viernes, 25 de enero de 2008

Domingo 3º tiempo ordinario. 27-1-2008

Situación: Jesús empieza a predicar en Cafarnaún, capital de Galilea y a la orilla del mar o lago del mismo nombre. Esta situación le abría las puertas a los países paganos de la orilla opuesta; además, por encontrarse en el camino del mar, que unía Egipto con Mesopotamia, era una ocasión muy propicia para que muchos extrajeros pudiesen entrar en contacto con Jesús.
En este evangelio, Jesús, como el Bautista, pone la misma condición: la enmienda para entrar en el reino de Dios. Sin embargo, Jesús en este evangelio, no asocia la proclamación del reino a un bautismo de agua ni a otro rito.
Jesús aparece llamando a dos hermanos de cada vez, aludiendo así al libro de la Bíblia llamado Ezequiel, capítulo 47, versículos 13 y sig. donde se indica que el reparto de la tierra será a partes iguales. Mateo viene a decir, cada uno como su hermano. El reino será de todos los hombres: judíos y paganos. A los hermanos a quienes llama no se les exige la enmienda de sus pecados, pues el verbo seguir referido a los discípulos indica adhesión y compromiso y Jesús, a los que le siguen, no les pide la enmienda. Esta se supone cuando hay verdadera adhesión y compromiso.
De Simón, parece ser que ya tenía el apodo de Pedro en aquella época. Los hermanos Santiago y Juan abandonan las redes y dejan a su padre. Este, en aquella época, representaba las tradicciones antiguas que deben ser abandonadas a la llegada de Jesús.
Nuestra entrega y compromiso con Jesús deben ser tan grandes que, de por sí, incluyan de verdad la enmienda. Sea nuestro pensamiento durante todo el día.

 
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