos darnos cuenta que Bartimeo es ejemplar por dos motivos: por su fe inquebrantable y por su disposición a seguir a Jesús en su camino a Jerusalén.



Práctica:

Los que tenemos fe en Jesús captamos que él está con nosotros. Captamos que esta fe no proviene de nosotros, sino que es algo que Jesús ha depositado en nuestros corazones. No es una sugestión, es una realidad que nos da vida interior grande y, dándonos testimonio, nos da fuerza para dar también nosotros testimonio. Démoslo, pues, y no nos avergoncemos nunca de hacerlo.

martes, 6 de octubre de 2009

Domingo XXIX del Tiempo Ordinario. 18/10/2009. Marcos 10, 35-45

Dos discípulos desean que Jesús les conceda sentarse uno a su derecha y otro a su izquierda. Como contexto histórico debe recordarse que los destinatarios a quienes va dirigido el evangelio de Marcos, han vivido el despotismo de Nerón. Además, se reflejan ciertos problemas de la comunidad cristiana, entre ellos el orden jerárquico en la misma. También se puede afirmar que, además de recordar la tradición sobre Jesús, se hace una redacción final del texto cuando ya Santiago y Juan han sufrido el martirio por ser cristianos. Esta es la razón por la que, en vez de hablar de dos discípulos cualesquiera, se mencionan sus nombres: Santiago y Juan (v.v. 35-37).



A la petición de los dos discípulos Jesús les pregunta: "¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar? (v.38). Los discípulos responden afirmativamente y Jesús lo reconoce. Pero añade: "Sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no es asunto mío, está ya reservado (v.v.39-40)".



En el antiguo testamento, la copa que Dios da a una persona o a un pueblo y que estos tienen que beber es una imagen que significa el destino tanto bueno como malo (Isaías 51,17). Aquí, por el contexto, sólo puede tratarse del destino malo. Esta imagen de la copa se utilizó para referirse a los sufrimientos y muerte del mártir. La referencia al bautismo debe interpretarse del mismo modo. Los discípulos ya han padecido el martirio y lo sabe el escritor del evangelio de Marcos. De ahí, esa respuesta tan contundente y autosuficiente que el evangelista pone en boca de Santiago y Juan: "Sí, podemos (v.39)".



Jesús aprovecha el momento para explicar y adoctrinar a los discípulos. Les dice: "Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen (v.42)". Los discípulos, o primeros cristianos, conocen en su propio cuerpo el despotismo de Nerón, como ya se dijo. La comunidad de cristianos o, en la actualidad, la iglesia de Dios no debe actuar despóticamente, sino que quien desee rango o presidencia en ella debe comportarse como servidor y esclavo. Pero, ese servicio no consiste en hacer cumplir las leyes del código de derecho canónico o de la iglesia, que a veces llega como una pisonadora. Nuestra jerarquía no debe dejarse llevar por otros motivos, si no es por el de servicio. J. Ratzinger, en su obra "El nuevo pueblo de Dios" de 1972, se pregunta cómo los sucesores de los apóstoles llegaron, en el cambio que dió el rey Constantino, a tener como correcto lo contrario de lo que se había dicho a los apóstoles: que no debían convertirse en príncipes de esta sociedad. J. Ratzinger menciona aquí la recaída en lo pagano, en lo que no es cristiano. Todos los cristianos, pero especialmente la jerarquía, deben hacer un exámen de conciencia en este sentido. Hay que repasar la historia de la iglesia y la Biblia, en profundidad. Ponerse en la línea de Juan XXIII. Seguro que entonces nos pondremos más a tono con los cambios de la sociedad, sin perder un ápice del amor a Jesús. No podemos despreciar los signos de los tiempos porque algo positivo pretenderán decirnos.



Práctica:

Una llamada a la jerarquía y cristianos conservadores para que no tengan miedo. La iglesia espiritual no se derrumba aunque nos animemos a ir siendo aperturistas, pero con cierta rapidez, sino sí que se derrumba. Y seremos culpables por desconocer el espíritu de Jesús y la historia de la iglesia.

 
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